El Oscar de 'Aún estoy aquí' despierta la memoria de la tortura en Brasil como lo hizo 'La historia oficial' en Argentina

La primera estatuilla del cine brasileño es el segundo de la región latinoamericana que revisa el pasado de horror medio siglo atrás

Walter Salles recoge el Oscar por 'Aún estoy aquí'.

Walter Salles recoge el Oscar por 'Aún estoy aquí'. / EP

Abel Gilbert

Abel Gilbert

Buenos Aires

El reconocimiento internacional que ha adquirido 'Ainda Estou Aqui' ('Aún Estoy Aquí') al obtener el Oscar a la mejor película extranjera habla de una permanencia que es común al Cono Sur latinoamericano: la revisión de los días de espanto bajo un régimen militar. Por obra de la causalidad, el filme de Walter Salles se consagra cuatro décadas después del estreno en la ciudad de Buenos Aires de 'La historia oficial'. La cinta que dirigió Luis Puenzo y contó con el protagonismo de Norma Aleandro y Héctor Alterio obtuvo en 1985 la Palma de Oro en Cannes y, un año más tarde, el mismo galardón que recibió Salles en Los Ángeles.

'Ainda Estou Aqui' cuenta la historia de la viuda de un exdiputado brasileño secuestrado, torturado, desaparecido por la dictadura y la búsqueda que lleva adelante su esposa para saber qué ha sucedido con su marido. 'La historia oficial', por su parte, expuso a los argentinos un tema que durante la transición democrática que había comenzado en diciembre de 1983 era aún tabú: el destino de los hijos de desaparecidos entre 1976 y 1983. A diferencia de lo que ha sucedido en Brasil, la tematización de la violencia estatal y sus secuelas ha sido prolífica en el vecino país. Lo que ahora tienen en común las películas de Salles y Puenzo es una misma voluntad de indagación del pasado. El contexto en que ambas se conocieron no puede ser más distinto.

El éxito de 'La historia oficial' coincidió con la apertura del juicio a los excomandantes de la dictadura y una discusión social a flor de piel sobre las responsabilidades, silencios y denuncias de los organismos de derechos humanos en medio de la adversidad sobre la barbarie.

Pocos meses antes, los cines de Buenos Aires se llenaban para presenciar 'Desaparecido' ('Missing'), el filme de Costa-Gavras sobre la dictadura del general Augusto Pinochet. La historia oficial permitía adentrarse en los fantasmas propios. La trama que en su momento provocó impacto en los espectadores transcurre a fines de 1983, en medio de la agonía del régimen castrense que había sido derrotado por los británicos en la disputa armada por la posesión de las islas Malvinas, en el otoño de 1982.

Una profesora de adolescentes, Alicia (Aleandro), está casada con un empresario que se había enriquecido con los militares (Alterio). Ellos han adoptado una niña, Gaby. A partir del reencuentro con una amiga de juventud que tuvo que partir al exilio, Alicia comienza a abrir los ojos y reconocer una realidad que no quería ver. Su amiga le cuenta que, durante su cautiverio en un campo de concentración, fue testigo de cómo las mujeres embarazadas daban luz pero no se quedaban con sus bebés.

El relato supone para Alicia un antes y un después en su vida. Sobrevienen las sospechas. A su manera, ella encarnaba la despreocupación de buena parte de los argentinos bajo el terror y la posibilidad de redimirse al pelear por conocer la verdad. El personaje de Aleandro se conecta con la abuela de Gaby, que la viene buscando desde hace años y esa relación la lleva a un desenlace inevitable: la ruptura con su esposo, quien había ocultado el origen de la niña y, en un ataque de ira, ejerce la crueldad sobre una mujer que solo quería saber.

El caso brasileño

Los militares brasileños nunca fueron sentados en el banquillo de los acusados. La ley de Amnistía de 1979 protegió a los oficiales y suboficiales responsables de haber cometido delitos aberrantes a partir del golpe de Estado de 1964. La presidenta Dilma Rousseff (2010-16), víctima de la tortura en sus años juveniles, creó una Comisión de la Verdad que pudo iluminar aspectos de lo sucedido desde el derrocamiento del presidente João Goulart. Uno de los crímenes que en su momento se ventiló fue precisamente el abordado por el filme de Salles. Y a veces el cine, aun en tiempos de plataformas, puede lo que no consiguió la política desde 1985, cuando comenzó la transición democrática en Brasil: la desaparición del exdiputado Rubens Paiva podría comenzar a investigarse en los tribunales, no por una explícita voluntad del Gobierno del presidente Luiz Inacio da Silva, sino debido al éxito interno y externo de la película. Ainda Estou Aqui se ha convertido en la llave para reabrir la discusión en el Supremo Tribunal Federal (STF) sobre los alcances de la Ley de Amnistía de los militares.

Fernanda Torres y Walter Salles llegan a la alfombra roja de los premios Oscar.

Fernanda Torres y Walter Salles llegan a la alfombra roja de los premios Oscar. / EFE

El filme ha sido visto por más de cinco millones de espectadores en un país políticamente dividido y donde su expresidente, Jair Bolsonaro, no solo ha sido un ardiente defensor de la última dictadura. Cuando en 2016 era diputado y le tocó votar a favor de la destitución de Rousseff, reivindicó la figura del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los principales represores durante los años relatados por Salles en la pantalla. Bolsonaro acaba de ser acusado por la fiscalía de estar al frente de los intentos de derrocamiento de Lula, el 8 de enero de 2023, que incluyeron la tentativa de envenenamiento.

La reconocida actriz de Ainda Estou Aquí, Fernanda Montenegro, es objeto de ponderación y también reparos en un Brasil donde la ultraderecha se aferra, más de medio siglo después, a una mirada valorativa del régimen de facto. Le resulta indigerible la visibilidad del filme y el hecho de que el Carnaval, que el pasado domingo se encontraba en su punto de mayor incandescencia, hiciera un sorprendente paréntesis a la espera del resultado del Oscar.

Los dos episodios, la cinta y la fiesta, se conectarán el próximo sábado en las calles de Río de Janeiro cuando Fernanda Torres, la otra actriz de Ainda Estou Aquí, desfile en un carro especial de las escolas de samba (comparsas) en la ciudad maravillosa. "Al revivir la memoria de la opresión, la falta de respeto por los derechos, la violencia de Estado y el desprecio por la vida, rasgos que por desgracia siguen presentes, la película nos deja un legado esencial y valioso. Es justo y significativo que el triunfo se haya celebrado con pasión y alegría en este Carnaval ya histórico", dijo el diario ´Folha`de San Pablo. La historia oficial nunca tuvo su propio carnaval pero es todavía un hito ineludible de la cultura en una Argentina donde la ultraderecha quiere tener su propia "historia oficial" de lo sucedido entre 1976 y 1983.

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