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Festival de San Sebastián

Pilar Palomero y sus niñas madre emocionan en San Sebastián

La ganadora del Goya en 2020 por 'Las niñas' ha dejado huella con su segunda película, 'La maternal', sobre "esa vivencia tan contradictoria de ser adolescente y madre a la vez"

Pilar Palomero, con Carla Quílez (izquierda) y Ángela Cervantes (derecha), tras presentar 'La maternal' en San Sebastián. EFE

Poco más de un año y medio después de erigirse en la única mujer cineasta hasta la fecha en lograr el Goya a la mejor película con una ópera prima, gracias a su segundo largometraje Pilar Palomero aspira ahora a convertirse en la única directora española en 70 años en ganar la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Presentada este martes en el certamen donostiarra, ‘La maternal’ conecta de varios modos con aquella obra predecesora, ‘Las niñas’ (2020). El primero, porque también aborda el mundo de las adolescentes y las relaciones entre madres e hijas, en este caso retratando el proceso de aprendizaje de una rebelde joven de 14 años que se queda embarazada e ingresa en un centro de acogida madres menores de edad; el segundo, porque también tiene su origen en la experiencia vivida en el mundo real: si la directora zaragozana halló el germen de ‘Las niñas’ en su propio cuaderno de religión de sexto de EGB, ‘La maternal’ se inspira en conversaciones mantenidas con jóvenes que en su día experimentaron situaciones similares a las de su protagonista, algunas de las cuales forman parte del reparto de la película.

"Me intrigó especialmente esa vivencia tan contradictoria de ser adolescente y madre a la vez”, afirmaba esta mañana Palomero. “Al fin y al cabo, la adolescencia es mirarse adentro, entenderse, encontrar tu lugar en mundo, mientras que la maternidad implica generosidad y cuidado de la otra persona”. Y mientras sitúa a su personaje principal en esa encrucijada vital, y contempla la relación de sororidad que establece en el proceso, ‘La maternal’ juega con convicción la carta del verismo.

La película avanza simple y directa, desinteresada en desvíos narrativos y complejidades argumentales; más que en generar una verdadera progresión dramática, asimismo, se centra en contemplar una sucesión de conversaciones que en ocasiones tienen la frescura típica de lo improvisado, y cuyas protagonistas -actrices no profesionales o inexpertas- interpretan con irreprochable convicción. Buena parte de esos diálogos son tan irrelevantes como los que suelen llenar nuestro día; el resto, en cambio, hacen gala de un descomplejado didactismo tanto para presentarnos historias de maltrato, violencia, abandono, prejuicios y errores transmitidos de una generación a la siguiente como para detallar los pasos que ese camino accidentado hacia la maternidad implica. A juzgar por la emotiva reacción que la película ha generado en San Sebastián, tanto unos como otros calan hondo.

'A hundred flowers'

También la segunda de las películas a concurso presentadas hoy, la ópera prima ‘A hundred flowers’ -su director, el japonés Genki Kawamura, ha producido algunos de los largometrajes ‘anime’ esenciales de los últimos años- también aborda una relación maternofilial problemática; en este caso, la que mantienen una mujer madura cuya mente se va deteriorando a causa del alzhéimer y un hijo que vive azotado por un trauma de infancia. Mientras nos va desvelando los motivos que han complicado durante décadas la relación entre los dos, Kawamura abusa con frecuencia del melodrama y la sobreactuación, pero a modo de compensación dota a la película de una gran sofisticación estética, gracias a largos planos-secuencia, un cuidados uso de los símbolos y un montaje impresionista que hace chocar el presente con el recuerdo y el delirio.

Sexo triste

La última de las aspirantes a premio presentada este martes, ‘Pornomelancolía’, llega a San Sebastián envuelta de polémica -sí, otra más-; su protagonista, Lalo Santos, abrió en su cuenta de Twitter un hilo de 12 mensajes en el que afirmaba arrepentirse de haber rodado la película, y denunciaba que durante el rodaje no solo no se había sentido cuidado, sino que también había sido obligado a hacer cosas que no quería. La película, conviene explicar, es una mezcla de documental y ficción que retrata el mundo del porno gay e incluye numerosas escenas de sexo -todas, en cualquier caso, recurren al encuadre, al fuera de campo y los difuminados para evitar la explicitud-; Santos es un ‘influencer del sexo’ de nacionalidad mexicana que suma 220.000 seguidores en esa red social, y que ha decidido no viajar a San Sebastián. En las últimas semanas, varios de sus compañeros de reparto se han manifestado para rebatir sus acusaciones y salir en defensa del director de la película, el argentino Manuel Abramovich. “Lamento que Lalo no esté aquí hoy, porque habría sido fantástico haber podido contar juntos cómo fue el proceso de filmación”, ha afirmado hoy el realizador.

A lo largo de ‘Pornomelancolía’ contemplamos a una versión de Santos mientra trabaja en una fábrica, va al médico para chequear su carga viral -el personaje es seropositivo-, viaja en transporte público, hace fotos a su propia desnudez, va al gimnasio y a una discoteca y, llegado el momento, participa en el rodaje de una película pornográfica, una de cuyas escenas imagina un fogoso encuentro sexual entre Emiliano Zapata y Pancho Villa; entretanto, cuando no está frente a alguna cámara, se siente solo, y angustiado, y triste. Por momentos da la sensación de ser un trasunto del Mersault creado por Albert Camus en ‘El extranjero’, alguien que busca afectos que le den significado pero que permanece vacío y ligado a la nada; solo ocasionalmente, sin embargo, llega a ser una presencia realmente interesante. ‘Pornomelancolía’, eso sí, funciona como mirada desprejuiciada a la pornografía, que evita tanto el voyerismo y la búsqueda de glamur, por un lado, como el tremedismo y la sordidez sordidez, por el otro.

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