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Entrevista

Pedro Almodóvar: "Los hombres jamás vamos a entender la magnitud de la maternidad"

Después de su paso por el Festival de Venecia, donde Penélope Cruz ganó la Copa Volpi, se estrena este viernes 'Madres paralelas', en la que el director sigue ampliando su universo, esta vez a través de las heridas íntimas y colectivas, de las que provienen del pasado y determinan el futuro

Pedro Almodóvar. EP

Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949) regresa al cine de mujeres para hablar de la maternidad a través de distintas generaciones, las que representan en la película Aitana Sánchez-Gijón, Penélope Cruz y Milena Smit. Y, por primera vez en su carrera, aborda de forma explícita la conciencia política de un país a través de la memoria histórica para hablar de las fosas comunes de la Guerra Civil. Una herida que, desde el pasado, sigue resonando en nuestro presente. 

-En la película une dos tramas, la maternidad y la memoria histórica. ¿Era una forma de hablar del trauma íntimo y del trauma de un país? 

-El quid de la película era exactamente eso, el dilema moral de la protagonista, Janice [Penélope Cruz], entre su búsqueda de la verdad colectiva y su verdad íntima y personal. Siempre he sido muy sensible al problema de las fosas comunes, pero no quería hacer una película exclusivamente sobre ese tema. Me di cuenta de que es una cuestión tan poderosa, su calado tenía tanta fuerza, que no se podía mezclar con nada más, porque lo fagocitaba todo. Por eso decidí abordarla de un modo tangencial, a través de la obertura y el epílogo.

-En muchas ocasiones ha declarado que escribía sus películas, sobre todo las que corresponden al periodo de la Movida, como si Franco no hubiera existido, porque era una forma de vengarse de él. 

-Al principio de mi carrera lo decía mucho, era algo deliberado por mi parte. Hacía películas que no reconocían ni la sombra de Franco porque era mi modo de rebelarme contra la dictadura. En ese momento yo estaba pensando solo en divertirme de todas las formas imaginables. Era joven y me encontré en un momento en el que había una explosión de libertad. No queríamos hablar de los fantasmas, era una apuesta absoluta por el placer, por el hedonismo. Tampoco había un talante político en ese movimiento, ni conciencia social. 

-¿Qué ha cambiado ahora?

-Creo que es una cuestión de edad y de que mi perspectiva se ha vuelto más crítica. De alguna manera vuelvo a la Transición desde el desencanto. Dimos los primeros pasos en la democracia desde un punto de vista pragmático, pero con la Ley de Amnistía se dejaron abiertas muchas heridas y con ese pacto de silencio las víctimas continuaron siendo los habitantes del subsuelo. Los socialistas estuvieron varias legislaturas en el poder con mayoría absoluta y no solucionaron este problema, a ellos les hubiera correspondido abrir las fosas. Es un tema muy importante, porque es una forma de deshumanizar, de borrar a las víctimas como si nunca hubieran existido. 

-Dado el alcance internacional de su cine, ¿piensa que servirá para visibilizar este tema en todo el mundo? 

-Yo nunca he sido pedagógico en mis películas, es algo que no va conmigo. Tampoco me gusta el cine político porque cinematográficamente me parece muy pobre y yo tengo un estilo contrapuesto. Pero si algo he aprendido a lo largo del tiempo, es que los directores tenemos el poder de imponer nuestra visión sobre el mundo. Y eso es también una responsabilidad, sobre todo en este caso, ya que la sociedad tiene una deuda moral, una deuda que, lejos de abrir heridas, las cierra todas. Creo que es una cuestión que se puede entender perfectamente en todo el mundo. 

-‘Madres paralelas’ es extremadamente austera. De esas películas de lágrima seca.

-Es una buena definición. Su género podría haber estado enmarcado perfectamente en el melodrama, pero yo no quería eso. De hecho, mi trabajo con Penélope Cruz consistió básicamente en impedirle que llorara. Para ella era su modo de vivir el papel, porque tiene una manera de interpretar muy visceral y tiene que sentir las cosas para hacerlas. Pero aquí tenía que sentir una gran contradicción en su interior, y eso te devasta y te seca por dentro, porque hay culpa, hay vergüenza. Creo que a partir de 'Julieta' inicié un camino de no retorno hacia la contención. Siempre he sido muy barroco, y ahora quiero cambiar de registro y ser más conciso a la hora de plasmar las emociones. 

-Es una película de mujeres solas, de madres que tiran para adelante sin la presencia de los hombres.

Quería hacer un relato intergeneracional femenino situando en el centro a las madres. Yo creo que los hombres, por mucho que nos esforcemos, jamás vamos a entender la magnitud de lo que significa la maternidad, creo que no está en nuestra genética entenderlo. Aquí la protagonista absoluta es la mujer, y así tiene que ser. No importa que sean madres imperfectas, con aristas, son madres. 

-También aborda otros tipos de familia.

-El concepto de familia hace mucho tiempo que cambió y no tiene nada que ver con lo que se dicta desde el Vaticano. Yo propongo una familia abierta, donde puede haber varias mujeres o varios hombres. Lo importante es que se convierta en un núcleo de cuidados para los más pequeños. Ya propuse algo parecido en 'La ley del deseo', de alguna manera siempre ha estado presente en mi cine, pero aquí quería homenajear a las madres vocacionales, a las familias monoparentales, porque hay un deseo muy profundo ahí y muchas dificultades por el camino. Creo que la idea de familia sobrevive gracias a eso y no tiene nada que ver con la normatividad. 

-En ese sentido, los personajes de 'Madres paralelas' no necesitan etiquetarse para vivir su afectividad. Es algo que siempre ha defendido en su cine.

-Para mi la sexualidad siempre ha sido un modo de expresión y de gozo, es uno de los grandes regalos que se nos ha hecho al ser humano. En la Movida la gente se acostaba con ambos géneros sin ningún tipo de problema, no había que poner etiquetas, pero creo que han sido positivas para conseguir una serie de derechos. Para mí el género está dentro de la mente de cada uno, es tan amplio como eso. Por eso me entristece que muchas feministas históricas rechacen a los y las transexuales. De hecho, es un término que debería desaparecer, porque son hombres y mujeres de pleno derecho, lo suyo les ha costado llegar hasta ahí. En cualquier caso, estamos en pleno debate y hay un montón de susceptibilidades heridas. Yo defiendo lo que decía Antonia San Juan en 'Todo sobre mi madre', que ella era más perfecta cuanto más se acercaba a lo que había soñado de sí misma. Puede sonar onírico, pero es la verdad. 

-"Yo soy apolítica para gustarle a todo el mundo", dice Aitana Sánchez-Gijón en la película. ¿Para usted habría sido más fácil serlo?

-Creo que me habría gustado implicarme más y meterme en más charcos. Hay veces que los evitas por simple comodidad. Esa frase se la escuché decir a una actriz en televisión después de la gala de los Goya histórica del ‘No a la guerra’, cuando el PP nos convirtió en su bestia negra. Fue un momento de enorme hostilidad, se hicieron auténticas campañas difamatorias. Así que eso era lo cómodo, no mojarse, y algunos dieron marcha atrás en sus posiciones porque se dieron cuenta de que las consecuencias eran reales y muy graves. 

-Pero estamos en un momento también muy delicado en el que el sector se encuentra constantemente cuestionado por la extrema derecha, con campaña de descrédito hacia el cine español que toca temas delicados.

-Yo por salud mental o inconsciencia, no tengo ninguna preocupación. Cuando hice 'Entre tinieblas' no existía eso que se han sacado de la manga de herir la sensibilidad católica o cristiana. Vivimos en un mundo en el que todo son susceptibilidades. Yo me intento olvidar de todas porque, a la hora de escribir, tengo la convicción de que a alguien voy a ofender, no porque yo quiera, sino porque alguna de esas sensibilidades no va a estar de acuerdo. Pero me parece muy peligroso que caigamos en eso, porque la autocensura es la peor de las censuras. Ahora mismo, la dictadura de lo políticamente correcto es un gran peligro para los creadores y la creación. Es uno de los grandes males de nuestra sociedad, unido al de las redes sociales, que le dan voz a una masa anónima que organiza el odio. Me parece una situación delicadísima, más que cuando empecé con ‘Pepi, Luci, Bom’. 

-De hecho, es recurrente preguntarle, ¿ahora se podría hacer esa película?

-No tengo ni idea, pero lo único que sé es que yo sí que la haría. Creo que es importante que la gente joven que está empezando se atreva a ir lo más lejos posible, intente ser personal, auténtica, que rompan con lo establecido, que digan cosas de una manera que nunca se haya dicho. El futuro depende de ellos. Por eso me alegra ver películas como 'Titane' o 'Annette', porque no se parecen a nada, y eso me da esperanza. 

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