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Eivissa Jazz Arturo Pueyo Clarinetista

El clarinetista de Ibiza Arturo Pueyo: «Para disfrutar del jazz no hace falta entenderlo»

El músico ibicenco presentará hoy en el parque Reina Sofía su cuarteto y su primer trabajo, ‘Derroteros’, que grabó justo antes de la pandemia

El clarinetista ibicenco Arturo Pueyo, ayer en las instalaciones de la sede de Diario de Ibiza. | IRENE VILÀ CAPAFONS

El clarinetista Arturo Pueyo (Ibiza, 1991), que reside en Madrid desde hace trece años, ha tenido la oportunidad de tocar en el Eivissa Jazz en varias ocasiones, con la Big Band Ciutat d’Eivissa y con Jazz Division. La de hoy a las 21 horas en el parque Reina Sofía, en Vila, será su «cuarta» actuación en el festival ibicenco, pero también la más especial, porque es la primera vez que acude con proyecto propio y, además, para presentar su primer álbum, ‘Derroteros’.

¿Qué supone para usted tocar en el Eivissa Jazz?

Algo muy bonito porque llevo yendo como público al festival desde niño. Todavía me acuerdo de cómo me impactó escuchar, siendo un adolescente, al contrabajista Avishai Cohen, del que soy fan desde entonces. El hecho de tocar en el Reina Sofía también hace esta ocasión especial porque supone volver al mismo sitio donde tocaba desde los doce años con la Banda Simfònica Ciutat d’Eivissa en las Festes de la Terra.

¿Cuáles diría que son los puntos fuertes de este festival?

Comparándolo con festivales de las mismas dimensiones, diría que éste es uno de los mejores por su ubicación. Los músicos que vienen de fuera alucinan con eso de actuar en un sitio tan bonito. El entorno de Dalt Vila lo pone superfácil. Otro punto fuerte en mi opinión de este festival es que apuesta por el jazz nacional.

¿Algún punto débil?

Creo que el punto más flaco que observo es que se anuncia con poca antelación. No es que se anuncie mal, pero lo hace con poco margen de tiempo.

Hablemos de ‘Derroteros’, el disco que presentará esta noche en Ibiza.

Lo grabé justo una semana antes de la pandemia, por eso he tardado tanto en sacarlo. Esperé a presentarlo a que ya no hubiera limitación de aforos en las salas. El disco en sí es una recopilación de temas que he ido componiendo a lo largo de los años. Llegó un momento en que decidí que quería lanzar un álbum e hice una selección de aquellas piezas que cuadraban con el formato en que quería grabar, pero no hay una unidad temática. Cada tema es un derrotero por el que me he ido y refleja un momento vital y musical distinto. Los más antiguos son ‘Moral’ y ‘No aparques en doble fila’.

Todos son temas suyos excepto el de ‘Roqueta, sa meua roca’, al que le ha puesto voz Ángela Cervantes. ¿Cómo surgió esta colaboración?

Primero pensé en el tema. Quería que dentro del disco hubiera un estándar (composición musical ampliamente conocida, interpretada y grabada entre los músicos de jazz), pero buscaba una pieza que fuera un estándar para mí. Hice una lista muy larga en la que había desde heavy metal hasta música clásica y de repente lo vi claro, ‘Roqueta, sa meua roca’. Enseguida pensé que Ángela era la persona que tenía que cantarla y la llamé. Si me hubiera dicho que no, no la hubiera grabado.

«Yo quiero que un concierto de jazz sea divertido, no me gusta vender mi música como algo intelectual»

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¿Y cómo se fraguó la colaboración con Ariel Brínguez en el tema ‘Encandilao’?

Al poco de instalarme en Madrid, una de las escenas musicales que más me impactó fue la de una generación de cubanos de la que forma parte Ariel. Me impactó tanto que, de hecho, creo que, de manera inconsciente, la inspiración para componer ‘Encandilao’ surgió de escuchar a estos músicos. En el disco aparecen dos invitados más, Daniel Juárez y Miron Rafajlovic, a los que admiro y con los que tengo amistad.

¿Qué le motivó a crear su propio proyecto, del que forman parte Seir Caneda (piano), Arturo Valero (contrabajo) y Rodrigo Ballesteros (batería)?

Nos conocemos de la escena del jazz de Madrid. Somos todos de la misma generación más o menos. Mucho antes de grabar el disco, estuve llevando una jam session mensual en un local madrileño que se llamaba El Plaza Jazz Club. La banda se montó para esas jam sessions, que duraron dos años, luego aquel club se cerró y ahora es una farmacia. Algunos de los temas de ‘Derroteros’, los más antiguos, los tocamos ya en aquellas jam sessions.

Defina musicalmente su primer álbum.

Es un disco de jazz, indudablemente, pero el subgénero no está tan claro. Algunos temas podrían sonar un poco más tradicionales o un poco más cerca del bebop, pero después hay una parte que podría considerarse latin jazz y también hay alguna cosa con ritmos afros. Tengo amigos músicos del jazz tradicional que piensan que lo que hago es una cosa contemporánea o del futuro, pero para otros soy un pureta. Para mí, una cosa importante, más allá de lo estilístico, es que lo que hago no sea aburrido, un cliché que se le atribuye con frecuencia al jazz, que se considera algo intelectual y elevado. Yo quiero que un concierto de jazz sea algo ameno, divertido, y que se aleje de la música de fondo, es decir, que la gente lo escuche, pero al mismo tiempo que no sea una cosa con pretensiones intelectuales elevadas. Hay un punto de intelectualización en el jazz que a mí no me gusta. Yo prefiero hacer un chiste entre tema y tema. No me gusta vender mi música como algo intelectual. Lo que pasa con el jazz, al igual que con la música clásica, es que existe el prejuicio de que para disfrutarlo hay que entenderlo y no es así. El entendimiento intelectual hace falta para componer o tocar esa música, pero no para apreciarla, igual que nadie se plantea que tiene que entender la música de Maluma.

De izquierda a derecha, Arturo Valero, Seir Caneda, Arturo Pueyo y Rodrigo Ballesteros. Marga Torres

El clarinete ha estado presente en la historia del jazz desde principios del siglo XX. Tuvo una época dorada, pero luego su importancia fue decayendo. ¿En la escena actual qué peso tiene?

Muy poco. Ahora mismo en Madrid tengo muy pocos colegas clarinetistas. Hay unos poquitos más en el ámbito del jazz más tradicional, el de la gente que recrea la época del swing, pero que hagan un jazz algo más moderno, y eso incluye los años 50, realmente en Madrid soy el único, creo.

¿Y por qué piensa que pasa eso?

Porque el clarinete se asocia mucho al jazz tradicional. Fuera de esa escena no se estila, mucha gente busca otras sonoridades. En otros países sigue siendo relativamente minoritario, pero en Francia o Brasil, por ejemplo, hay más. Dentro del mundo de jazz más o menos moderno, si comparas con saxofonistas, pianistas o trompetistas, el número de clarinetistas que hay es ridículo.

¿El clarinete fue su primera opción?

Sí. Tenía siete u ocho años cuando mi madre me apuntó al Patronato Municipal de Música de Ibiza. El primer año era de introducción a la música y cuando terminó mi madre me llevó a la audición de final de curso en Can Ventosa. Mi idea a priori era elegir la flauta, pero en aquella audición escuché a un dúo de clarinetes y le dije a mi madre: ‘Quiero eso’. No sabía ni cómo se llamaba el instrumento.

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