Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Debate interno

Silencio tenso en Junts tras la condena a Laura Borràs por corrupción

Los posconvergentes viven en una falsa sensación de unidad, ya que el origen del problema es la coexistencia de dos formas antagónicas de entender el partido

El secretario general de Junts, Jordi Turull; la presidenta de Junts, Laura Borràs y el líder del partido en el Parlament, Albert Batet. EP

Silencio tenso. Esta es la situación interna en Junts per Catalunya tras la sentencia del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) a la presidenta del partido, Laura Borràs, a cuatro años, seis meses y un día de prisión y a 13 años y un día de inhabilitación por un delito continuado de falsedad en documento oficial y otro de prevaricación, al haber fraccionado contratos para favorecer a un amigo, el informático Isaías Herrero, cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes (ILC), un órgano dependiente de la Conselleria de Cultura.

"Debería apartarse y parar de hacernos hacer el ridículo", se queja -siempre en privado- una dirigente. Mientras, los fieles a Borràs sostienen lo que ella explica en público y privado: que no sólo no se apartará, sino que plantará cara externa e internamente. Lo único que puede unir a unos y otros, por ahora, es la necesidad de ocupar la presidencia del Parlament si la Junta Electoral la deja sin escaño antes de que el fallo del TSJC sea firme.

La jornada en la que se comunicó la sentencia generó una falsa sensación de unidad. La hubo y el entorno de Borràs celebra que el secretario general, Jordi Turull, "cumpliera con lo pactado" para gestionar la respuesta a la decisión del alto tribunal. Los diputados arroparon a Borràs a las puertas del Parlament durante su declaración y la dirección también, pero con excepciones como la del candidato a alcalde de Barcelona, Xavier Trias, o algunos 'exconsellers'.

Pero la paz es frágil y por eso la unidad es en cierto sentido falsa, porque se basa sólo en lo que Turull exigió el jueves: no perjudicar a los intereses electorales de los candidatos del partido a las elecciones municipales del 28 de mayo. ¿Qué pasará después? Los 'lauristas' no darán ni un paso atrás. Se escudan en que los estatutos del partido solo hablan de medidas disciplinarias para casos con sentencia firme y no para los que sean "lawfare", es decir, persecución política, como alega Borràs y el propio Turull. Pero si se trata o no de persecución lo debe dirimir la comisión de garantías, presidida por Magda Oranich, que este viernes en La 2 ha sido la primera en pedir públcamente a Borràs que se aparte. Lo piensan muchos y muchos otros, lo verbaliza por ahora solo Oranich ante las cámaras, que ya denunció presiones de la presidenta suspendida del Parlament en el 'caso Dalmases'.

Tras las municipales

Este episodio es solo el aperitivo de lo que puede suceder tras los comicios municipales. Si Trias logra la alcaldía de Barcelona, esta puede ser una palanca para animar a los críticos con Borràs presionen a Turull para tomar una decisión interna contra ella y dejar de "ponerse de perfil", como se lamenta un exalto cargo, que apela a la "higiene democrática y ética".

Pero el secretario general, al menos por ahora, gestiona la controversia con la táctica basada en dejar pasar el tiempo para que los hechos inapelables actúen por él. Por ejemplo, si la Junta Electoral obliga a sustituir a Borràs en el Parlament o si la propia sentencia -que no es firme, pero está vigente- le impide ser candidata a la Generalitat. A parte de Turull, debería ser algún otro cargo o nombre de peso como Josep Rull, quien diera un paso adelante.

El conflicto de fondo

La sentencia a Borràs no es el origen del problema interno, sino que lo alimenta. El problema consiste en la existencia, como agua y aceite, de dos formas antagónicas de entender el proyecto. Borràs cree en reactivar la declaración unilateral de independencia, en el movimiento social independentista, más que en los partidos, y prioriza esta agenda unilateralista por encima de la ideología o la gestión, por lo que rechaza toda colaboración con el Estado.

Prueba de ello es que no era partidaria de formar parte del Govern de ERC y que juega al límite de la legalidad -aunque finalmente acató en el 'caso Juvillà' como presidenta del Parlament-, que afirma que no tiene una buena relación con los Mossos d'Esquadra y que se manifiesta en la Meridiana cuando el Govern recomienda no hacerlo, por poner algunos ejemplos.

Los fieles a Turull, en cambio, quieren fortalecer un partido de orden, de gestión, de centro o centroderecha, independentista, pero que no haga "ximpleries" (tonterías), en la terminología de Trias. Y creen que las posiciones de Borràs, como las de la eurodiputada Clara Ponsatí (que defiende que la independencia es tan importante que merece poner en juego la vida), llevan a Junts a un espacio reducido y arrinconado en el tablero político.

Las espadas están en alto desde hace meses. A Borràs internamente se le ha reclamado que diera pasos atrás como presidenta de la Cámara por su imputación. Y las cartas están encima de la mesa. La única duda es cuando empezará la partida y si, como insinuó este jueves Turull, esta se jugará en un congreso extraordinario en el que dos listas compitan entre sí, como algunos ya recomendaban el pasado año antes del congreso de Argeleres en el que 'in extremis' Turull y Borràs firmaron un armisticio precario, que pocas semanas más tarde, en el segundo cónclave, saltó por los aires.

Compartir el artículo

stats