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PRIMER ANIVERSARIO NAUFRAGIO DEL PITANXO

"Padín los dejó tirados como perros"

“Lo peor no es lo que hemos visto, sino lo que hemos sentido” | Habla un tripulante del buque Playa Menduiña Dos, que rescató a los supervivientes y llevó los cadáveres hasta Canadá

El pesquero “Playa Menduiña Dos”, a su llegada a Canadá. EP

El Playa Menduiña Dos recibió la llamada de auxilio, desde Madrid, a las 4:41 de la madrugada del 15 de febrero. Algo había pasado con el arrastrero Villa de Pitanxo, a unas 300 millas de la costa de Canadá. “Jamás me imaginé que nos íbamos a encontrar eso”. Sin rastro del buque. Una balsa con tres personas con vida; otra, vacía. Cadáveres. Y Juan Padín, el capitán, “con los tenis secos”. Pedro (no es su nombre real), tripulante del Playa, no va a olvidarlo nunca. “Ya había sacado a gente del agua antes. Claro que no es agradable. Pero eso... fue otra cosa”.

Desde el Pitanxo no se emitió ninguna señal de socorro, tras haber escorado drásticamente a babor durante la virada del aparejo. “Se lo preguntamos. Juan, ¿por qué no pediste ayuda? ¿Por qué no avisaste a nadie? Juan, ¿dónde está el costa [primer oficial, Juan Antonio Cordero, de guardia esa noche]”. Pero el patrón no ofreció, insiste Pedro, ninguna respuesta certera. “No emitió un mayday, no pulsó el distress [que activa una señal de auxilio a través de la emisora], no dio señal de abandono del barco. ¿Dice que sí pidió ayuda y no lo escuchamos ninguno de los que estábamos pescando? No. Pasó lo que pasó y él se las arregló para salvarse. Los dejó tirados como perros. Porque Eduardo [Rial, sobrino de Padín] tuvo que tirarse al agua [para subir a la balsa], pero Juan venía con los tenis secos”. El infierno en la mar, y en la mirada de un patrón –como la armadora Pesquerías Nores– que ha sido imputado por 21 homicidios por imprudencia grave, contra los derechos de los trabajadores, falsedad documental y encubrimiento. “El haber visto esos ojos sin vida [de Padín] me hace pensar en lo que pudo haber pasado aquella noche en el puente”.

“Eduardo tuvo que tirarse al agua, pero Juan venía con las zapatillas secas”

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Pedro no juzga la maniobra de virada del aparejo porque “yo no estaba allí, no sé lo que pasó”. Sabe lo que vio. Que la gente que sacaron del agua, muerta literalmente de frío, estaba casi desnuda o con ropa de aguas. Que, cuando los supervivientes ya estaban a bordo –además de Juan Padín y Eduardo, solo salió con vida del siniestro el marinero Samuel Kwesi Koufie–, el capitán pidió papel y boli para “acordar” lo que tenían que declarar al llegar al puerto de St. John’s. Que vio cosas que este periódico considera inenarrables, por respeto a Pedro, a sus compañeros y a las familias de los fallecidos. Que “estuvimos durmiendo vestidos [hasta llegar a Canadá]” porque habían usado sus mantas para amortajar los nueve cadáveres recuperados del agua. “No nos ayudó a hacerlo, a desvestirlos. Lo peor fue tenerlo a bordo, hasta haciendo bromas”. Casi cinco días tuvieron que compartir espacios los tripulantes de este pesquero de la armadora Moradiña con los fallecidos y los tres que han vivido, cada uno a su manera, para contarlo. Y no fue agradable. Ya en tierra, ni Padín ni Eduardo se despidieron de la tripulación del Playa; el primero acabó, en aquel muelle, comiendo unos donuts. “A mí me daban arcadas”.

“No hizo el mayday, no pulsó el distress, no hizo señal de abandono. Y saberlo es una mierda”

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Una docena de los compañeros de Pedro prestaron declaración en la Audiencia Nacional, donde ratificaron lo que ya habían contado a la Guardia Civil y donde se instruye esta investigación penal. Un colega de este marinero llegó a apuntar, a este periódico, que necesitaba “explicarlo de una vez, para pasar página pero también para no olvidarme de nada”.

Pedro avanza, poco a poco. Y cuesta. “Saber todo esto es una mierda. Lo peor no es lo que hemos visto, sino lo que hemos vivido”.

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