Vuelve Pujol. Tras una etapa de ostracismo, de tristeza y flagelación cristiana por haber estafado millones de euros durante años, a los 93 años y tras recuperarse de un ictus, el 'expresident' aprovechó la presentación de una reedición de un libro suyo de referencia para desplegar toda la paleta de colores de su autoestima. Pujol reivindicó su paso por la cárcel en el franquismo, su proyecto de país, el "orgullo" frente a la tristeza y la idea de un país que pese a todo está "vivo". Incluso se permitió sus habituales gags de coquetería, despiste y dotes de mando: "Soy viejo pero tengo una cierta energía. ¡Callaos!", bromeó.

A las puertas de ser juzgado junto a toda su familia -su mujer, Marta Ferrusola, está exenta por motivos de salud- por haber defraudado a Hacienda y gestionado una gran cantidad de dinero de forma presuntamente irregular, Pujol lleva meses pasando del castigo a si mismo a toda una declaración explícita de combate frente a una imagen pública como mínimo lesionada. No lo pareció este miércoles en la céntrica librería en la que se congregó una multitud de fieles y de personalidades de ayer y hoy de la política, los medios de comunicación y el entorno convergente de toda la vida. Ni rastro de la confesión, ni rastro del castigo moral. Al contrario, desde el 'expresident' Artur Mas a Miquel Roca, de expresidentes del FCBarcelona a destacados exdirigentes de los medios de comunicación públicos... Ni rastro de reproches. Ni una palabra sobre su confesión, salvo las que pronunció de pasada una joven que participó en la presentación del libro, que simplemente mencionó que para su generación, tras la confesión, "ya no se podía nombrar" a Pujol.

"He fallado al joven que yo era"

El único atisbo de autocrítica de Pujol fue la frase: "He fallado al joven que yo era, lleno de ilusión y de entusiasmo", para enseguida añadir que "tengo convicción, fe, esperanza, pero no puedo acabar de estar contento conmigo, no con mucha gente". Palabras que sonaban a reproche, también, sin destinatario fijo.

Pujol desplegó su historia, la de un niño que con diez años dijo "este país lo tendremos que rehacer" Catalunya tras la guerra civil cuando subió al Tagamanent. Habló de su paso por la cárcel (fruto del cual son los textos de "Dels turons a l'altra banda del riu" y presumió de su modelo de catalanismo, pese a la nueva fase independentista. Dejó claro que su idea nunca ha sido antiespañola sino de voluntad activa de presencia en España, aunque "de momento no nos ha salido bien, pero quizás un día dará su resultado". Todo ello combinado con una advertencia sobre el peligro de que Catalunya "vuelva a ser presionada en un sentido negativo" cosa que, remata, obliga a la recuperación de "la voluntad de tirar adelante". Pujol, hábil, evita referencias a la actualidad y en cambio despliega sus grandes conceptos como el de la integración de la inmigración y la autoestima colectiva: "Yo que estoy tentado por la tristeza noto que el país está vivo".

Este despliegue del Pujol clásico, pese a su edad, fue acompañado de un tono distendido, que hizo las delicias del personal, como cuando dijo, mirando una foto suya de los años 60, que "cuando era joven, era guapo", pidió a su hijo Oriol si había hecho un mal discurso, y mandó a callar a los presentes en tono de broma. Se puso al público en el bolsillo y cumplió una etapa más de su estrategia personal -y posiblemente judicial- de redención.

Su libro anterior se titulaba 'Entre el dolor y la esperanza'. Ahora hay mucho más de lo segundo, unido al orgullo indisimulado -el mismo que desplegó con acritud en el Parlament cuando compareció tras la confesión, de alguien a quien ya no insultan en la calle por estafador y corrupto.