Un testigo ha asegurado este martes que fue coaccionado por parte de tres policías locales de Palma para que contratara a un agente como portero en su local en 2002 a cambio de no recibir inspecciones y ahorrarse así multas y sanciones. "O me pones un portero o vengo a cerrarte", le amenazaron los policías, según ha explicado hoy el hombre en el juicio del caso Cursach. El testigo ha explicado que se plegó a sus exigencias y ha señalado a Nicanor Góngora y Gabriel Mayol, quien iba "todos los miércoles" a cobrar por este servicio. Las defensas han mostrado varias actas levantadas contra su negocio en ese periodo de supuesta protección, a las que el testigo no ha sabido dar explicación. Según ha dicho, al año siguiente dejó de tener este trato de favor y comenzó una campaña de "acoso y derribo" policial que desembocó en el cierre del negocio.

El hombre regentó entre 2001 y 2005 un establecimiento nocturno situado en la calle Berlín, en Playa de Palma. En 2002, "apareció un grupo de tres policías y me dijeron que si contrataba a agentes no tendría problemas", ha señalado. Llegaron al acuerdo de que contrataría a un portero, pese a que "no lo necesitaba". "La idea era que a cambio no tendría inspecciones. Accedí para que no me cerraran, para que me dejaran vivir", ha añadido.

En su declaración, ha explicado que durante varios meses estuvo trabajando en su local un agente al que solo ha identificado con su nombre de pila, Juan, y tuvo "una época de tranquilidad" sin recibir visitas de la Policía Local. Pero las defensas le han mostrado varias actas levantadas en su establecimiento durante esas fechas. "No tengo explicación", ha señalado ante la insistencia de los abogados y del tribunal sobre esta situación.

El testigo ha señalado a Nicanor Góngora, uno de los policías locales que se sienta en el banquillo de los acusados, como uno de los que formaban el grupo con los que cerró el trato para contratar a un portero. Además, ha apuntado a Gabriel Mayol como el encargado de ir a cobrar "todos los miércoles" por este servicio.

Según su versión, la situación cambió en 2003, a raíz de un cambio interno en la Policía Local. "Yo solo sé que ellos ya no podían tenerme a salvo", ha indicado. A partir de entonces empezó a recibir inspecciones policiales. Pese a que en un principio ha dicho que cumplía la normativa y las actas eran por tanto fraudulentas, ha acabado admitiendo que en ocasiones superaba hasta dos horas y media el horario de cierre permitido. "Es posible que me pasara un poquito", ha reconocido.