La coronación de Isabel Díaz Ayuso llegará este fin de semana. Atrás queda una guerra civil que enfrentó durante meses a la anterior cúpula con la presidenta madrileña para evitar, precisamente, que se hiciera con las riendas de la formación en la Comunidad, y que terminó con la caída irremediable de Pablo Casado. A pesar de que será un congreso de alfombra roja (Alberto Núñez Feijóo quiso que el primer cónclave autonómico en convocarse bajo su mandato fuera este, precisamente para zanjar la crisis interna) el nerviosismo persiste en los municipios de la región a la espera de conocer el nuevo comité ejecutivo.

Es decir, las personas que controlarán el partido a un año exacto de las elecciones y que designarán las candidaturas. A eso se suman las decenas de pueblos que siguen en manos de gestoras. La única incógnita resuelta desde hace tiempo es que Alfonso Serrano, hombre de la total confianza de Ayuso y portavoz parlamentario en la Asamblea, será el secretario general. “Un súper número dos”, dicen distintos alcaldes consultados por este diario, dando por hecho que será él quien lleve el día a día de la formación. “Tiene manos libres y Ayuso delegará en él con absoluta tranquilidad”, aseguran.

Si algo dejó claro la presidenta de la Comunidad es que pretende separar por completo la gestión (los consejeros de su Gobierno) del partido. Eso implicaría también la salida de facto de los dos consejeros que hoy sí están en el comité ejecutivo, Carlos Izquierdo y David Pérez. El último ocupa la vicesecretaría territorial, puesto clave en la confección de las listas. En realidad, la mayoría de los dirigentes dan por hecho que Ayuso cambiará casi por completo la dirección, de manera similar a lo que ha hecho Feijóo a nivel nacional.

La dirigente madrileña mantiene un enfrentamiento abierto con la secretaria general actual, Ana Camins (del núcleo duro de Pablo Casado y muy cercana a Ángel Carromero) y, por extensión, con el presidente, Pío García Escudero. Uno de los mayores reproches que Ayuso ha hecho durante todo este tiempo, desde que es presidenta de la Comunidad (primero en coalición con Ciudadanos y, tras el 4-M, en solitario rozando la mayoría absoluta) es que partido y gobierno no funcionaban coordinados. 

Sin señalar con claridad el problema, la sensación que siempre ha cundido en Sol es que el partido no remaba a favor de la presidenta y que, en realidad, “ponían más palos en las ruedas que manos para colaborar”. Esto azuzaba las prisas de Ayuso por “poner orden” cuanto antes y “normalizar” la situación en Madrid haciendo coincidir la presidencia del gobierno y la del partido. Y en ese punto, Casado y Teodoro García Egea decidieron apostar por la llamada “tercera vía”: separar lo institucional de lo orgánico y vetar la posibilidad de que la madrileña acumula el mismo poder que popularidad.

Almeida, fuera de lo orgánico

En esa insistencia de Casado y su número dos por frenar el ascenso de Ayuso entró en acción la figura de José Luis Martínez-Almeida, a pesar de que el alcalde de la capital nunca tuvo interés por la cuestión orgánica ni aspiraciones reales de presidir el partido. Sí se alineó con muchas de las tesis de la anterior dirección nacional que pretendían poner coto a la presidenta. 

En todo caso, el alcalde no ha exigido a Ayuso poder orgánico en la nueva organización. En el partido dan por hecho que habrá representación del Ayuntamiento, como es lógico. Pero la situación de desgaste que acumula el primer edil ha restado sus opciones de poder interno. Almeida está convencido de centrarse por completo en la gestión municipal y recuperar el pulso previo a estos meses, primero de crisis interna y, después, de polémicas en el consistorio (por el supuesto espionaje a la presidenta y otros casos como el de las mascarillas con la implicación de su primo que, sin imputaciones de por medio, también le han pasado factura).

En la formación coinciden en que Almeida “se dejó enredar” por la anterior cúpula cuando en realidad nunca manifestó interés por las cuestiones internas. También hay una convicción generalizada de que podrá superar la actual fase y que podrá revalidar la alcaldía el año que viene. 

Convención ideológica

El objetivo de hacerse con la presidencia del PP madrileño con rapidez también tenía que ver con el calendario electoral. A Ayuso le preocupa poner a punto las estructuras municipales de cara a mayo de 2023. Según los estatutos, tras el congreso autonómico todos los municipios deben convocar sus propias asambleas. Ese será el momento de designar a los candidatos y sus respectivas listas. 

Ayuso insistió tras su victoria del 4-M que la precampaña del siguiendo ciclo electoral comenzaba esa misma noche. Una vez esté en marcha toda la gestión orgánica del partido será el momento de abordar el debate ideológico. La idea que tiene la presidenta es organizar una convención teniendo en cuenta que el congreso de este fin de semana, de carácter extraordinario, solo sirve para elegir al nuevo comité ejecutivo. No habrá debate ideológico ni ponencias de otro tipo.

Alcaldes y dirigentes del PP madrileño cuentan con que la convención, prevista para el otoño, probablemente en el mes de octubre, estará dirigida a renovar los principales debates políticos de la formación en Madrid y el propio programa electoral a meses de la cita con las urnas.