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Cuidar la salud mental

Errejón: "Todavía no estamos preparados para que un político diga que va al psicólogo"

El líder de Más País reivindica la necesidad de reconocer las "propias vulnerabilidades" y buscar la "fortaleza colectiva"

Entrevista a Íñigo Errejón

Entrevista a Íñigo Errejón. JOSÉ LUIS ROCA

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Entrevista a Íñigo Errejón. Miguel Ángel Rodríguez

Íñigo Errejón (Madrid, 1983) entró en política en 2014. Primero, fundó Podemos y, posteriormente, Más País. Sabe lo que es estar bajo la presión de los focos y sufrir el desgaste diario de la primera línea política. Trata de quitar dramatismo a su situación y recuerda que la vida se ha vuelto "difícil" para todos. Por eso, en los últimos años, ha hecho bandera en el Congreso de la necesidad de cuidar la salud mental de la ciudadanía.

En su libro 'Con Todo. De los años veloces al futuro', cuenta que el día que decidieron lanzar Podemos pensó "vamos a acabar jodidos y rotos". ¿Se ha cumplido ese presagio?

Igual me pasé de dramático, pero algo hay. La primera línea política implica muchas renuncias. A cambio, también hay muchas cosas buenas. La política, entendida como una pasión para transformar las cosas, es una máquina muy defectuosa en la que le metes mucha energía para conseguir avanzar tres pasos. Lo que pasa es que la gente que no es millonaria solo tiene esa máquina. Si solo miraras lo personal, te llevas muchos momentos duros y también pasas muchos momentos muy alegres, lo que pasa es que lo haces por algo que va más allá de ti. El apasionarte con otros y el que te duelan también los dolores de otros. Eso exige renuncias, pero aquí tampoco quiero ser melodramático.

Habla de la "hostia emocional" que supuso la polémica por la beca que cursó en la Universidad de Málaga. Imagino que desde entonces ha habido otras situaciones similares. ¿Cada vez que uno se encuentra en el foco mediático ocurre esto o se acaba acostumbrando?

Sí, porque si no no podrías, porque si no no aguantarías. Lo que no lograrás es que se acostumbre la gente que te rodea. Tú te acostumbras, pero tu madre o tus amigos, no. Y tú te acostumbras porque coges una cierta distancia y, sobre todo, entiendes que hay que mirar más allá de la dictadura de la actualidad, que las cosas que hoy son el único tema pasado mañana casi han dejado de existir. A mí, aquel momento, me dio mucha rabia, pero hay veces que la ola es más grande que tú y no puedes dar explicaciones cada vez que sale una noticia. Tienes que aguantar el tirón y el tiempo te acaba haciendo justicia. La primera vez que lo pasas te hace mucho más daño que las siguientes.

El lunes salió, por fin, la absolución de mi juicio. Había un señor de extrema derecha que me acusó falsamente y, finalmente, el juez ha decretado que no había nada. El problema es que hemos estado un año así y una parte del daño está hecho. Eso es muy peligroso porque comporta un mensaje a la gente que no es poderosa: "No te metas porque el coste es muy elevado". Si para meterte en política tienes que perder la capacidad de que las cosas te conmuevan, de ser frágil, de que las cosas te afecten y te tienes que insensibilizar, solo se meten un tipo de perfiles en política, que van perdiendo la sensibilidad con respecto a sus ciudadanos, y, por tanto, las políticas públicas solo se hacen al servicio de esa pequeña élite.

¿Y usted, cómo ha vivido este último año?

Una mezcla. No es la primera vez y, por lo tanto, ya sabes cómo va esto. Ahora bien, yo he estado permanentemente con ganas de quitármelo de encima donde me lo tenía que quitar. Creo que esto no tendría que haber llegado tan lejos. Una vez que se acaba tienes una sensación de alivio y rabia porque te hace pasar momento desagradables. Que a uno le acusen de cosas feas y de cosas falsas es feo, es incómodo, sobre todo por la gente que te rodea, que no tiene que estar acostumbrada.

En España ahora estamos en una especie de resaca reaccionara que está sembrando nuestro país de odio, pero eso no es polarización. En el Congreso, no todo le mundo insulta, no todo el mundo grita. Quienes llama a las diputadas bruja, fea o gilipollas es siempre la extrema derecha. Yo no insulto, yo no grito. Defiendo mis ideas con mucha vehemencia. De hecho, creo que mis ideas son mejores que las del adversario y quiero derrotar las ideas del adversario, pero respeto a los que las defienden.

El líder de Más País, Íñigo Errejón. JOSE LUIS ROCA

Usted reivindicó en el Congreso la necesidad de cuidar la salud mental y un diputado del PP llegó a espetarle que se fuera al médico. ¿Es un tabú entre los políticos hablar sobre este tema?

Creo que tiene mucho que ver con una cierta visión patriarcal de la política por la cual ser fuerte es parecer fuerte. En realidad, creo, y esto es una aportación del feminismo, que ser fuerte es reconocer las propias vulnerabilidades, reconocer en qué puntos soy más frágil y construir con otra gente, que también es frágil, fortaleza colectiva.

Sobre aquel diputado del PP, estoy convencido de que en algún momento ha necesitado acudir a terapia o que algún familiar suyo lo ha necesitado, o que ha necesitado alguna pastilla para aguantar el ritmo, o tomarse algún medicamente para dormir y para controlar la ansiedad. Estoy convencido. Solo que él cree que es más fuerte por no decirlo y no reconocerlo. Desde aquella intervención, creo que hoy es menos vergüenza que antes en España. Hemos roto el tabú por arriba, ahora falta la gran ola de la salud mental que es la ola de la salud mental de las trabajadoras y de los trabajadores. Esa es la más grande. Y la segunda cosa que falta, y más importante, es muchísimo dinero, muchísimo recursos para que esto no sea una moda, para que esto sea un derecho.

¿Cree que estamos en un punto en el que un político sería capaz de decir públicamente que va a terapia?

Nos falta. Yo creo que hoy todavía no estamos preparados para que un representante público, muchos menos alguien que esté en labores de gobierno, lo diga. Nos parecería un signo de que esa persona no está en condiciones de tomar decisiones por todo los españoles. Si rompemos con la hipocresía, reconoceremos que a todo el mundo le pasa en diferentes grados. Cuando yo hice aquella intervención en el Congreso, una parte del silencio que se produjo es porque estaba hablando de cosas que todo el mundo sabía lo que eran. Nadie había dicho nunca Diazepam en el Congreso o Lexatin, pero todo el mundo sabe lo que es.

Creo que todavía la sociedad española le pide a los representantes públicos dos cosas incompatibles entre sí, que seamos de verdad y, a la vez, que no mostremos ningún signo de equivocación, debilidad, fragilidad... Las dos cosas a la vez son imposibles, porque si eres de verdad, a veces te rompes, a veces te magullas, a veces no puedes, a veces tienes días espléndidos y a veces días más difíciles.

Tras casi 8 años en política, ¿cree que alguna vez ha colaborado en dañar la salud mental de algún compañero o adversario político?

Si dijera que no estaría mintiendo. Seguro que sí. Te puedo decir que soy bastante riguroso en intentar separar un durísimo combate con las ideas con un exquisito respeto a las personas. Hay diputados en la Cámara que defienden ideas de odio, retroceso, desigualdad... que me parecen deleznables y que tienen que ser derrotadas, pero creo que tienen derecho a defenderlas y yo derecho a combatirlas, pero lo que estoy combatiendo es a las ideas, no a las personas. Ahora, eso sí, la política es una deporte intenso y de contacto. Eso significa que tiene momentos duros.

Además, la actividad de la política institucional tiende a separar a los representantes de los representando. Tiende a hacer que los representantes vivan en entornos cada vez más separada del grueso de los representados y eso tiene dos problemas. Si vives muy separado de las preocupaciones de la ciudadanía, no le eres muy útil.

Por otra parte, la separación entre representantes y representados produce también una suerte de alienación, una cosa es la figura y el personaje que sale en los medios y otra cosa es la persona. A mí, en la vida, no me llamaron nunca Errejón. A mí me llamaban Íñigo y mis seres queridos me llaman Íñigo y Errejón es el nombre de la exposición pública, pero es muy importante que la exposición pública no se lo coma todo. Es muy importante que puedas cerrar la puerta y tengas espacios tuyos en los que desconectar, en los que vivir, escuchar y reírte de otras cosas.

Y quiero cerrar con una cosa. Esto no solo nos pasa a nosotros. La vida se ha hecho más insegura y mucho más frágil para todo el mundo. Cuando hablamos de salud mental no hablamos solo de que te reciba un psicólogo, sino de que hoy la vida produce mucho dolor para mucha gente. ¿Cuál es la receta, ir haciendo todos como que somos fuertes y que no pasada nada? Creo que no, creo que es reconocer que la vida nos ha hecho frágil y que la manera de fortalecerlo es en común, restableciendo una sociedad en la que tengamos derecho a vivir sin miedo. 

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