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Juego de Tronos

¿Por qué los años 20 del siglo XX y XXI se parecen tanto?

El mundo de hoy es, en buena medida, el resultado de la forma cómo terminó en 1989 la guerra fría posterior a la derrota de Hitler

Vladimir Putin y Emmanuel Macron. EP

A los ojos de un profano, los grandes males del siglo XX fueron larvados en los años 20. De la misma manera que la era de bienestar jamás vista en la historia de la humanidad, surgió de las decisiones que se tomaron en la década de los 50. En 1922, la inflación en Alemania fue del 70% como consecuencia de los pagos a los que tenía que hacer frente por haber perdido la primera guerra mundial. En 2022, la inflación germana es del 7,5%, como consecuencia de su dependencia del gas ruso. El mundo de hoy es, en buena medida, el resultado de la forma cómo terminó en 1989 la guerra fría posterior a la derrota de Hitler. En 1922, se iban configurando los partidos comunistas en medio mundo, alentados por la Rusia de Lenin. En 2022, la extrema derecha va a gobernar una autonomía dentro de la UE alentada por la Francia de Le Pen. En 1922, España bombardeaba Marruecos, y en 2022 ha decidido convertirse en su aliado. 100 años después, la lucha por las materias primas y la energía, el extremismo ideológico y la geoestrategia vuelven a convulsionar la política. Menos mal que Fukuyama proclamó el fin de la historia.

Banalizar a la extrema derecha

A ciertos dirigentes del PP y a algunos periodistas les recomendaría, antes de hablar de Vox en público, que relean dos libros. El primero, Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi, una magnífica recreación del ascenso al poder del fascismo en Portugal. El segundo, El huevo de la serpiente, escrito por Eugeni Xammar durante el ascenso de Hitler al poder. Los totalitarismos, de uno u otro signo, alcanzan mayorías democráticas cuando las opiniones públicas los banalizan, les ríen las gracias. Iñaki Oyarzábal, de la nueva ejecutiva del PP, acaba de aplaudir el pacto de su partido con Vox en Castilla y León porque los de Abascal no son lo mismo que Le Pen. Una condescendencia que ha recordado aquel “esos chicos” que utilizaba Xabier Arzalluz para referirse a ETA que tanto crispaba a Jaime Mayor Oreja y su teoría de los que agitan las ramas y los que recogen las nueces. El poco entusiasmo de Jean-Luc Mélenchon para pedir el voto contra Le Pen sería un caso también de banalización de la extrema derecha. El subtexto de muchos de los editoriales sobre la investidura de Mañueco no hace otras cosa que reivindicar que el PP tiene el mismo derecho a gobernar con Vox que el PSOE de hacerlo con Podemos. Y lo cierto es que ni PP ni PSOE hicieron nada por impedirlo, ni antes ni ahora. La propuesta de Núñez Feijóo de dar paso al partido más votado de entre los dos rompería ese maleficio pero no ha encontrado acogida.

Una UE de energías renovables

La Unión Europea surgió, en un primer momento, para evitar otra guerra franco-alemana. En 1952, se creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Fue un éxito apabullante. Hoy sería necesario convertir a la UE en una gran comunidad energética para pilotar la transición hacia las energías renovables. Putin está jugando con los europeos que, se desgallitan criticándolo, pero desde el inicio de la guerra le han pagado 35.000 millones de euros para comprar gas y petróleo. La UE tiene que tener una política energética común para poder afrontar operaciones como la que se hizo en el ámbito sanitario con la compra conjunta de vacunas. Alemania y Francia no pueden seguir buscando un diferencial de competitividad en el mercado interior apostando unos por el gas y los otros por la energía nuclear. Porque la única ventaja competitiva acaba siendo para Putin o para todo tipo de dictadorzuelos.

Los males que vienen  de 1989

Quizás sea el momento de corregir a Fukuyama y proclamar que la historia forma parte de la condición humana. Quizás Hegel no inventó la dialéctica sino simplemente la descubrió. Quizás los rusos no vivieron los acontecimientos de 1989 cómo una victoria del capitalismo sobre el comunismo sino como su derrota frente a Occidente y lo que hace Putin es explotar ese resentimiento. Quizás la apertura de nuevos mercados, por grandes que sean como el chino o el ruso, no justifica hacer la vista gorda sobre el respeto a la democraciaQuizás es el momento de repensar si las prisas de Reagan, Thatcher y Kohl en 1989 fueron malas consejeras.

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