El inicio del fin de Pablo Casado se puede medir espacial y temporalmente. Así lo publica El Periódico de España.

Seis escalones y cinco metros es lo que separa el escaño del aún líder del PP de la puerta del hemiciclo por la que ha salido este miércoles. Es la distancia que ha recorrido antes de su dimisión, que se espera sea en breve.

Un minuto y 53 segundos es lo que ha durado su última intervención como presidente del Partido Popular. El tiempo que ha tardado en despedirse.

Luego han pasado diez segundos terribles, epitafio solitario de su liderazgo.

La secuencia de estos diez segundos se resume así:

  1. Casado dice a Cuca Gamarra, a su lado, que se va.
  2. Casado se levanta y baja los seis escalones.
  3. Pablo Montesinos se levanta rápido de su escaño, en la fila trasera, y se va corriendo detrás de él.

El resto es un camino corto y amargo hasta la puerta de salida del hemiciclo, al fondo del palacio, por donde entra la bancada del PP tanto si gobierna como si está en la oposición. Casado muchas veces ha entrado por esa puerta acompañado por mucha gente, incluso este miércoles lo ha hecho junto a Gamarra, Montesinos, Guillermo Mariscal (secretario general del grupo parlamentario), Ana Beltrán (responsable de Organización) y Antonio González Terol (responsable de Política Local). No estaba Teodoro García Egea. Sin embargo, cinco minutos después, ese mismo trecho, apenas unos pocos pasos, lo ha hecho en soledad.

Demasiadas mañanas de furia ha habido en el Congreso esta legislatura. No ha sido la de este miércoles una más. El portavoz del PNV, Aitor Esteban, lo ha retratado en un tuit. El silencio y el respeto han prevalecido. Para otro momento la reflexión sobre si en la política española tienen que ocurrir acontecimientos impactantes, con dosis de thriller y hasta de cierta crueldad, para que impere el sigilo y la escucha. En la bancada del PP no ha habido espacio para improperios salvo en el tramo final por culpa de la intervención de la ministra Ione Belarra, quien ha enumerado varios casos de corrupción (algunos aún presuntos) que han afectado y afectan a los populares. Ha molestado a la bancada del partido y ha dejado anonadados a los diputados del PSOE, que no han aplaudido a la compañera de Unidas Podemos. Han reaccionado con quietud.

El "shock" del PP ha dejado en "shock" a la sesión de control de este miércoles, extrañamente anodina, celebrada entre rictus de respeto solemne y facilonas comparaciones con un funeral (político). Pablo Casado había registrado una pregunta sobre la alianza con ERC y EH Bildu, y como era de esperar no ha pronunciado ni las siglas de uno ni las de otro. Ha mencionado de pasada a "los enemigos de España", pero lo ha hecho para ensalzar los valores de la Transición y las señas de identidad de su partido, que para él son la libertad, la lucha contra ETA y la creación de empleo.

Y para terminar así: "Entiendo la política desde la defensa de los más nobles principios y valores, desde el respeto a los adversarios y entrega a los compañeros, y todo para servir a España y a la causa de la libertad (...) Por el futuro que debemos construir todos juntos".

El papel de Pedro Sánchez

Era relativamente sencillo el papel del presidente del Gobierno en el drama vivido este miércoles en el Congreso. El cargo obliga a una serie de cortesías y a esmerar las formas en extremo. El mandatario socialista, quien desde la crisis migratoria con Marruecos (mayo de 2021) decidió no tener una interlocución fluida con Casado, al que ha acusado repetidamente de desleal, radical y negacionista, ha sido respetuoso, como era de esperar. "Le deseo lo mejor en lo personal". Así ha empezado.

El presidente, sabedor de que era una sesión de control inusual, ha protagonizado viejos trucos de diputado experimentado. El más claro ha sido delegar en Casado el cierre del "duelo" de este miércoles. Ha consumido sus dos minutos y medio en un solo discurso, en el que, cabe comentarlo, ha procurado ir un paso más allá de la cortesía, pero sin incurrir en partidismos ni recursos chuscos de estratega.

Tras hacer alusión a informaciones y afirmaciones de tertulias, Sánchez ha vestido de solemnidad este anuncio: "El Gobierno de España no va a adelantar las elecciones ni va a disolver las Cortes Generales. No lo vamos a hacer. Por mucho que se han empeñado en lo contrario, éste es un Gobierno con sentido de Estado".

Pedro Sánchez, Nadia Calviño, María Jesús Montero y Yolanda Díaz celebran la aprobación de la reforma laboral. JOSÉ LUIS ROCA

Ha añadido: "Las elecciones se celebrarán cuando corresponda y los partidos aquí presentes legítimamente competiremos para ganarlas. Competiremos en base a nuestros méritos y no en base a las debilidades de nuestros adversarios. Así entendemos el patriotismo democrático".

No era necesario que el presidente dijera tal cosa. Podría haber evitado semejante plan de intenciones y así dejar que el PP se siguiera zambullendo en una hipótesis que sí que había cogido cierto vuelo entre dirigentes y cargos. Pero ha cerrado esa ventana, y así, ha transmitido a su principal rival político y electoral, pues mientras no se demuestre lo contrario esos siguen siendo los populares, que tiene tiempo para rearmarse y reorganizarse, y de paso, instalar el sosiego en el día a día político. Dos años, en política, son un mundo, un universo, un sistema solar.

Del amago al minuto de aplausos

Sánchez ha estado un buen rato en la sesión de control, casi una hora. La agenda se lo ha permitido. Ha asistido a una sucesión de debates entre desganados y técnicos, salvo ciertas licencias de Vox, como la de Ricardo Chamorro, de Vox, quien ha caracterizado así a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz: "ministra antisocial y de la izquierda divina".

Pero por mucho que los representantes de Vox gritaran, y alguno ha gritado, el foco no se iba a girar hacia ellos. Empezó el foco en la bancada del PP y de ahí no se movió. Un ujier de la Cámara, encargado de custodiar este miércoles la tribuna de prensa, situada en la zona alta del hemiciclo, cerca de los balazos de Tejero un 23 de febrero de 1981, lo tenía clarísimo desde antes de las 9.00 horas. Tras informar a los periodistas que ya no cabían de que la zona de enfrente también estaba abierta a la prensa, reconocía luego: "Pero es verdad que hoy la perspectiva buena es esta". Lo ha sido. Se puede ver toda la bancada del PP.

Ni siquiera las mascarillas han disimulado el clima emocional de los diputados del PP. Jaime de Olano, vicesecretario sectorial, amigo de Casado desde hace años, aguardaba en su escaño sin hablar con nadie, mirada perdida. Poco a poco fueron poblándose los escaños. Llegó el líder apenas treinta segundos antes de las 9.00. Mario Garcés, quien este martes firmó un papel junto a otros diputados para pedir la destitución de Teodoro García Egea, aplaudió dos veces. Nadie le siguió. Nadie. Se quedó cortado. Afeó la pasividad a algunos compañeros, pero no le hicieron caso.

Luego, cuando Casado terminó su discurso de casi dos minutos, Gamarra se levantó para aplaudirle. Hizo igual toda la bancada. El amago de Garcés se convirtió en un aplauso largo dos minutos después. El todavía presidente del PP se quitó la mascarilla para levantarse y dar las gracias. La escena ha generado y seguirá generando interpretaciones numerosas. Lo que no suscitará mucha exégesis es el camino que Casado ha seguido después de que acabara Sánchez. Pudo elegir hablar, pues le restaban 37 segundos, pero no. Decidió bajar seis escalones, salir del hemiciclo y, quizá, no volver. Al menos como máximo responsable del Partido Popular y de sus 88 diputados. Para cuando Ana Beltrán y Antonio González Terol salieron a acompañar a Casado, ya en fuga, era tarde.

El grito del diputado de Ignacio Gil Lázaro

Inés Arrimadas ha deseado suerte a Casado. Cuca Gamarra, que ha preguntado este miércoles a Nadia Calviño por la situación de los autónomas, ha expresado agradecimiento al líder al que previsiblemente no tendrá más en el escaño contiguo. No ha habido muchas más referencias, al menos en el hemiciclo.

Una ha sido indirecta, pero no por ello sigilosa. El diputado Ignacio Gil Lázaro, quien en su duelo oratorio-político con el ministro Félix Bolaños ha protestado por la influencia de Unidas Podemos en el Gobierno, ha terminado su alocución con un "Hoy sólo queda firme y en pie Vox para impedirlo". Impedir la continuidad del Ejecutivo de Sánchez.

El ministro ha contestado con un mensaje al PP: "Espero que la nueva dirección del PP vea lo que vemos todos: que Vox es un peligro para la democracia".

Obviamente, ya hay quienes piensan en los debates que vendrán.

El liderazgo de Pablo Casado, si no es historia aún, está a días de serlo. Este miércoles ha comenzado el camino hacia su futuro personal. Un camino que comenzó bajando seis escalones. Que duró casi dos minutos.