La luna de miel tardó tan solo unos meses en dar paso a “la luna de hiel”, esa que tan bien define a los maltratadores. Ella terminó sola y sin dinero, aislada por su pareja en la casa del pueblo de Zamora al que se mudó arrastrada por la ilusión de comenzar una relación sentimental con el hombre que acababa de conocer a través de Internet, según consta en la denuncia que investiga ya el Juzgado de Violencia de Género.

El matrimonio le ató rápidamente, a los pocos meses de conocerse, a quien no tardaría en mostrar su lado más oscuro: un trato violento, vejatorio y controlador sobre la mujer, además de obligarle a mantener relaciones sexuales.

La dependencia económica respecto del marido fue total desde el principio, una vez que la denunciante dejó atrás su vida en la comunidad autónoma de origen, a su familia y su trabajo para seguir al hombre del que se había enamorado por Internet.

El marido, al que la jueza de Violencia de Género ha impuesto una medida de alejamiento de su ya expareja, viajaba con frecuencia fuera de Zamora con motivo de su profesión. Un riesgo en plena pandemia del COVID que acabó por pasarle factura al infectarse del virus, momento en el que decidió irse a vivir al domicilio de su madre.

Para entonces, el denunciado ya ejercía un absoluto control sobre la presunta víctima. Sin embargo, la situación fue empeorando, se quedó sola en la casa del pueblo y él solo acudía de vez en cuando para abrir la correspondencia que llegaba a nombre de la mujer y controlar el teléfono móvil que le había dejado, explican fuentes próximas al caso. “Revisaba cada llamada, cada WhatsApp, cada mensaje de texto y las redes sociales que ella tenía abiertas” con el único objetivo de asegurarse la total incomunicación de su esposa con el exterior, con su familia o con amigos. En una ocasión, interceptó la llamada de un amigo de la denunciante, y lo llamó para prohibirle que volviera a contactar con la que aún era su mujer, de modo que este hombre desapareció de la vida de la presunta víctima de maltrato.

Sin tarjeta para comprar y sin ingresos en la cuenta

La mujer que ha denunciado a su marido por violencia de género relató cómo su situación se recrudeció cuando se vio privada de la tarjeta de crédito con la que su marido le permitía comprar comida para mantenerse. El hombre había dejado ya a cero la cuenta corriente común en la que ingresaba el sueldo y le había quitado el vehículo, por lo que la denunciante tampoco podía irse del pueblo. En esa época, el presunto maltratador ya se había ido del domicilio conyugal para vivir con su madre, de modo que solo visitaba a su esposa para comprobar que se mantenía en su casa, sin ningún contacto con el exterior“Ella se queda sin nada, incluso sin comida”, explican fuentes próximas a la investigación judicial.

Tan solo disponía del móvil y, tras lograr vencer el miedo, tras vivir sujeta a un maltrato habitual, según relató a la juez, pudo llamar a sus padres para contarles por lo que estaba pasando, quienes se personan en el pueblo y deciden quedarse con su hija en la vivienda. Es cuando la presunta víctima de violencia machista comienza plantearse denunciar a su marido e iniciar los trámites del divorcio. Tras la intervención judicial y el auto de la jueza en el que apunta que existen indicios de violencia de género contra la mujer, que el investigado niega, los abogados de ambas partes están negociando los términos en los que se producirá el divorcio.

Miedo a verse perjudicada por abandonar el domicilio conyugal

Al miedo que tenía a su marido, se unía desconocimiento de las consecuencias legales si escapaba del domicilio conyugal ayudada por sus padres, estos acudieron a rescatarla. Su temor a que pudiera considerarse un delito de abandono de hogar y perjudicarle con posterioridad, interferir en los trámites de divorcio, la mantuvo atada hasta que pudo contactar con un abogado y asesorarse. Tras dar el paso de irse con sus padres a su comunidad autónoma de origen, la mujer pudo denunciar la situación de malos tratos vividos desde hacía casi dos años, el tiempo que duró su matrimonio. En la actualidad, el hombre no puede aproximarse a menos de 300 metros de su expareja, ni comunicarse por ningún medio, ni a través de terceras personas, con ella, una orden de la jueza de Violencia de Género para asegurar la integridad física y psicológica de la presunta víctima de maltrato, que permanece alejada de la provincia de Zamora, según fuentes cercanas.