“Traición”. Han pasado casi mil años desde la primera vez que un presunto acto de perfidia fuera piedra angular de la disputa política del gobierno de la ancha Castilla y el histórico reino de León. Traición, proclamó el pasado lunes el presidente de la comunidad autónoma de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, antes de lanzarse a decapitar el ejecutivo de coalición con Ciudadanos, con unos resultados, virtuales claro está, en plan “boda roja” de Juego de Tronos. Los que se habían levantado esa mañana como vicepresidente, consejero o director general, volvían a ser ciudadanos, con minúscula y en el sentido de población civil, atragantados con el primer café.

Casi mil años atrás, en 1072, otro Alfonso, el hijo del rey Fernando, se encontraba asediado en una Zamora cercada por las tropas de su hermano Sancho, nada conforme con el reparto de la herencia que había hecho su padre. Por entonces no se estilaba lo de acudir al contencioso, así que un tal Bellido Dolfos tiró de faca para librarse del revoltoso Sancho. Luego, Alfonso de León y su hermana Urraca negaron la mayor al Cid, así que, de todos ellos, el único traidor oficial de la historia del Cerco fue el pobre Bellido que acabó descuartizado y Rodrigo Díaz siguió dándole a la Tizona contra los infieles de más al sur.

Traición, claman las huestes del PP mil años después y el señalado, esta vez, es el hasta el lunes a las 9 horas flamante vicepresidente Francisco Igea, que se defiende de la acusación en castellano preclaro, a lo Cela: “¿Qué cojones?”, se despachó a gusto en la emisora de radio donde un ratito antes había descartado, otra vez, el adelanto de las elecciones. Pero fue soltar el micro y recibir la famosa llamada telefónica de Mañueco: “Hola, Paco, que sepas que estás cesado tú y todos los consejeros de

Francisco Igea y Alfonso Fernández Mañueco. R. García

Ciudadanos Ciudadanos y que voy a convocar elecciones porque es lo mejor". Desde entonces lleva Paco tratando de reponer el honor mancillado desde las redes sociales y desvelando whastapp sobre las nada secretas negociaciones con otra formación, Por Ávila, cruzados con quien ahora le ha sucedido como portavoz, el palentino Carlos Fernández Carriedo, veterano en avatares políticos hasta la extenuación y que ha pasado por casi todas las consejerías, de Sanidad a Educación y actualmente de Hacienda, desde que debutara en política en 1995.

Estocazo al matrimonio de conveniencia

Finiquitaba así el repentino idilio surgido tras las urnas en mayo de 2019. Repentino porque, durante toda la campaña electoral, Igea se erigió en azote del PP para “acabar con más de treinta años de corrupción”, los que llevaba en el poder el Partido Popular, casi tantos como la propia autonomía si se exceptúan los dos años del socialista zamorano Demetrio Madrid, que inauguró una comunidad de nueve provincias pegadas por el Loctite de la Transición.

El candidato de Ciudadanos no había sido la primera opción de su partido para aspirar a la Junta. Antes habían sido descartados el que hasta el lunes era el presidente del parlamento autonómico, Luis Fuentes, y su antecesora, Silvia Clemente. La todopoderosa segoviana consejera de Cultura primero, de Agricultura después, con los gobiernos de Juan Vicente Herrera, había protagonizado un salto mortal que acabó por costarle la vida política. Ganó unas primarias que fueron denunciadas por los militantes de Ciudadanos por un presunto amaño. Y así llegó la oportunidad que no desaprovecharía este “ciclista fondón y creyente lleno de dudas”, tal y como se define en su perfil de Twitter del que aún no había borrado a mediados de semana el cargo de vicepresidente de Castilla y León.

Autor: Pablo García

Ciudadanos vivía horas en alza, todo lo contrario de un PP por el que optaba Alfonso Fernández Mañueco, que había ganado las primarias a Antonio Silván, la apuesta de Herrera, y que también proclamaba regeneración. Un mensaje esgrimido, asimismo, por el líder de la oposición y secretario regional del PSOE, Luis Tudanca, quien logró dar la sorpresa y romper esa hegemonía de tres décadas. Pero sin apoyos suficientes en el arco parlamentario. Los doce procuradores de Ciudadanos tenían la llave y todo parecía indicar que se decantarían por el PSOE. Tudanca incluso se manifestó dispuesto a inmolarse y “dar un paso atrás” cediendo la presidencia. No hubo necesidad. Ciudadanos acabó dando la mayoría, justita en parlamentarios, al PP y a cambio obtuvo la vicepresidencia, la portavocía y las carteras de Transparencia y Gobierno abierto (los tres cargos para Igea), Industria y Empleo, Cultura y Turismo, además de Sanidad. La última era ya un buen marrón cuando se la encomendaron a Verónica Casado, considerada, oficialmente, la mejor médico del mundo por un galardón otorgado en el ámbito de la Medicina de Familia. Luego llegó la pandemia.

El tándem Mañueco-Igea daba la sensación de funcionar en la pobreza (heredaban unos presupuestos prorrogados casi tanto como los de Montoro) y en la enfermedad. El Gobierno de Castilla y León parecía un oasis de entendimiento y coherencia frente a las confrontaciones y desafíos de otras comunidades como el Madrid de Ayuso. La pareja ideal: la mesura y sensatez de Mañueco frente a un Igea que no callaba ni bajo el agua y se convertía en parapeto de cualquier polémica, si no la creaba él mismo, como el toque de queda a las ocho de la tarde durante la segunda ola del COVID.

Aunque ya se sabe que en las parejas la verdad se palpa cuando se cierra la puerta de casa. Y en esta tierra que tanto presume de procesiones, un auténtico desfile circulaba por dentro de populares y ciudadanos. Las disputas internas arreciaban hasta que el barco encalló a raíz del plan de reordenación para la sanidad rural de Verónica Casado bendecido por Igea. Prestar servicio sanitario decente en uno de los territorios más extensos de Europa y a la vez con mayor dispersión y envejecimiento es una prueba que ningún gobierno ha logrado pasar con solvencia. Añádase a ello la falta de profesionales sanitarios y una pandemia y a la cuestión solo le falta quitarle la espoleta para iniciar la cuenta atrás. El plan suponía el cierre de pequeños consultorios, los de pueblos que raramente llegan a cien habitantes, que aquí son multitud, y el desplazamiento a otros núcleos comarcales de pacientes que en su mayoría son mayores sin acceso a tren de cercanías o autobús de línea. Así que los vecinos se revolvieron y con ellos sus alcaldes y los diputados provinciales o, lo que viene a ser lo mismo, las bases que sustentan a los partidos mayoritarios y en especial al PP. En septiembre el Partido Popular votó con el PSOE contra los planes de sus propios socios de Gobierno y a Ciudadanos no le quedó otro remedio que envainársela y abstenerse. Seguro que entonces hubo quien pensó lo de “arrieritos somos”, mientras aplaudían a una populares y socialistas. Y, efectivamente, próxima parada: los presupuestos regionales, los de la Next Generation.

La moción

La “entente cordiale” ya hacía aguas meses atrás. Fue en marzo cuando el PSOE presentó una moción de censura que rompía, aún más, a un dividido grupo de Ciudadanos tras el batacazo de las elecciones generales que propiciaron la marcha de Albert Rivera y la llegada de Arrimadas, con la que Igea mantenía más que discrepancias. Finalmente, solo una parlamentaria abandonaría Ciudadanos para votar con el PSOE una moción de censura que los populares salvaron por los pelos. Pero el daño quedaba infligido: la coalición tendría que gobernar en minoría y necesitaba al menos un voto de la oposición para sacar adelante las cuentas. El objetivo se centró en el único parlamentario que obtuvo un partido nacido en enero de 2019, “Por Ávila”, lo que en una autonomía de nueve Taifas equivale a “Por mí y por todos mis compañeros”. Sus fundadores no son precisamente debutantes. Son antiguos miembros de la ejecutiva del PP abulense cabreados con la oficialidad. Y comienza la negociación con ellos, de forma nada confidencial. Los muebles parecieron salvarse en primera vuelta cuando se rechazan las enmiendas a la totalidad gracias a su abstención.

Pero quedaba la votación definitiva y los abulenses lanzaron un órdago a la grande, 35 millones de euros para la provincia, polideportivos a estrenar incluidos, extremo último desvelado en uno de los tuits que Igea dice haber cruzado con Carriedo. Cumplir las exigencias de Por Ávila suponía dar alas a los partidos uniprovinciales y de la España Vaciada que se barruntaban o tomaban cuerpo, como Soria, ya. Sin Por Ávila, no había Presupuestos y si no había Presupuestos lo que se cernía era una nueva moción de censura.

No fue necesaria ninguna mano de Génova, ni Mañueco tuvo que doblegar la cerviz ante Pablo Casado y seguir el efecto Ayuso. El presidente de la Junta y su entorno ya manejaban el calendario para un adelanto electoral que, en caso de haber superado la prueba de Presupuestos, podría haberse llevado hasta el mes de febrero, nunca más allá. En marzo se cumplía el plazo para una segunda moción de censura del PSOE. Pero los populares podían ser desbancados antes si la presentaba Ciudadanos junto a otras fuerzas para sumar el mínimo exigido por el reglamento de la Cámara. Para el PP, esa opción era la que estaba sobre la mesa en las últimas semanas como maniobra desesperada de la formación naranja de garantizarse permanecer en el poder dos años más. Y hay fuentes que señalan, cómo no, a Igea, de haber negociado el apoyo de Por Ávila en el caso de que así fuera. Esas mismas fuentes se atreven a diseñar el guion de la penúltima trama: el fracaso de la votación de presupuestos daría paso a otros, fruto del acuerdo PSOE-Cs-Por Ávila. Presupuestos nuevos que serían gestionados por un nuevo gobierno con, al menos, los dos primeros. Se apoyan, además en unas declaraciones de la secretaria de Organización Socialista, Ana Sánchez, quien garantizó el apoyo de los socialistas a las aspiraciones abulenses.

Para entonces Mañueco ya tenía más que claro que no pasaría a la historia como el presidente al que le calzaron dos mociones de censura en nueve meses, la segunda después de haber perdido la votación de sus Presupuestos Generales que iban a pleno el 22 de diciembre, con la Lotería Nacional. Las declaraciones de la socialista prestaban cuerpo a la narrativa popular y la suerte queda echada dos días antes. La pulcritud institucional que ha caracterizado a Mañueco choca con el proceder, tan precipitado en apariencia que parece meditado cuidadosamente, de destituir a los consejeros “traidores” y disolver las Cortes. Y más cuando el propio rey atravesaba la Meseta en el viaje inaugural del AVE a Galicia. La explicación hay que buscarla en calendario electoral: ese agitado lunes es el último día del calendario para convocar elecciones con arreglo a la norma electoral y quedan 48 horas para el pleno de presupuestos.

La incógnita

Vaya año 2021: la primera moción de censura en la historia de Castilla y León, primeras elecciones anticipadas y, a partir de ahora, todo un experimento sociológico. También por primera vez se celebrarán comicios regionales por separado de las municipales y tendrán lugar el 13 de febrero, cuando una parte de los votantes, los más mayores, andan espantando el frío en las grandes ciudades adonde emigraron sus hijos, y en pandemia. Otro dato a tener en cuenta es que el resultado de las elecciones será para cuatro años y no para dos, a diferencia de Madrid, porque así lo marca el Estatuto Autonómico. El escenario servirá como sala de ensayos tanto para el PP como para el PSOE, pero también para Vox, al que las encuestas le dan un escaño por cada provincia lo que supondría un incremento considerable de votos. Actualmente solo cuenta con un procurador. Podemos sucumbió hace dos años y ahora apremian a Yolanda Díaz para que ensaye su proyecto de izquierdas en vísperas de San Valentín. Y una última variable la juega la irrupción de partidos uniprovinciales al rebufo de la España Vaciada, sin olvidar lo que puedan arañar los leonesistas de la UPL. Las encuestas dan mayoría a Mañueco, aunque no absoluta. El líder popular quiere un nuevo gobierno monocolor, aunque tenga que buscar apoyos puntuales.

A todo esto, Igea, que se había vuelto a su trabajo de médico tras proclamar su inocencia y devolviendo las acusaciones de traidor a su otrora presidente, se ha puesto a disposición de lo que queda de su partido para postularse como candidato, eso sí, sin primarias, acogiéndose a una disposición de los estatutos de Ciudadanos para casos de urgencia. El partido, de momento, no se ha pronunciado, aunque las peores lenguas aseguran que los detractores del exvicepresidente no están demasiado por la labor. ¿Y en el PSOE? Pues tan contentos, porque creen que pueden revalidar la victoria arrebatada en 2019 por la vía de los pactos. Además, a su líder, Luis Tudanca, a falta de tumbarle los presupuestos al PP el día 22, le tocó el Gordo. Unos décimos que llevaba compartidos con sus amigos. Y es que las mayorías absolutas ya no las reparten ni en Doña Manolita.