El mayor de los Mossos d'EsquadraJosep Lluís Trapero, había sido citado este lunes a primera hora en la Consejería de Interior de la Generalitat de Cataluña. Desconocía que iba a oír de la boca del consejero Joan Ignasi Elena que acababa de ser destituido. Pero no ha sido una sorpresa mayúscula. En los últimos días, los rumores sobre que el Govern había tomado ya la decisión de apartar a Trapero eran demasiado intensos. Oficialmente, el departamento ha enviado a las 11.00 horas un comunicado anunciando el cambio. Minutos antes, la noticia ya había sido avanzada por al menos dos rotativos digitales.

"Los cambios son normales. Pero quizá las formas no son las más adecuadas", critica un comisario en alusión al volumen del ruido sobre la falta de confianza de Esquerra en Trapero y también a la falta de tacto que la 'conselleria' ha mostrado con el resto de mandos afectados por la renovación que Elena prepara. Miquel Esquius, actual número dos del cuerpo, ha sabido por la prensa que dejará la jefatura –el comunicado enviado por Interior que anuncia que Josep Maria Estela es el nuevo jefe de los Mossos también detalla que Rosa Bosch y Eduard Sallent completarán una cúpula en la que ya no estará Esquius y de la que Joan Carles Molinero, supuestamente, también sale sin funciones de portavoz–.

De un Trapero a otro Trapero

"Para entender lo que ha pasado hoy, hay que volver a lo que sucedió hace un año", explica uno de los mandos policiales que más cerca ha estado de Trapero en los últimos tiempos. "La sentencia exculpatoria de la Audiencia Nacional fue muy contundente, dejó claro que Trapero era inocente y que los Mossos actuaron bien el 1-O. Era lógico que se le ofreciera recuperar un cargo del que fue expulsado", razona, dejando en el aire si el mayor tomó o no la decisión correcta al aceptar volver a dirigir el cuerpo policial.

El Trapero que volvió en noviembre de 2020 no era el mismo que salió del cuerpo en aplicación del artículo 155 de la Constitución a finales de octubre de 2017. Los tres años que separan ambas fechas supusieron un calvario profesional y personal para el mayor. En su primer discurso tras tomar nuevamente posesión del cuerpo, entonó este 'mea culpa' sobre su gestión durante la crisis del 1-O: "Los Mossos dimos una imagen de algo que el cuerpo no estaba haciendo. Quizá no fuimos lo suficientemente claros. Esperemos que aquello no se vuelva a repetir. Nuestras actitudes no deben dar pie a malas interpretaciones". Aquellas palabras eran las de un policía cansado de los políticos, a quienes responsabilizaba en su choque contra el Estado de dejarlo a él a centímetros de una celda carcelaria y a los Mossos, al borde de su disolución. El Trapero de la segunda etapa no se fiaba de los políticos.

La relación con Pere Ferrer

Trapero regresó al cuerpo ungido por el entonces 'conseller' de Interior, Miquel Sàmper, y se encontró en la dirección general –el complejo cargo político que hace de bisagra entre los Mossos y el Govern– a Pere Ferrer, un hombre de Junts que había ido ascendiendo dentro del departamento. Las relaciones con Ferrer no fueron buenas desde el comienzo. Sin embargo, Trapero y Sàmper, a pesar de que el mayor reaccionara a la más mínima sospecha de injerencia política en el funcionamiento del cuerpo, sí conectaron. Mayor y ‘conseller’ despachaban sin necesidad del director general, que, según fuentes de la ‘conselleria’, lo pasó mal durante aquella época. Curiosamente, las cosas para Ferrer mejoraron con la llegada de Elena al departamento.

Elena era de Esquerra y Ferrer, de Junts. Pero Esquerra, que por primera vez cogía el timón de Interior y, por extensión, también de los Mossos, no relevó a Ferrer. No puso a nadie del partido en una maniobra que algunos interpretaron que se debió, simplemente, a que entre los suyos no encontraron a un candidato mejor que Ferrer. Contra todo pronóstico, la relación entre Elena y Ferrer fue cuajando, mientras la de Elena con Trapero empezó mal y fue empeorando. Enfrentado con Ferrer desde tiempos de Sàmper y sin la confianza de Elena, el mayor se centró en su trabajo, el de hacer de policía, y en Esquerra se llegó a la conclusión de que había que sacarlo cuanto antes porque sentían que no tenían ningún poder sobre la policía catalana.

Cómo y cuándo

Que iban a destituir a Trapero era una decisión que ya estaba tomada. El problema era cuándo lo hacían. Y cómo lo hacían. Los Mossos han cambiado cinco veces de jefe desde el 1-O. Ferran López relevó a Trapero por decisión del Gobierno de Mariano Rajoy tras aplicar el 155. Miquel Esquius cogió el mando en sustitución de López cuando Miquel Buch se puso al frente de Interior al inicio del mandato de Quim Torra que desactivó el 155.

Esquius no convenció a Buch, que eligió a Eduard Sallent en junio de 2019. Y Sàmper, tras ser destituido Buch y Trapero exculpado por la Audiencia Nacional, restituyó a Trapero. Podría parecer que un cambio más tampoco generaría revuelo. Y sería así si no fuera porque a quien había que expulsar de la cabina de mando era Trapero, cuya figura sobrepasa la de cualquier otro policía en España. Finalmente, han decidido hacerlo este lunes, a las puertas de Navidad, confiando en que el 2022 ayude a pasar página. Trapero ya es historia. Historia de los Mossos.