En la séptima planta de Génova 13, donde se encuentran los aposentos del PP nacional, aseguran que no quieren alimentar más la guerra sucia con dirigentes de su propio partido. Aunque les quiten el sueño, crean que les hacen la vida imposible y les impidan centrar el mensaje en sus propuestas alternativas al Gobierno de Pedro Sánchez. Pablo Casado tiene su hoja de ruta clara, tanto en la pelea con el presidente del Ejecutivo como con la 'lideresa' de Madrid, y en ese camino, aseguran en su entorno, hay ciertas líneas rojas que no tiene intención de traspasar y ha pedido cierto silencio. Pero en política, y más cuando hay un conflicto interno, una cosa son las palabras y otra los hechos.

Los entornos siempre lo contaminan todo, apuntan con diferentes palabras en los tres vértices del triángulo de esta historia, precisamente los protagonistas de esos núcleos duros. En Génova y también en el Ayuntamiento culpan a Miguel Ángel Rodríguez, todopoderoso director de gabinete de Isabel Díaz Ayuso. En Sol, por su parte, a menudo evitan dar nombres concretos, pero sus descripciones apuntan directamente a Ángel Carromero, mano derecha del alcalde de la capital, y ya sin tapujos, a Teodoro García Egea.

Los afines a Ayuso han tachado al secretario general del partido de "poli malo" en esta guerra. Le culpan de haber sido él quien ha convencido a Casado de la necesidad de frenar las aspiraciones de Ayuso a la presidencia del PP de Madrid, aunque a estas alturas del conflicto son conscientes de que el presidente de la formación es quien dirige esa estrategia. Y, aunque en la dirección de Génova aseguran que Casado ha dado orden de no enfangar más la pelea interna, tanto García Egea como Antonio González Terol (en un segundo plano) son dos personajes clave.

Fuentes cercanas al secretario general del PP insisten en que comparte la posición del líder de "guardar silencio" mientras encajan lo que consideran "ataques" desde Sol. Pero García Egea define cada estrategia desde la dirección nacional y lleva tiempo advirtiendo de la influencia de Miguel Ángel Rodríguez en la presidenta madrileña. El gran choque se produjo en la convocatoria del adelanto electoral y en la confección de las listas. Y desde ese momento ambos saben que su relación es irreconducible.

La premisa de Egea, aseguran, sigue siendo la de "proteger" a Casado y, sobre todo, la estabilidad del partido. De ahí que siempre haya sido partidario de la llamada 'tercera vía' para separar el poder orgánico del institucional. En Génova afirman que no estarán en la "guerra sucia" de filtraciones y de "enterrar" a la otra parte, pero también reconocen que defenderán sus posiciones y "no permitirán" que desde la Puerta del Sol "se lleven por delante" el partido. En cuanto al vicesecretario general, el también diputado Antonio González Terol, también está en muchas de las reuniones importantes en la sede. Mantiene un perfil bajo, aunque conoce perfectamente el territorio madrileño. No sólo como exalcalde de Boadilla, sino como candidato habitual en las quinielas de la Comunidad. En estos momentos es también un apoyo importante de Egea.

La clave de Carromero

Hay un tercer elemento que, sin pertenecer orgánicamente a Génova, en este conflicto actúa como una pata más de su estrategia. Ángel Carromero tiene un cargo institucional en el Ayuntamiento de Madrid como coordinador general de la Alcaldía, que en la práctica lo convierte en un personaje cercano a José Luis Martínez Almeida, en un asesor de estrategia política que acompaña al alcalde allá donde va. Pero, además, tiene el pie metido en la actual dirección del PP de Madrid como presidente del comité electoral y preside el PP del distrito de Chamartín. Actúa, en definitiva, con su doble gorra de almeidista casadista.

En Sol ponen el foco sobre él cuando se quejan de filtraciones o estrategias de la gestora que van en contra de la candidatura de Ayuso y sugieren que una de las causas principales de quienes, como él, se oponen desde a la candidatura de la presidenta es su miedo a perder el cargo en el partido y, en definitiva, influencia en el mismo. Quienes desde Génova apuntan que Casado no quiere intoxicaciones y que se deje de alimentar esta guerra fratricida, reconocen, en cambio, que puesto que Carromero no forma orgánicamente de la dirección del partido, no está de más, o incluso bienvenido sea, que alguien que pertenece a la gestora o el Ayuntamiento lo haga. Obvian, al utilizar esta argumentación, que Carromero es uno de los asesores más cercanos del portavoz del PP nacional.

¿Y de dónde viene y cómo llega al Ayuntamiento? Carromero fue compañero de Casado en las Nuevas Generaciones cuando éste dirigía a los jóvenes populares madrileños bajo la presidencia de Esperanza Aguirre en el PP de Madrid. Uno y otra lo arroparon tras el polémico episodio de Cuba y ha seguido ligado al partido con distintos cargos como asesor de la formación en el Ayuntamiento de Madrid. Su nombramiento como coordinador general de la Alcaldía no fue bien recibido por la oposición, que llegó a pedir su cese. Pero él sigue en su puesto y se ha convertido en el verdadero núcleo duro de Almeida. Como portavoz en la sombra del alcalde para los asuntos más políticos sobre los cuales Almeida evita mojarse, se ha convertido también en diana de los dardos que salen de Sol.

El omnipresente MAR y Alfonso Serrano

La animadversión por parte de Génova hacia Miguel Ángel Rodríguez viene, más o menos, desde el primer día que este entró en la Puerta del Sol como director de gabinete de Ayuso hace ya casi dos años (enero de 2020). Entró, en teoría, para coordinar la difícil gestión de un gobierno de coalición entre dos formaciones que no se entendían, con Ayuso a un lado del ring e Ignacio Aguado al otro. Su ventaja respecto a sus rivales de Génova y Cibeles radica en la experiencia. Rodríguez conoce muy bien cómo funciona el aparato del partido porque asesoró a José María Aznar en su última etapa en la oposición, fue portavoz de su primer gobierno hace más de 25 años, ha sido analista político y consultor de comunicación durante estas dos últimas décadas, y lleva otros dos años en la política institucional de la mano de Ayuso. Peina canas y tiene nietos mientras que enfrente, aunque experimentados en la vida de partido, otros actores apenas rozan los 40 años.

Figura polémica en la era Aznar igual que ahora, en aquellos años en la portavocía del Gobierno entraba en el cuerpo a cuerpo desde la mesa de las ruedas de prensa de Moncloa tras los Consejos de Ministros. También entonces, como ahora, su presencia en la actividad del Ejecutivo era omnipresente y se hacía notar. Hoy, más de dos décadas después, su impronta se percibe en cada discurso de Ayuso, pero ya no se le ve. Está en una segunda línea, en la retaguardia, donde es más fácil analizar a terceros y asesorar sobre dónde poner el foco. Y gracias a esa asesoría que Ayuso considera acertada, fuentes cercanas a la presidenta aseguran que nunca le dejará caer, ni siquiera a cambio de firmar la paz con Génova.

Pero no es el único pretoriano de Ayuso en esta guerra con Génova. Desde el equipo de Casado lo consideran el muñidor principal de toda la estrategia para la candidatura de la presidencia del PP de Madrid. Es, dicen, el que aprieta o afloja el botón de la batalla a su antojo. Pero Ayuso ha encontrado en el actual portavoz del PP en la Asamblea de Madrid a otro fiel escudero. Si consigue liderar el partido, Alfonso Serrano será, si no hay un pacto previo que lo impida, el secretario general, lo que le convertiría en el muro de contención de la presidenta en el ámbito institucional y en el partido.