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Entrevista al exministro

José Luis Ábalos: "Me molesta que se haya dejado un margen de dudas sobre mi salida"

"No tengo ningún plan ni tampoco espero nada", afirma sobre su futuro. Y descarta que el Gobierno valenciano sea una opción: "Estoy en Madrid y voy a seguir en Madrid"

Entrevista a José Luis Ábalos

Entrevista a José Luis Ábalos. José Luis Roca

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Entrevista a José Luis Ábalos. Alfons Garcia

Es un hotel del barrio de las Letras, Madrid, a tiro de piedra del Congreso de los Diputados, su nuevo lugar de trabajo. Por fuera es el de siempre, algo más delgado, pero con el traje azul y la corbata de los tiempos de poder. Por dentro, se esfuerza en mantener el tipo en un momento de encrucijada vital y profesional.

Su vida sigue en Madrid, hacia donde decidió virarla en 2009. Unos años después se le acercó un diputado al que conocía poco, como todos, pero que iba bien provisto de ambición. Quería ser secretario general del partido y quería contar con él, le gustaba su cuajo como parlamentario, le dijo. Al principio, nadie lo tomó muy en serio, todo parecía predestinado para que fuera Susana Díaz, pero la presidenta andaluza dio un paso al lado al emerger Eduardo Madina y, al final, el elegido para secretario general fue aquel diputado alto y resuelto. Hoy es el presidente del Gobierno después de una historia frenética en pocos años con caídas y reconquista del poder.

El único dirigente que puede decir que estuvo siempre a su lado es José Luis Ábalos. Pero así es la política. La mañana del 10 de julio sonó su teléfono. Era de la Moncloa. Le ponían punto final a su etapa de ministro y secretario de Organización del PSOE. Pocos han concentrado tanto poder y presupuesto. El silencio en torno a él ha predominado desde entonces.

¿Va a dar muchos titulares?

Espero que no.

¿Ha esquivado mucho la verdad en estos tres meses?

Al contrario. Lo que pasa es que a veces la verdad parece a algunos pobre, pero no tengo nada que ocultar.

¿Le ha dado muchas vueltas a los porqués para destituirlo?

No, porque no hay tantos motivos. Sí que me molesta que se haya dejado un margen de dudas que haya permitido a unos decantarse por unos motivos y a otros, por otros. Y que aquellos que siempre buscan la opción de la miseria hayan podido vincularme a ello.

¿Qué explicación le ha dado a sus hijos?

Ninguna, porque cuando te nombran algo, tiene un final.

Suena el teléfono aquella mañana de sábado. ¿Sabía lo que le iban a decir desde la Moncloa?

Sabía que tocaba remodelación del Gobierno.

¿Sabía que le tocaba la salida?

No lo sabía, porque es una decisión que el presidente estaba cocinando con discreción. Sí que es verdad que ya sentía necesidad por cuestiones personales de un cambio en mi situación.

¿El presidente le dijo aquella mañana en La Moncloa que se iba de todo, del Gobierno y de la secretaría de Organización del PSOE?

Habiendo sido ministro, y con un carácter muy político, era muy difícil luego limitarse a la tarea orgánica en el partido.

¿Le dolió más dejar el puesto en el partido?

Superé los cuatro años. Es mucho. Había hecho cuanto tenía que hacer en el partido.

¿Pasar del todo a la nada en una mañana es un golpe bajo?

No. Te cambia la vida, pero sentí una liberación vital que necesitaba e incluso de alguna forma estaba pidiendo. Tampoco es que te quedes tirado: sigo siendo diputado. Así que no he pasado a la nada en ningún momento, porque ha habido mucha gente mostrando afecto y ofreciendo cosas.

¿Ah, sí? ¿Lo veremos al frente de una empresa pública, como otros exministros?

No sé. No tengo ningún plan ni tampoco espero nada.

¿En Madrid o en València?

Estoy en Madrid y voy a seguir en Madrid, porque buena parte de la agenda, al menos la mía, se concentra aquí. València es mi casa y donde más a gusto estoy, pero voy a tener que seguir aquí.

¿El Gobierno valenciano es una opción en algún momento?

En absoluto. Hubo un momento en que quería aterrizar en la política nacional, lo conseguí en 2009, y ya había tomado una decisión. Y eso se fue acentuando.

¿Preguntó al presidente por el futuro de Iván Redondo?

No pregunté por nadie. Me fui enterando de los relevos por los medios.

¿Redondo ha sido un buen compañero de travesía en el Gobierno?

Siempre me llevé bien.

Se habló de diferencias.

Conmigo, nunca; ni con Iván ni con nadie. Siempre fui un puente.

De tener buena imagen en la prensa conservadora de Madrid a estar en la diana. ¿Qué pasó?

La crispación deviene con el gobierno de coalición. Utilizando como desencadenante el encuentro con la vicepresidenta de Venezuela, empieza la campaña, pero es normal. ¿A quién van a disparar?

¿Lo de Delcy Rodríguez no lo haría hoy si se lo pidieran?

No es que me lo pidieran tampoco. En un gobierno hay gestiones que no todo el mundo está en condiciones de hacer. Unos representan más autoridad política.

¿Y el rescate de Plus Ultra?

Al Ministerio de Transportes no se le denuncia en el juzgado porque no forma parte del órgano que toma la decisión. Lo que pasa es que les venía muy bien el relato venezolano.

¿Teme que estalle algún escándalo sobre usted? ¿Tiene la conciencia tranquila?

Totalmente. Es más, de lo que se habla siempre se ha judicializado todo y todos los fallos han acabado igual de bien. Todo se ha judicializado y todo está resuelto. No espero absolutamente nada.

¿El fracaso de la moción de censura de Murcia lo asume como un error personal?

Propio, no, porque intervinimos varios.

Un error de cálculo.

No. El problema no es quién hace la moción, sino cómo el PP compró a esos tránsfugas y se ganó el favor de la ultraderecha. La perversión es invertir la cuestión.

Pero de allí vino el adelanto en Madrid y lo que pasó.

El problema es de Ciudadanos, que no se atrevía con Madrid y que parece que desconocía que Ayuso se quería desprender de ellos.

¿En qué es diferente hoy al que impulsó a Pedro Sánchez a volver al liderazgo del PSOE?

Estaría bueno que fuera el mismo. Han sido 5 años. Lo más histórico de cuanto he vivido ha sido esa rebelión interna del partido, que no se había producido nunca. Esa respuesta de las bases a determinadas formas de actuar. La primera moción de censura que triunfa en democracia también sería histórica. O el primer gobierno de coalición. Y la pandemia… Demasiados momentos para ser el mismo.

¿Volvería hoy a empujar a Sánchez a dar ese paso?

Siempre hay que intentar las cosas, porque estar vivo es arriesgar. Rejuvenece mucho, además. Un socialista tiene que sentir siempre ese punto de rebeldía e indignación frente al abuso, el atropello y la injusticia. Has de ser rebelde, tengas la edad que tengas.

¿En los ministerios no encuentra uno lo contrario, mucha burocracia?

Pero con mucho margen de acción política, más del que a veces creemos. La capacidad de discrecionalidad es importante.

¿Tiene la sensación de que salvó al PSOE y no se lo han agradecido?

Nunca he salvado a nadie. No tengo esa visión redentora. Siempre he hecho lo que me ha nacido. Nunca he actuado con cálculo. Incluso algunas decisiones solo me llevaban a perder y no me ha importado. Lo importante es ser tú. Si no, te niegas a ti mismo y ya no vales nada. En todo caso, ser secretario de Organización y ministro es impensable para alguien que empezó en un partido prohibido. He tenido más de lo que podría merecer y eso me obliga a ser agradecido.

Ha dicho que no ha hablado con Pedro Sánchez estos meses. Ximo Puig dijo que tampoco había hablado con usted.

Yo no llamo a nadie. El que me conoce sabe que no soy de llamar y no me gusta molestar a nadie. Tampoco quiero nada. Si quieren algo siempre van a encontrar por mi parte disponibilidad y creo haberla prestado siempre.

¿Diana Morant le ha llamado al llegar al Gobierno?

No.

¿Hay centralismo en España?

No, hay concepciones centralistas. Y hay visiones distintas de España. Comprender España desde una visión periférica es más fácil. Desde el centro se entiende peor, muchos creen que España es el centro.

A los de la periferia se les ve como llorones a veces.

Es que una cuestión es el ámbito reivindicativo y otra es hacer del victimismo un proyecto político.

¿Lo de la financiación autonómica es victimismo?

No, no, porque va acompañado una situación objetiva. Todo el mundo está de acuerdo con eso.

¿Entonces por qué no se resuelve?

Porque tiene que ser un modelo. El problema está en cómo abordar una regla general que no puede satisfacer a todos, porque no todos están en la misma situación. Hay que encontrar un mínimo común, pero con muchos otros fondos que reequilibren.

¿Saldrá en esta legislatura?

Este era uno de los compromisos. Una vez que la pandemia lo permita, se tendrá que plantear en lugar de recurrir a fondos de emergencia. Yo de mi paso por el ministerio puedo decir que situé una reivindicación del Estatut: el 10 % de las inversiones.

¿Se va a mantener ahora?

Yo tengo la satisfacción de decir que lo hice. Hemos sentado un precedente que si el que viene no cumple, al menos se le puede echar en cara.

Demos la vuelta al discurso del centralismo. ¿Quizá la periferia no entiende a Madrid y Ayuso?

Ayuso es algo más. Hay declaraciones que demuestran no ignorancia, sino el elogio de la ignorancia. Incluso ha tenido la soberbia de cuestionar una declaración del papa.

La derecha contra el papa y la izquierda defendiéndolo. ¿Quién lo diría?Hay un ámbito de valores comunes que son los del humanismo. La derecha puede ser muy beata, pero eso no significa que maneje valores.

¿Es difícil volver a saber vivir después de todos estos años en el candelero?

Hay muchas ganas de vivir, pero no es fácil, porque salir a la calle o ir al supermercado sigue siendo raro. No para ti, sino para el resto. Lo que es evitable es el hostigamiento. Espero que vaya desapareciendo.

¿Esta atmósfera política es mucho más polarizada que otras en el pasado?

Es recurrente. Se ha vivido con Felipe González y el ‘váyase’. Fueron años durísimos hasta que cayó el Gobierno con ganas de caer. Y con el final de Zapatero igual.

¿Ve desgastado ahora a Sánchez?

No. Hay un desgaste objetivo y uno subjetivo. El malo es este: es cuando dices que ya no aguantas más.

Usted que los conoce, ¿la recomposición de relaciones entre Pedro Sánchez y Ximo Puig es sincera?

Es la que tiene que ser. Es la responsabilidad que significa garantizar la viabilidad de dos gobiernos y también la cohesión interna del partido. Aquí no hay que hablar de amores, hay que hablar de responsabilidad.

¿El puerto de Valencia y la ampliación, qué piensa que va a pasar?

No lo sé, pero está claro que al menos se ha situado en el ámbito de decisión que corresponde: el de la autonomía del puerto y de las instituciones valencianas.

Con la oposición de algunas, como el ayuntamiento.

Lo tienen que resolver en ese ámbito y no buscar terceros. La solución tiene que estar negociada y asumida en las propias instituciones. Hay que equilibrar crecimiento económico y preservación del medioambiente y la mejor forma es negociar. Hubo un momento en que se planteó que el órgano sustantivo recaía en la sociedad de puertos. Esto se despejó, y se situó donde debe estar, en la Autoridad Portuaria.

¿El corredor mediterráneo está atado y bien atado?

Se le dio un impulso muy grande. Creo que sí, que está claramente planificado y sobre todo no hay un problema de recursos ya, porque está en los planes europeos.

¿Cómo ve el gobierno valenciano desde la distancia, menos estable que en la primera legislatura?

No, en el Botànic l también hubo diferencias, son normales. Un gobierno de coalición no sale por devoción, sino por necesidad. Y combinar la colaboración con la competencia es complicado. Toda formación menos hegemónica siempre tiene el temor de ser absorbida y esa tensión, por tanto, siempre se va a dar.

¿Estos años al lado de Podemos en el Gobierno le han enseñado a ceder?

Esa es la esencia de la política. La negación de la política es la imposición. La ultraderecha no es un tipo de política, es la negación de la política. Es mucho más pesado, pero la democracia se enriquece así.

¿Después de la experiencia de coalición en Madrid, qué consejo le daría a Puig sobre Oltra?

Toda relación produce desgaste. La política es como la vida misma y en todo inicio de una relación predomina la voluntad. Puede ser sustituida luego por el afecto y la confianza. Si uno va consiguiendo estos subproductos, puede sustituir a la primera voluntad. Si no hay nada, pues la voluntad se va desgastando.

Y entonces toca adelantar elecciones.

No, no lo veo. No lo veo porque no hay alternativa en la cámara. Y tienes que tener claro que las vas a ganar, es estúpido si no. Creo que van a ser en 2023. Otra cosa es que sea algún mes antes.

Al final están abocadas a entenderse las izquierdas.

Están abocadas a ser responsables.

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