Rugiendo con sus motores en plena madrugada, por el centro de una pista flanqueada por periodistas y militares, el avión A400M del Ejército del Aire con la primera tanda de evacuados de Afganistán ha llegado a las cuatro y media a la base aérea madrileña de Torrejón de Ardoz. En su interior, un pasaje formado por 53 personas, de las cuales cinco son los últimos españoles que residían en el país y el resto son hombres, mujeres y niños afganos que han colaborado con la misión española o con las embajadas de otros países de la Unión Europea.

Los cinco españoles que han tomado tierra esta madrugada en Madrid son una familia de tres miembros, padre, madre y un niño, y dos ciudadanos que cuentan con doble nacionalidad. Otro integrante de la colonia española había dejado Afganistán con anterioridad, cuando ya era más que evidente que la situación se deterioraba y el Ministerio de Exteriores iba avisando de que era mejor salir del país.

A pie de pista les han recibido los ministros de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, acompañados por el jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante general Teodoro López Calderón.

En Kabul quedan esperando evacuación un número no concretado de colaboradores, cerca de medio millar de traductores y guías que han trabajado para el Ejército y la embajada durante estos últimos 20 años de presencia española en el infierno afgano. También se quedan allí, y hasta que se dé por terminada toda la evacuación, el personal de la legación: el embajador, Gabriel Ferrán, su segunda, una diplomática joven con la carrera recién empezada, y los soldados, GEO y miembros de las UIP de la Policía Nacional que custodian al grupo.

Nada más aterrizar, los recién llegados han sido saludados en la pista, uno por uno, por los dos políticos y el jefe militar. El primero en recibir el saludo ha sido un colaborador afgano, que precedía en la cola a una mujer ataviada con burka y a un niño estupefacto.

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Llega a Madrid la primera tanda de españoles y afganos evacuados de Kabul José Luis Roca

Su primer destino, a unos pasos del avión, ha sido un hangar convertido en improvisado centro de recepción, con hileras de mesas dispuestas para una pequeña colación, que recordaban al comedor de una cena de fiestas patronales. Pero no había adornos ni jolgorio, sino silencio. Junto a las mesas, un equipo de profesionales del Ministerio de Sanidad con todo dispuesto para someter a los viajeros a pruebas de detección del covid y un somero examen médico.

Un poco más allá de los médicos, un equipo de filiación de la Policía con unos portátiles y una impresora. Son los primeros burócratas del nuevo Estado con que se encuentra el colectivo. Una vez pasado el examen médico, los policías tomarán nota de sus identidades, y será ante ellos que los refugiados podrán "expresar su voluntad de pedir asilo", como ha explicado el ministro Escrivá. Y ahí empezará el trámite para su acogida en España. Después serán trasladados a un campamento que los militares han construido en la base para sus primeros trámites y aclimatación en territorio español, con capacidad para hasta 800 personas.

Los ministros Albares y Escrivá han comparecido ante los medios en el mismo hangar donde los llegados toman contacto con su nueva realidad española. El titular de Exteriores ha explicado que con este viaje "concluye la primera fase de la operación de evacuación", que, según su colega de gabinete, puede prolongarse "varias semanas", dependiendo de las condiciones que presente el aeropuerto de Kabul; y esa es una circunstancia "que no está en las manos de España", ha dicho Albares, sabedor de que depende cada vez más de la aquiescencia de los talibanes.

“Nuestro objetivo es claro: poder trasladas a todos aquellos afganos, y sus familiares, que han colaborador durante todos estos años con España en el menor tiempo posible”, -ha explicado el titular de Exteriores, que ha tildado la operación de "desafío", el que supone "la celeridad con que los talibanes han llegado a Kabul y que nadie podía prever".

Albares ha explicado que Madrid es ya "hub para el servicio exterior de la Unión Europea", o sea punto de llegada para los colaboradores que puedan evacuar España y sus socios europeos, y de reparto por los países de la Unión. Los ministros no han querido señalar una cifra de personas como objetivo. “La situación en Kabul es extremadamente compleja y todos los países nos estamos enfrentando a las mismas dificultades”, ha dicho Albares, quien estos días había mantenido contacto con el secretario general de la OTANJens Stoltenberg, y el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Josep Borrell.

Aclimatación

"Hemos intentado que la recepción sea lo más digna posible", ha dicho Escrivá. Los recién llegados con destino a España pasarán 72 horas en el campamento montado en la base de Torrejón, yurtas de lona caqui, barracones de fibra y literas militares. Durante esos tres días serán entrevistados por técnicos del Ministerio de Inclusión, que explorarán sus circunstancias personales y necesidades.

Después de ese periodo, durante seis meses serán objeto de un proceso de integración en el país, con enseñanza del idioma y ayuda psicológica "para que progresivamente vayan ganando autonomía", y después pasarán a una segunda fase en la que podrán desenvolverse solos en España, ha explicado Escrivá.

El titular de Inclusión ha agradecido la disponibilidad de comunidades como Cataluña y Extremadura y de la ciudad de Barcelona para coger a los evacuados, pero de momento optará el ministerio por alojarlos en una red de viviendas del Estado en condiciones de máxima seguridad. Precisamente por ese parámetro no dicen las autoridades los nombres y los lugares de procedencia de los recién llegados.

Los afganos rescatados no solo ayudaron al Ejército, también a la Agencia Española de Cooperación. Salieron de noche de un emirato medieval en guerra y han llegado antes del amanecer a una base aérea a más de 5.000 kilómetros de distancia. El mismo camuflaje árido de los uniformes militares los despidió en Kabul y los ha recibido en Torrejón. Dejaron atrás, en la espera del aeropuerto de salida, terribles rumores de ejecuciones y venganzas que los talibanes estarían perpetrando ya en el Afganistán profundo. Para cada uno de ellos ha habido entre medias ocho horas de viaje en el tiempo, cavilando en la panza de un avión con otro medio centenar de compañeros de peripecia. Entre ellos, tres decenas de niños y adolescentes morenos que han bajado pálidos a la pista, algunos aún ataviados con el bombacho tradicional que están a punto de abandonar en un armario.

Fuera de la base, parte de la tripulación del A400M esperaba unos taxis blancos que los metieran en un Madrid aún no amanecido para irse a dormir. Mientras los policías preparaban sus papeles de identificación y los atestados para tomar nota de las peticiones de asilo, el ministro Escrivá confesaba a la prensa que "ha sido entrañable, emocionante escuchar las dificultares que han tenido, sus primeras sensaciones en el país"; "es realmente emocionante cuando llegan personas que han tenido vidas tan difíciles", ha querido subrayar. “Los vamos a acoger”, ha prometido.