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Cataluña

Junqueras se confiesa

Oriol Junqueras abraza a Pere Aragonès

Apetece imaginar qué hubiera pasado, si Oriol Junqueras hubiera consumido su último turno de palabra en el juicio del procés con la carta publicada este lunes, en la que solo le falta pedir perdón. El líder de Esquerra encarcelado transita de la vía catalana a la escocesa, al admitir que "nuestra respuesta tampoco fue entendida como plenamente legítima por una parte de la sociedad, también de la catalana". Cuesta atribuirle una conducta sediciosa, y mucho menos golpista, a quien firma una reconciliación estrellada de concesiones.

Junqueras se confiesa, y admite implícitamente la penitencia que en su caso consiste en mil quinientos días de cárcel, para solicitar indirectamente un indulto. El tono de su escrito no solo acelera el perdón, sino que convierte en todavía más dudosa la condena. Los quisquillosos insistirán en que su mensaje sobre "los errores y aciertos" sigue anclado en la independencia. Sin embargo, incluso el informe del Supremo redactado con prosa tertuliana recuerda que es perfectamente legítimo desear la soberanía íntegra de un territorio, si esta pretensión se encuadra en los cauces constitucionales.

Aunque hace tiempo que los problemas de Felipe González no coinciden con los de España, la confesión de Junqueras cumple incluso con las exigentes condiciones del expresidente que indultó a los cabecillas del 23F. Y dado que el escrito auténticamente revolucionario se abre celebrando "una nueva Generalitat republicana con el gobierno encabezado por Pere Aragonès", sin mención al socio al cincuenta por cien, también quedan claras las reticencias de Puigdemont al pacto independentista inevitable tras los resultados electorales de febrero. Ahora mismo, la sima que se abre entre Esquerra y Junts supera en profundidad a la incomunicación del independentismo con el constitucionalismo. Y Junqueras reasume su liderazgo magnético de personaje clave desde la cárcel.

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