Conmoción total en el PSOE. Absoluta. Nadie acierta a explicarse qué ocurrió en la aciaga noche del 4-M, por qué se produjo un cataclismo tan gigantesco que ni los más pesimistas preveían ni las encuestas, incluso las más adversas, habían señalado de manera tan descarnada. El PSOE-M no solo anotó su peor resultado histórico en la región y se encogió en 13 escaños. También se vio superado por Más Madrid. Los socialistas intentan digerir el desastre de las elecciones autonómicas en Madrid, el fracaso rotundo de su candidato, Ángel Gabilondo, quieren empezar a "construir una alternativa" desde ya. Y lo más seguro es que se haga sin él. Pero también se afanan en salvaguardar a su líder y presidente del GobiernoPedro Sánchez, hasta ahora visto internamente como su mayor activo electoral pero cuya figura sale dañada del combate contra Isabel Díaz Ayuso. El mensaje que Ferraz busca proyectar es nítido: Madrid es Madrid, no España, y Pablo Casado no es equiparable al "fenómeno extrapolítico" que es la presidenta regional. Pero las réplicas del terremoto que tuvo su origen en Murcia y cuyo epicentro se desplazó al corazón del país aún están por ver.

A diferencia de Ayuso, de 'tournée' mediática durante toda la mañana, la prudencia se impuso en el PSOE. No hubo declaraciones de dirigentes en radios y televisiones a primera hora, y los cuadros más próximos a Sánchez apenas contestaban los mensajes privados. O enviaban una respuesta lacónica o directamente replicaban con el silencio. A mediodía, sí trazó una primera lectura la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que reconoció que el PSOE no esperaba el batacazo y que para su partido es "dificilísimo hablar [en campaña] de cañas, de ex y de berberechos" o de una "vida a la madrileña que no existe", dijo, refiriéndose a las grandes frases de Ayuso en este camino a las urnas.

El PSOE, siguió Calvo, habla de "programas, objetivos, gestión y trabajo", mientras que la presidenta "no ha rendido cuentas en dos años", no ha aprobado "ni presupuestos ni leyes" -la Asamblea solo ha impulsado una ley en estos dos años, del suelo-, ha ganado "con el discurso de Vox" y tiene ribetes que recuerdan a "los movimientos independentistas". "Si un electorado es capaz de entender eso, lo tenemos que respetar", remachó. Poco después, el secretario de Organización, José Luis Ábalos, ya hablaba de Gabilondo en pasado, deslizando el mensaje de que se abre otra etapa sin él: él "ha cumplido un papel" y el PSOE le está "agradecido". Añadió que la cúpula no se arrepiente de la fracasada 'operación Murcia' que desencadenó la convocatoria anticipada de Ayuso: la "rentabilidad electoral no puede ser contradictoria con los principios de la ética y la política".

La sensación que se palpa en el partido es de naufragio, sin que nadie se atreva siquiera a aventurar qué debe pasar a partir de ahora y cómo se reconstruye una federación capital para el proyecto socialista y herida de muerte, más allá del mantra de que hay que moverse "rápido" para reconquistar espacio en las autonómicas que llegarán en mayo de 2023, en apenas dos años.

Las primeras reflexiones se verterán en la reunión telemática de la ejecutiva madrileña, adelantada a las 19 horas de este miércoles -en principio estaba prevista para el jueves-, y sobre todo en la convocatoria de la dirección federal, presidida por Sánchez, mañana mismo. También para este 6 de mayo está citada, y no es un dato menor, la ejecutiva andaluza. Porque esa es otra pieza clave ahora mismo, el siguiente objetivo de Ferraz: la cúpula no quiere que ocurra lo mismo que en Madrid y que le pille a contrapié un anticipo electoral en la comunidad más poblada de España y principal granero socialista. Por eso baraja adelantar las primarias en Andalucía para elegir candidato y aupar así al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, para dar por liquidada la etapa de al frente de Susana Díaz en la federación más poderosa del partido.

El PSOE-M cosechó sus peores datos este martes electoral, y eso que la participación fue altísima, del 76,25%, 11,98 puntos más que la registrada en 2019, cuando quien ganó los comicios regionales fue el propio Gabilondo, aunque no pudo gobernar porque las derechas de PP, Cs y Vox sumaban 68 escaños, por los 64 de la izquierda en una Asamblea de 132 diputados. Este 4-M, Gabilondo descendió del 27,31% de los sufragios al 16,85% (10,46 puntos menos), y perdió 13 asientos: pasó de 37 a 24 representantes, y eso que la Cámara regional creció hasta los 136 parlamentarios. Los socialistas recogieron 610.190 votos, 274.028 menos que en la convocatoria anterior. Más Madrid empató con ellos en escaños, 24, pero les ganó en papeletas: obtuvo en la región 614.660 apoyos (4.470 más), y se impuso tanto en el conjunto de la comunidad como en la capital. El PP fue primera fuerza en los 21 distritos de la ciudad y venció en 176 de los 179 municipios de la región y empató en otro (en el minúsculo Navarredonda y San Mamés (129 habitantes). El PSOE ganó en El Atazar (90) y Fuentidueña de Tajo (2.136), pero no se llevó ningún barrio obrero ni ninguna localidad del cinturón industrial.

El sorpaso de la pujante Mónica García, sanitaria desconocida por muchos madrileños hasta la campaña y que cimentó parte de su éxito en una oposición contundente contra Ayuso (frente al estilo más 'blando' de Gabilondo), hacía aún más dramática la dimensión de la debacle. Unidas Podemos, socio de Sánchez en la Moncloa, solo avanzó tres escaños, un resultado insuficiente que provocó la salida de la política de Pablo Iglesias, hasta hace poco más de un mes vicepresidente segundo del Ejecutivo central.

La del 4-M es la derrota más consistente de Sánchez desde que llegó a la Moncloa. Y la que más duele. Porque la caída en las andaluzas y la pérdida de la Junta se achacaron a Díaz y porque la bajada en las gallegas y vascas no tenía la misma entidad que la comunidad que es el motor político, económico y mediático del país. De los cuatro comicios celebrados desde la configuración del Ejecutivo bicolor de PSOE y Unidas Podemos, el bipartito ha recibido por tanto tres varapalos y un solo éxito, el de las catalanas del 14-F, que premiaron al exministro Salvador Illa por su gestión de la pandemia, aunque su condición de fuerza ganadora no le servirá para gobernar.

Ferraz y la Moncloa intentaron desde el principio de la campaña limitar el impacto del 4-M a Madrid, pese a que Ayuso quería convertir las urnas en un cara a cara con Sánchez. Él entró en el cuerpo a cuerpo, pero después pasó a la retaguardia y participó, ya en campaña oficial, en solo tres mítines, los tres en domingo, frente a los seis actos en los que apoyó a Illa para el 14-F. En la noche electoral, el presidente permaneció en la Moncloa, como suele hacer cuando no hay generales, mientras su equipo federal se citó en Ferraz, liderado por los números dos y tres, Adriana Lastra y José Luis Ábalos.

Gabilondo siguió el escrutinio en un hotel cercano al cuartel general de los socialistas, en el desangelado Princesa Plaza, rodeado por la dirección del PSOE-M, encabezada por el secretario regional, José Manuel Franco, y por miembros de su lista. En la foto final, la de la decepción, la de la valoración de los resultados, el candidato se hallaba arropado por el PSOE-M, pero no por cuadros de Ferraz o del Ejecutivo, salvo el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Félix Bolaños, dirigente madrileño y hombre muy cercano a Sánchez que, en la tensión permanente Ferraz-Moncloa se ha aproximado al núcleo dirigente del partido. Iván Redondo y Paco Salazar, director de Gabinete y su adjunto, jefes de la campaña del 4-M, cuyo diseño no fue entendido sobre todo por el PSOE-M, no se desplazaron a Ferraz ni al Princesa Plaza, aunque sí arroparon a Illa el 14-F en Barcelona. Entonces, el exministro les cumplimentó por el éxito de su campaña.