Solo 180 minutos, posibles prórrogas aparte, separan a un jugador de su sueño de toda la vida. Leo Messi se enfrenta en Qatar a un reto monumental, que parece trascender las fronteras de lo deportivo y que tiene en vilo a un país de 47 millones de habitantes. 

Nunca antes Argentina había deseado tanto una Copa del Mundo, nunca antes había estado Messi tan cerca de fusionarse con Maradona en el imaginario colectivo de un país que trata a sus ídolos con una pasión desbordante, irracional como todas las pasiones, fronteriza con lo obsesivo.  

A Messi, y por extensión a Argentina, le queda hoy un escollo especialmente complicado: Croacia, el país más pequeño de los cuatro supervivientes en el Mundial, compite como nadie. 

Solo ha perdido uno de sus últimos doce partidos en el Mundial, la final de 2018 ante Francia. Y como ocurre con Argentina, juega con la sensación marcial de representar a todo un país. 

Ni Argentina ni Croacia jugarán esta tarde un simple partido de fútbol en el estadio de Lusail, escenario de la final.  

Qatar, su mundial

Un repaso a la trayectoria de Messi en los Mundiales invita a pensar en que el torneo de Qatar será su torneo: en 2006 era un joven de 19 años recién llegado a la selección; en 2010 ya era una estrella, pero la Argentina de Maradona cayó sin paliativos ante Alemania en cuartos de final (4-0), en 2014 rozó la gloria y fue subcampeón y en 2018 se estrelló sin remedio ante la Francia de Mbappé

El francés amenaza desde el otro lado del cuadro en una hipotética final, pero sensación que flota en el ambiente en Doha es que ahora sí, Leo conseguirá el objetivo que tanto tiempo lleva persiguiendo

Lo datos atestiguan que el de Qatar está siendo el Mundial de Messi: no encabeza la tabla de goleadores (suma cuatro, por cinco de Mbappé), pero acabará el torneo convertido en el futbolista con más partidos (26) en la historia del torneo. 

En Qatar alcanzó los mil partidos como profesional. También igualó a Batistuta como argentino más goleador en la Copa del Mundo, con diez tantos.  

Una nueva versión del ‘10’

El partido que Messi jugó ante los Países Bajos no solo clasificó a Argentina para la semifinal: también sirvió para descubrir una nueva versión de Messi.

Más canchero, más pasional, más caudillo, más jefe que nunca. Ni en sus duelos más calientes en Barcelona se había visto un Messi tan encendido, tan raudo en el cuerpo a cuerpo, tan dispuesto a sacar la cara por sus compañeros.

Siempre había sido un genio del fútbol que se movía con incomodidad en el otro fútbol, ese que en su día llegó a sublimar Bilardo y en el que Maradona se defendía con tanta solvencia. 

Ahora ya no. Messi ya sabe moverse en ese juego de reproches, protestas, juego detenido, intimidaciones al rival y presiones al árbitro.

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Una cita con la historia

Por eso se ha dicho que Messi enfoca la semifinal ante Croacia más cerca de Maradona que nunca. Está citado con la historia y con la necesidad visceral de un país de revivir el éxito de 1986. Si Argentina logra el título, Messi se habrá fusionado con Maradona en la cultura popular de todo un país. El reto es mayúsculo: el primer capítulo se vivirá esta noche en Lusail.