Alto el fuego en Líbano

Los desplazados de Beirut vuelven a casa entre las ruinas de la guerra: "Parece que hayamos revivido"

Los 1,2 millones de desplazados en el Líbano emprenden el retorno a sus hogares dominados por la alegría a pesar de la devastación causada por los bombardeos israelíes de los últimos dos meses

Libaneses celebran en una calle la entrada en vigor del alto el fuego con Israel, en el distrito de Dahieh, en el sur de Beirut

Libaneses celebran en una calle la entrada en vigor del alto el fuego con Israel, en el distrito de Dahieh, en el sur de Beirut / WAEL HAMZEH/ EFE

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

Alicia Husseini está emocionada. No puede esconderlo. Ni quiere. “Que la paz vaya contigo, gracias a Dios”, dice a cualquiera que se cruza con ella por la calle. Sujeta el teléfono en alto, mientras esta colombiana-libanesa mezcla árabe y español en una videollamada con su hermana Fátima, en Venezuela. “Estamos muy contentos”, confiesa a este diario, sin poder evitar dar pequeños saltos por las calles de una ciudad que estaba en guerra. Alicia no camina. Levita. “Tenemos esa felicidad que parece que hayamos revivido”, confiesa delante de su tienda de ropa. A diferencia de la gran mayoría de edificios en esta gran avenida comercial de los suburbios sureños de Beirut, su local ha quedado intacto. Ya no caen bombas sobre Dahiyeh. Los cielos callan. El zumbido de los drones israelíes ha desaparecido. Ahora, con la declaración del alto el fuego la madrugada pasada, la población desplazada durante los últimos dos meses ha regresado a lo que queda de sus hogares con la intención de quedarse.

La alegría que domina las calles contrasta con el paisaje. La destrucción está presente en cada rincón de Dahiyeh. Este suburbio del sur de Beirut, una zona densamente poblada controlada por Hizbulá, ha sido sometido a una feroz campaña de bombardeos prácticamente diaria en los últimos 60 días. “No sabíamos adónde ir”, rememora Alicia, sobre una vida a la deriva que ha terminado –o ha sido puesta en pausa– hace apenas unas horas. “Cuando te ibas para un lado, [los israelíes] te bombardeaban y si te movías para otro, atacaban allí también; no les importaba quiénes había: mujeres, niños, viejitos…”, denuncia. Pero esta sensación se ha disipado este miércoles a las cuatro de la madrugada, con la entrada en vigor de la tregua entre Hizbulá e Israel. Ahora, en el Líbano, entra al fin una sensación de entusiasmo.

“Durante todo este tiempo rezaba a Dios para que no bombardearan mi casa ni mi tienda, pero, en realidad, si lo bombardean, todo se puede construir otra vez porque aquí en el Líbano, tenemos esa fuerza”, defiende, antes de deshacerse en elogios y agradecimientos a los “muchachos de la Resistencia”, como se autodenomina Hizbulá. A su alrededor, decenas de personas pisan los restos de vidrio que los centenares de ataques israelíes han dejado como macabro souvenir sobre la tierra de Dahiyeh. Ni la fina lluvia que cae detiene a aquellos que, movidos por la ilusión, corren al reencuentro con sus calles, sus lugares, sus casas, su vida anterior. En sus manos, llevan retratos del líder de la milicia-partido, el difunto Hasán Nasrala, y ondean banderas amarillas y verdes en las que se lee ‘partido de Dios’, Hizbulá, en árabe.

Tiros celebratorios

Mirando al cielo, han desaparecido los aviones de guerra israelíes y los drones de vigilancia. A cambio, niños y mayores lanzan disparos celebratorios con sus fusiles y pistolas. Aún hay escombros humeantes como resultado de la traca final lanzada por las tropas hebreas hasta los últimos minutos previos al alto el fuego. “La lluvia apagará el fuego”, dice entre carcajadas un habitante de Dahiyeh a este diario.

“Volveremos para hacer Dahiyeh mejor, porque hay personas que dieron la sangre para que podamos seguir existiendo”, defiende Inas al Kashat, de 25 años, después de retratar a su amiga sonriendo frente a unos escombros. Desde el 8 de octubre de 2023, cuando empezaron los enfrentamientos transfronterizos entre Hizbulá e Israel, el ministerio de Sanidad ha registrado 3.823 víctimas mortales y 15.859 heridos. La escalada militar israelí ha provocado un desplazamiento de población sin precedentes en el Líbano de 1,2 millones de personas. Ahora, las carreteras están colapsadas con los retornos. Todo un país vuelve a su casa.

100.000 viviendas destruidas

Pero muchas de ellas probablemente no encuentren más que ruinas. Según un informe del Banco Mundial, al menos 100.000 unidades de vivienda han sido destruidas por la violencia israelí. Las zonas más castigadas han sido el sur del Líbano, con aldeas fronterizas completamente erradicadas, el valle de la Becá al este y los suburbios sureños de la capital libanesa. “Pase lo que pase, permaneceremos en esta tierra: esta tierra es nuestra y no nos iremos”, afirma Inas, oriunda de Dahiye, a este diario. “Pese a estar destruido, sigue siendo lo más bonito del mundo”, constata Roaa Kassem, de 21 años, a los pies de su casa destruida y con un retrato de Nasrala en la mano. “Por supuesto que volveremos”, coinciden estas tres amigas del barrio.

La tercera es Asmaa Bzeih, de 27 años, que trabaja como periodista en el canal ‘Palestina Hoy’. “Ya no tengo casa, no hay nada”, confiesa a EL PERIÓDICO, sin poder evitar esconder su sonrisa. Anoche, horas antes de que entrara en vigor el alto el fuego y cuando las bombas aún caían sobre Dahiyeh, ella y su familia no pudieron aguantar la emoción y emprendieron el retorno al hogar que ya no está. “Aquí, en el lugar donde están todos nuestros recuerdos, todo es fácil”, constata la joven. “Israel no sólo estaba cometiendo un genocidio masivo, sino que también estaba cometiendo un genocidio contra la memoria, y eso no lo han podido derrotar”, defiende orgullosa.

"Alegría y tristeza"

“Estamos felices ahora, aunque es una mezcla entre alegría y tristeza”, reconoce Asmaa. “El señor Hasán [Nasrala] no está ahora con nosotros, y nos resulta muy difícil no escuchar hoy su discurso por la victoria, pero también estamos contentos de haber regresado a nuestra casa cumpliendo la promesa de los nuestros”, defiende la joven periodista. En lo alto de los edificios residenciales, ya hay muchas familias limpiando los vidrios quebrados por las explosiones y valorando los daños. Detrás de las mascarillas que les protegen de los tóxicos que aún emanan los escombros, se sienten victoriosos. Sus chicos han vencido al “enemigo sionista”.

Se asoman a las ventanas cuando oyen pasar una furgoneta con música a todo volumen alabando a Nasrala. La siguen centenares de muchachos en motocicleta ondeando banderas de Hizbulá con aire victorioso. “Toda esta pérdida va a volver a nosotros”, defiende Alicia con una sonrisa que le domina el rostro. “Dahiyeh, el sur, la Becá, el Líbano van a ser algo más lindo y la gente va a estar más fuerte”, concluye, en medio de la más profunda devastación. 

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