Memorias políticas
Angela Merkel, la grandeza de imponerse sin insultar
La líder de la Unión Cristianodemócrata de 2000 a 2018 y cancillera de Alemania entre 2005 y 2021 ha vertido en un libro de memorias llamado 'Libertad' de unas 750 páginas todo aquello que ya sabíamos de ella
La colección de chaquetas con que las que rompía el panorama monocromático de los líderes masculinos, su legendaria capacidad para buscar consensos o su alergia a la cultura del insulto como forma de hacer política: Angela Merkel, líder de la Unión Cristianodemócrata de 2000 a 2018 y cancillera de Alemania entre 2005 y 2021 ha vertido en un libro de memorias llamado 'Libertad' de unas 750 páginas todo aquello que ya sabíamos de ella, más algún detalle o autocrítica. Con este volumen, escrito junto con la mujer que mejor la conoce, su asesora Beate Baumann, acapara estos días las portadas de medios de referencia, alemanes o internacionales. Entrevistas donde detalla anécdotas ya sabidas, como su pánico al perro labrador con que Vladímir Putin buscó deliberadamente intimidarla, recuerdos de su infancia y juventud en la Alemania comunista y la prodigiosa carrera de una figura atípica que, de doctorada en Ciencias Físicas, llegó a ser la mujer más poderosa de Alemania y de Europa. La líder de referencia global.
"No nací para cancillera", es el título del primer capítulo del libro, publicado en Alemania por Kiepenheuer & Witsch y lanzado en paralelo en más de 20 países este 26 de noviembre, entre ellos España, por la editorial barcelonesa RBA. De su vida como ciudadana de una dictadura, la Alemania comunista, pasó tras la caída del Muro, en 1989, a la política. Alude en sus memorias, sin demasiados detalles, al primer esposo, del que conserva el apellido. "Guardo un recuerdo especialmente grato de nuestra luna de miel", es lo máximo que se permite explicar de ese amor estudiantil, Ulrich Merkel. La discreción es y ha sido señal de identidad de la política, ahora retirada. A su esposo actual, el catedrático Joachim Sauer, se refiere casi como un mentor, un científico reputado al que admira y para el que cocina a diario. Su puntal, junto con la fiel Beate Baumann.
También recuerda los temblores que le sobrevinieron, justamente en la primera visita como presidente del ucraniano, Volodímir Zelenski, a Berlín, en junio de 2019. Entonces medio mundo creyó ver en ello- su crepúsculo tanto político como físico. Luego se atribuyó a ese capítulo algún factor de miedo premonitorio ante lo que vendría después, la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia.
Que no parara los pies a Putin, sino que consintiera, es uno de los reproches más frecuentes sobre la exlíder alemana. Se relaciona con un interés por seguir disfrutando de gas barato ruso por el bien de la industria. En su libro, defiende su decisión de no haber allanado el camino a Ucrania y Georgia para su ingreso en la OTAN, en la cumbre de Bucarest de 2008. En aquellos tiempos la palabra de Merkel era una especie de ley no escrita. Ucrania sigue recriminándoselo. También justifica que bajo su mandato, y pese a la anexión de Crimea, se construyera el segundo tramo del gasoducto germano-ruso, el Nord Stream 2, nacido de la amistad de intereses entre Putin y su antecesor, Gerhard Schröder.
Juicio a la gestión
La guerra de Ucrania ha precipitado un juicio sumarísimo negativo a la gestión de Merkel. También el hecho de que en los 16 años de liderazgo no aprovechó las etapas de bonanza para invertir y poner al día a su país. El Ejército alemán sigue sin recuperarse de décadas de austeridad, la red de ferrocarriles lleva a la desesperación al ciudadano con sus tristes récords de impuntualidad, la digitalización sigue en mantillas. Una serie de factores impropios de una potencia como Alemania, ahora en recesión y a la que se califica de "enfermo europeo".
Pero Merkel no fue solo la líder obsesionada por la austeridad que sigue lastrando a su país y llevó a la desesperación al sur de Europa con la crisis del euro. También fue la líder que en 2015, cuando sus vecinos cerraron las puertas a los refugiados, mantuvo abiertas las de su país, pese a las presiones de su propio bloque conservador. Alemania recibió ese año un millón de asilados, en su mayoría sirios. Cambió la perspectiva del resto del mundo sobre Alemania. De país con fama de egoísta y corazón frío se pasó a un ejemplo de solidaridad, con millones de voluntarios volcándose en su acogida. También fue la catapulta para el voto de protesta de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), un partido que había nacido como euroescéptico dos años atrás y que de pronto viró a lo xenófobo. La AfD ocupa la segunda posición en intención de voto, ante las elecciones anticipadas que se celebrarán en Alemania el 23 de febrero próximo. Su bloque conservador, ahora liderado por su rival histórico, Friedrich Merz, recuperará previsiblemente el poder. Al Partido Socialdemócrata de quien fue su ministro de Finanzas y ahora canciller, Olaf Scholz, se le asigna el tercer puesto.
Autocrítica
Merkel no sería Merkel si su libro incluyera revelaciones indiscretas o cuestionamientos insultantes a quienes representan exactamente lo contrario a ella. Las críticas que que dirige a Vladímir Putin o Donald Trump tienen, a la vez, algo de autocrítica.
Tampoco se ceba en los rivales internos que, como Merz, trataron de noquearla. Tras su retirada, nunca más se la ha visto en un congreso de la CDU, el partido que dirigió durante 18 años.
Ha sorprendido en su país que, en una entrevista a 'Der Spiegel', descalificara a Scholz por el tono inusualmente bronco con que destituyó a principios de noviembre a su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, y materializó el hundimiento de su coalición. "Männer..." ("hombres...") era su explicación a las duras declaraciones de Scholz al informar de su decisión. Para Merkel, el canciller usó un tono demasiado "personal" para explicar esa crisis. Curiosamente, ella misma sufrió las consecuencias de no poder capear con Lindner. Fue en 2017, cuando tras su tercera victoria electoral trató de formar coalición entre conservadores, liberales y verdes. De pronto Lindner se levantó de la mesa, se plantó ante las cámaras y sentenció "es mejor no gobernar que gobernar mal". Tras ese abandono, la única opción que quedaba era otra gran coalición, la tercera de Merkel y con la que se retiró, en 2021.
Su libro de memorias no revela nada, reconoce 'Der Spiegel'. Pero tal vez en eso, y en la meticulosidad con que Merkel y Baumann lo explican, reside su grandeza. Se precisa, eso sí, tiempo y paciencia.
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