Fuera de órbita
Bin Tawil, un 'reino' desértico en tierra de nadie
Un pedazo de desierto en la frontera entre Egipto y Sudán lleva un siglo sin dueño legal, pero con muchos aventureros, soñadores o excéntricos que se autoproclaman reyes
![El estadounidense Jeramiah Heaton, en la "tierra de nadie" de Bin Tawil de la que se apropió, entre Egipto y Sudán.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/71480c45-c3a9-4192-830f-3041e5ec653f_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
El estadounidense Jeramiah Heaton, en la "tierra de nadie" de Bin Tawil de la que se apropió, entre Egipto y Sudán.
Kim Amor
A estas alturas de la historia parece increíble que aún existan en el mundo territorios que ningún país reclame como suyos. Esta anomalía geográfica se conoce como 'tierra nullis', tierra de nadie en latín. Sorprende aún más que haya aventureros, soñadores o excéntricos con deseos de notoriedad que proclamen que esas tierras huérfanas de Estado les pertenece. Viajan hasta el lugar, plantan una bandera y se autoproclaman reyes.
Este es el caso de Bin Tawil. Situado en la frontera entre Egipto y Sudán, este pedazo de desierto de forma trapezoidal, de 2.060 kilómetros cuadrados –similar en tamaño a la isla de Tenerife- lleva sin dueño legal más de cien años. La explicación tiene que ver con el salomónico trazado de fronteras elaborado por la potencia colonial, Gran Bretaña. Durante todo este tiempo, el destino de Bin Tawil (pozo profundo en árabe), ha estado ligado al vecino Triángulo de Hala’ib, un territorio diez veces más grande, bañado por el mar Rojo y rico en recursos naturales.
El primer trazado colonial de 1899 -una línea recta en el paralelo 22- dejaba a Bin Tawil en zona sudanesa y Hala’ib en la egipcia. Tres años más tarde y por razones tribales, un nuevo trazado invirtió las propiedades. Desde que Sudán se independizó, en 1956, la disputa por el codiciado Hala’ib ha sido motivo de guerras con Egipto.
Cicatrices de la historia
El conflicto aún está sin resolver. El caso es que reconocer la soberanía de Bin Tawil supone renunciar al rico territorio del mar Rojo. Ni El Cairo ni Jartum están dispuestas a dar ese paso. Como escribieron los geógrafos Alexander Dienr y Joshua Hagen, los trazados coloniales son cicatrices de la historia.
Mientras tanto hay quienes han aprovechado el vacío para autoproclamarse amos de esa tierra despoblada, salpicada de dunas, espacios rocosos y calor sofocante. De todos, el que destaca por su historia y tenacidad es el estadounidense Jeramiah Heaton.
Todo empezó en 2014. Emily, la hija de seis años de este vecino de Abdignton, Virgina, preguntó a su padre si algún día podría convertirse en princesa. "En un acto de amor" paterno, Heaton buscó un lugar del planeta que nadie reivindicara y que pudiera transformar en su reino. Y dio con Bin Tawil. Viajó hasta allí, plantó la bandera familiar, se hizo una foto y anunció al mundo en Facebook que había nacido el "Reino de Sudán del Norte, conmigo como rey y Emily como princesa".
"Cuento de hadas"
La noticia saltó a los grandes medios estadounidenses y a las redes sociales. Disney se interesó para hacer una serie, pero al final se echó atrás ante el tsunami de críticas: "Cuento de hadas", entre las más suaves. "Un acto terrible de neo-imperialismo racista", entre las más despiadadas.
Al fin y al cabo, el término 'terra nullius' fue invocado por los colonizadores para justificar la apropiación de territorios. Hay quienes advirtieron ya entonces a Heaton que para aspirar a tener el control político sobre un territorio es necesario, entre otros requisitos, tener el reconocimiento de los países vecinos. Y nunca ha sido así.
Lejos de desanimarse, Heaton argumentó que no pretendía el expolio, como los colonizadores, sino "mejorar las condiciones de vida de los seres humanos". Su plan consistía en convertir Bir Tawil en un oásis ecológico: un centro de energías renovables y de tecnologías de vanguardia. Y también de investigación agrícola para producir alimentos para la región.
Propuesta de base estadounidense
Aprovechando el empujón mediático, abrió un 'crowfunding' y viajó a Washington en busca de ayuda pública. Fracasó en su intento. Entonces se le ocurrió proponer la construcción de una base militar estadounidense en la zona, como reclamo a otras inversiones. La idea llamó la atención del general Michael Flynn, exasesor de seguridad de Donald Trump. Pero poco después Flynn dimitió de su cargo por un escándalo político y la cosa quedó en nada.
Por el camino, Heaton se había gastado en su aventura más de 400.000 dólares (370.000 euros), para desesperación de su mujer, Kelly, una maestra de escuela. Sin ingresos regulares, Heaton hizo de camionero y hasta plantó marihuana junto a su casa -cultivo legal en Virginia- para recomponer la economía familiar.
Y cuando todo parecía perdido, Heaton recibió una llamada de un grupo inversor chino que le invitó a Pekín para explicar su proyecto. Después, fue otro poderoso grupo tailandés quien le invitó a Bangkok. No hubo acuerdos y el virginiano volvió de Asia con las manos vacías. Después vino la pandemia y la devastadora guerra civil que desangra el Sudán desde hace más de año y medio.
Tres competidores
Desde que plantó el estandarte familiar en el desierto, a Heaton le han salido varios competidores. Un radioaficionado y empresario ruso, un ingeniero indio y un abogado británico. Todos se han autoproclamado reyes también de Bir Tawin y han puesto nombre al reino. Pero ninguno de ellos se lo ha trabajado tanto como Heaton, eso seguro.
Bir Tawin no es la única 'terra nullius' en el mundo. Hay que añadir Marie Byrd, en la Antártida, y un diminuto territorio en los Balcanes conocido como Gornja Siga, cuyo autoproclamado presidente ha rebautizado como 'Liberland'. Pero eso es otra historia.
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