Cambio climático en Brasil
La histórica sequía extrema provoca estragos en los ríos de la Amazonia
La estación seca dura en la Amazonia entre julio y diciembre, período en el que los cauces de los ríos se reducen unos metros y aparecen bancos de arena como pequeñas islas
Abel Gilbert
El fenómeno del 'Niño' y el cambio climático se han dado la mano para provocar en la Amazonia brasileña una sequía histórica que afecta severamente en principio a medio millón de personas. El caudal de los ríos Solimões, Branco, Jutaí y Negro, este último en Manaos, ha bajado tanto por la ausencia de lluvias que esa sequedad asusta a los habitantes ribereños. Según el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa), el nivel del imponente Negro es uno de los peores en 120 años de mediciones. El río Madeira ha perdido tanta fuerza que se ha suspendido el funcionamiento de la hidroeléctrica de Santo Antonio, del gigante sudamericano. "La sequía suele durar hasta mediados de octubre. Ahora se espera que dure hasta principios de noviembre. Es probable que la situación empeore", ha reconocido Renato Senna, climatólogo e investigador del Inpa.
La estación seca dura en la Amazonia entre julio y diciembre. Durante ese período los cauces de los ríos se reducen unos metros y aparecen bancos de arena como pequeñas islas. Esas motas amarillas se han agigantado porque esta temporada es excepcional en muchos sentidos, a los ojos de los especialistas. Los números son elocuentes: de los 62 municipios de Amazonas, 24 están en situación de emergencia, ha contabilizado Defensa Civil de Brasil. La agricultura y el comercio a través de los afluentes se ven severamente afectados. El polo industrial de Manaos ya siente las consecuencias de estas alteraciones.
"Hace una semana, esperábamos la asistencia de 100.000 personas. Lo que proyectamos, y se está confirmando, es que 500.000 personas se verán afectadas", ha reconocido el ministro de Integración Nacional, Waldez Goes.
La reacción del Gobierno
El vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin, ha visitado la región y ha anunciado obras de dragado que faciliten la navegación, así como ayuda económica por unos 25 millones de euros. Se adelantará el abono de los subsidios destinados a las comunidades pobres, se pagarán indemnizaciones a los agricultores que han tenido pérdidas por la sequía y se estudiará otorgar ayudas similares para la población ribereña que vive de la pesca. "Lo más urgente es el agua, la comida y el combustible". El Estado buscará a su vez garantizar la conexión de las centrales térmicas afectadas por la sequía. "No faltarán recursos. Quien tenga necesidades, que las envíe y serán atendidas", ha manifestado Alckmin.
"El cambio climático está descontrolado", ha asegurado, por su parte, la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva. Y la Amazonia siente las perturbaciones. La sequía y las altas temperaturas, cercanas a los 40 grados en primavera, han provocado una enorme mortandad de peces y 120 delfines rosados de agua dulce, un animal sagrado, al que los pueblos originarios que viven cerca del lago Tefé consideran guardianes del mundo acuático. La televisión ha mostrado imágenes de buitres devorando la carroña. En la región quedan unos 900 delfines rosados. La sequía a su vez ha disparado los incendios en la selva, que siempre registra en septiembre y octubre su época de menores lluvias.
Brasil despidió el invierno con temperaturas que en algunas zonas del norte y el nordeste llegaron a los 45 grados. Semanas antes, Rio Grande do Sul, en otro extremo del país, fue afectada por lluvias sin precedentes que provocaron 46 muertos y numerosos desaparecidos y que también están asociadas al fenómeno del 'Niño'. Un ciclón afectó más de 330.000 personas en un centenar de municipios del estado sueño. Las pérdidas fueron de unos 270 millones de dolares. Los especialistas utilizan las mismas palabras con las que la ministra Silva se ha referido a lo que sucede en Amazonas.
Esos hechos ya han golpeado a otros países como Grecia y Libia, en este último caso con una fuerza devastadora. Dakir Larara Machado da Silva, profesor de climatología de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, ha sido categórico: "Las vidas humanas se ven seriamente afectadas". El propio presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, ha comenzado a hablar de la emergencia climática con una gravedad desacostumbrada. Su última intervención tuvo lugar en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Falta de prevención
"Los destrozos y muertes causados por las lluvias en Rio Grande do Sul revelan el desafío que supone para Brasil hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos cada día más frecuentes", ha señalado el diario carioca O Globo en un reciente editorial. "El reto al que se enfrentan las autoridades es doble. En primer lugar, hay que desarrollar nuevos enfoques para prestar ayuda de la manera más ágil y eficaz. Fondos para la reconstrucción, ayuda a los sin techo, cadenas de solidaridad... todo esto es importante, pero no puede hacerse de improviso". El segundo reto, y el más importante, "es la prevención". Pero, por desgracia, se suele actuar "cuando el daño ya está hecho". El país "debe darse cuenta de que el escenario climático ha cambiado, y las viejas respuestas ya no son suficientes para enfrentar eventos extremos".
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