Análisis

¿Quiénes son los dos hombres cuya ambición desmedida condena a Sudán al caos?

El general Al Burhan, líder del Ejército regular, y Hemedti, cabecilla de las fuerzas paramilitares, libran una lucha descarnada por los recursos y por el poder

Imagen de archivo de un miliciano sudanés.

Imagen de archivo de un miliciano sudanés. / DETROIT FREE PRESS / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Begoña González

Con el derrocamiento y encarcelamiento del exdictador Omar Hasán al Bashir y la posterior firma de un acuerdo para una transición militar apoyada por un Gobierno civil, Sudán vislumbró la luz. El Estado, poco a poco fue ganando relevancia internacional y recibió el apoyo de organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, pero a medida que avanzaban las luchas internas por el poder se fue sumiendo en una fuerte crisis política que amenaza, ahora, con desestabilizar por completo el país y la región. Los recientes enfrentamientos entre el Ejército nacional y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) que se han cobrado casi un centenar de víctimas civiles tienen en vilo desde este sábado a ciudadanos y países vecinos.

La situación del país es tremendamente volátil entre otros aspectos por la inflamable relación que mantienen los números uno y dos del Estado, que a la vez lideran las dos facciones militares. Semanas de tensiones entre el Ejército y las RSF mientras se desarrollaban paralelamente conversaciones con organizaciones civiles e internacionales para la formación de un nuevo Gobierno de unidad han acabado estallando en enfrentamientos armados y bombardeos en la capital, Jartum.

Con el derrocamiento de al Bashir en 2019, el acuerdo de Juba de 2020 determinó que el máximo poder estatal debía recaer en manos del jefe del Ejército y presidente del Consejo Soberano de Transición, Abdelfatá al Burhan, y su 'número dos' en el líder de las paramilitares RSF, Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’. Ahora, dos años después, “los desacuerdos entre ambos líderes sobre cómo abandonar el poder y la improbable integración de las RSF en el Ejército han causado un enorme caos en el proceso de transición”, explica el catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona, Rafa Martínez.

Martínez ha formado parte activamente del proceso de negociación de los acuerdos marco que tuvo lugar hace apenas dos semanas en la capital sudanesa, enviado como experto de la misión de Naciones Unidas de asistencia a la transición (UNITAMS). La situación es tan tensa e inestable, que Estados Unidos y la Unión Europea, además de la ONU y otros países occidentales, han urgido en repetidas ocasiones durante los últimos días a los militares sudaneses a establecer un proceso para garantizar la formación de un Gobierno civil elegido democráticamente.

La unificación militar

Los enfrentamientos actuales tienen su razón de ser en la pugna interna por la reforma del Ejército que de algún modo se previó en los acuerdos preliminares que se firmaron en el 2019 tras deponer a al Bashir. Las principales diferencias entre ambos líderes, que aplazaron el acuerdo sobre la nueva Constitución y la formación del Ejecutivo, giraban en torno a la integración de las poderosas RSF en las Fuerzas Armadas, así como sobre las reformas en el aparato de seguridad. Ambas figuras, anteriormente aliadas de al Bashir y que ascendieron al poder tras la escalada de 2019, han mostrado su voluntad de garantizarse la mayor cuota posible de poder de cara a la futura transición.

“Entre el Ejército y las RSF hay una tensión inmensa y una fuerte falta de confianza. Al Burhan es el líder del poder militar y ‘Hemedti’ es de facto su segundo, pero al pactar qué pasaría en el caso de una hipotética falta del primero, toda la aparente intención de entendimiento se esfumó. ‘Hemedti’, ha sido considerado el elemento discordante porque ha defendido siempre que debería asumir él el primer lugar de mando, pero los militares del Ejército no están dispuestos a que un líder carismático pero sin formación militar les ordene como proceder”, explica Martínez.

La figura de ‘Hemedti’ es totalmente opuesta a la de al Burhan en términos de currículum. Mientras que el líder del Ejército es un General graduado en la Academia Militar de Jartum y consagrado dentro de las fuerzas del país, dado su pasado como integrante de la Guardia Fronteriza y jefe del Estado Mayor del Ejército antes de ser nombrado inspector general del Ejército (el tercer puesto en el escalafón) en febrero de 2018. ‘Hemedti’ en cambio, ha adquirido su experiencia militar a partir de haberse sumado a las filas de los 'yanyauid' (una amalgama de milicias árabes integradas principalmente por tribus de Darfur y de Chad, al otro lado de la frontera) durante la guerra, conocida por las atrocidades y crímenes cometidos contra la población civil.

Relación tensa

Su carisma y personalidad le llevaron a convertirse una figura central en la creación de las RSF, en el año 2013, que rápidamente quedaron bajo su cargo. Desde esa posición al frente de las RSF, 'Hemedti' logró hacerse con el control de importantes minas de oro en la región, lo que consolidó su puesto en el seno del régimen de al Bashir, a quién abandonó durante el golpe de 2019, en el que unió sus esfuerzos con los del Ejército de al Burhan.

Tras ese primer momento de entendimiento, la relación entre ambos líderes ha sido cuanto menos, tensa. Tras asumir la jefatura del Estado y ceder el Gobierno civil a Abdalla Hamdok Al-Kinani, la relación entre ambos líderes se podría resumir en una sarta de acusaciones cruzadas de querer usurpar el poder y de haber cometido crímenes contra los civiles. De igual modo, ‘Hemedti’ ha acusado a al Burhan de no querer ceder el poder a las fuerzas civiles para asumir el poder que se les había determinado en la transición.

“La negativa en 2021 a traspasar el poder a los civiles, en un golpe de Estado comandado por al Burhan, ocasionó el abandono del gobierno civil encabezado por Hamdok, lo que derivó en una cascada de condenas y en una presión por parte de la comunidad internacional que llevó a al Jefe del Estado a forzar la restitución de Hamdok”, explica Martínez. “Según el acuerdo de Juba, en ese momento los militares debían haber dejado paso a la clase política para dirigir el Estado y proseguir con la transición, pero eso nunca ocurrió porque ninguno está dispuesto a perder el control sobre los recursos económicos del país”, alega Martínez. Hamdock duró apenas unos meses en el cargo, y abandonó avivando nuevamente las diferencias entre los dos hombres fuertes de Sudán que buscaban dominar la escena política del país.

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