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Guerra en Ucrania

La retomada Izium, todavía atrapada por la impiedad de la guerra

La localidad ucraniana, nuevamente bajo control ucraniano desde septiembre, aún está lejos de recuperarse de los seis meses de ocupación rusa

Bloque de pisos en ruina en la localidad ucraniana de Izium, que estuvo meses bajo el control de las tropas rusas. Irene Savio

A media mañana, con un viento frío en pleno apogeo en Izium, llega una asombrosa sesión de efectos especiales proporcionados por la misma realidad: una sucesión de estallidos se sucede y atraviesa esta ciudad del este de Ucrania. Pero la gente sigue caminando y conversando como si nada. Porque aquello no es el ruido de algún proyectil o bomba que acaba de caer, aunque eso pueda parecer. Se trata de las detonaciones de los desminadores que, aquí y allá, trabajan incansablemente para hacer explotar las numerosas minas que quedaron atrás tras el repliegue ruso de septiembre pasado.

"Tardaremos años en sacarlas todas", explica Maksim, un funcionario del Gobierno regional. "Nos faltan materiales de construcción y también carecemos de muchas herramientas, pues han sido robadas o han quedado inservibles durante los combates", se queja. "Incluso los desminadores trabajan con equipos reducidos. Es un gran problema", añade.

A medida que se circula por Izium, la destrucción adorna esta ciudad en la que solían vivir unas 50.000 almas. Ha pasado medio año desde que la ciudad fue retomada por las fuerzas ucranianas y ahora los rusos están a unos 60 kilómetros hacia el sur. Pero una gran cantidad de tiendas, escuelas, fábricas e incluso parte del hospital que siguen dañados, así como destacan, en las calles, los pequeños altares con fotos y flores de plástico que recuerdan los que allí perdieron sus vidas. Algunas casas, muchas, se ven con los vidrios de las ventanas tapadas por láminas de madera; signos de resistencia, ahora abandonados. 

Cadáveres y destrucción

Muchas edificaciones no han sido reparadas en esta localidad en la que, según estimaciones, entre el 70% y el 80% de los edificios fueron parcialmente o completamente destruidos, en particular en la parte norte. Muchos puentes siguen reventados y son cúmulos de escombros y metales. En numerosos tramos de carreteras los coches circulan despacio por vías secundarias y con grandes baches, algunas de las cuales han sido levantadas de forma improvisada, en medio de restos de puestos de control, también ahora en desuso. 

La basura bélica está por todas partes. En el río Donets, donde antes de la guerra los locales veraneaban, yacen los restos de morteros y proyectiles que cayeron durante los seis meses en los que la ciudad estuvo bajo ocupación rusa. En las afueras, un carro de combate calcinado reposa inerme a poca distancia de unos hombres que pescan en un pequeño lago helado. En otras zonas cercanas, algunos vecinos aún conservan las cajas de cartón con las raciones de comida que el Ejército ruso usaba y abandonó rápidamente durante su retirada.

Caja de comida del Ejército ruso encontrada en las cercanías de Izium. Irene Savio

Tampoco es raro encontrarse con tierra ennegrecida por árboles y arbustos calcinados. Así se ve la zona de las afueras en la que, después de que Ucrania recuperara la ciudad, fueron hallados 440 cadáveres de civiles y militares ucranianos, algunos fallecidos durante los bombardeos, otros, con mutilaciones y signos de tortura. Ahora todos han sido sacados de ahí, pero más de un centenar siguen sin identificar debido a su avanzado estado de descomposición. En esas condiciones la extracción del ADN es particularmente difícil.

Crímenes de guerra y colaboradores

Grupos internacionales y autoridades locales siguen analizando el horror que vivió esta ciudad donde los combates más feroces fueron en marzo de 2022, cuando las tropas rusas lograron inicialmente ocupar solo la parte norte de la ciudad y por eso se enzarzaron en enfrentamientos con el Ejército ucraniano que duraron hasta que, alrededor de un mes después, lograron hacerse con el control de toda la ciudad. La organización Human Right Watch (HRW), por ejemplo, investigó recientemente el caso de un edificio de la calle Pershotravneva, en la parte septentrional de Izium, en el que fallecieron alrededor de medio centenar de personas, aunque el balance es impreciso pues algunos cuerpos aún no han sido identificados. 

Después de una investigación que se llevó a cabo desde septiembre hasta este marzo y durante la cual fueron interrogados testigos y se usaron diversas pruebas, HRW ha asegurado que las tropas rusas usaron una gran cantidad de municiones contra este edificio, que se hallaba entonces cerca del frente pero en cuyos alrededores la organización no encontró indicios de que fuera usado por las fuerzas ucranianas para fines militares (aunque sí algunas unidades ucranianas se encontraban cerca en los días previos, según algunos testigos consultados por HRW). Por eso, se concluyó que el ataque violó las leyes de las guerra establecidas por el derecho internacional.

Asunto aparte es el tema de aquellos vecinos que se cree que colaboraron con las fuerzas rusas durante la ocupación, sobre los que las informaciones son inciertas. Algunos, sobre todo los de mayor rango, como los que los rusos pusieron a cargo de la administración local (anunciándolo también en el 'Izium Telegraph', un diario vinculado a las autoridades ocupantes), están hoy desaparecidos y se piensa que han huido a Rusia. Otros están bajo investigación. Y también los hay que afirman que su único pecado fue intentar no morir.

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