Nada de lo que hace Donald Trump es casual. Nunca. Las palabras y acciones en los últimos días del expresidente de Estados Unidos y aspirante a la nominación republicana para 2024 evidencian su apuesta por tratar de sacar rédito político y personal ante un cerco legal que se estrecha sobre él. Su retórica crecientemente vitriólica y violenta, amplificada por los medios de comunicación, despierta miedos y tensiones. Y al elegir para un mitin de campaña este sábado un lugar tan emblemático para movimientos antigubernamentales y la extrema derecha como Waco (Texas), donde hace 30 años se produjo el choque de agentes federales con la secta de los davidianos que tras 51 días de sitio acabó con 86 fallecidos, incluyendo 25 niños y cuatro agentes, el redoble de la estrategia de Trump no deja mucho espacio para dudar de sus objetivos de provocación.

Menos de una semana después de urgir a "protestas" tras anunciar falsamente y sin información fehaciente que sería arrestado el martes por la fiscalía de Manhattan, que está presentando el caso de los pagos para silenciar antes de las elecciones de 2016 a la estrella porno Stormy Daniels ante un gran jurado que debe decidir si se le imputa o no, Trump escaló su lenguaje violento.

Primero el jueves criticó a quienes urgían a protestas pacíficas en caso de que sea imputado. Y en la madrugada del viernes sumó otro mensaje en su propia red social augurando "potencial muerte y destrucción" si llega esa imputación, una hipótesis aún no confirmada ni segura. Los malabarismos que había hecho hace unos días el 'speaker' republicano de la Cámara baja, Kevin McCarthy, para tratar de decir que Trump no estaba realmente llamando a protestas, quedaban aún más ridiculizados que tras el primer mensaje.

Ataques racistas al fiscal

Trump también intensificó en ese mensaje nocturno los ataques racistas al fiscal Alvin Bragg, la primera persona negra frente a la oficina de la fiscalía de Manhattan y a quien ya había deshumanizado con el insulto de "animal". En su última diatriba le ha tildado de "psicópata degenerado que auténticamente odia EEUU" y ha asegurado que será responsable de "crear años de odio, caos y agitación" si le imputa. Además, con un genérico "ellos" que indudablemente señala a demócratas como Bragg, Trump hablaba de "basura humana". Este mismo viernes, la oficina de Bragg recibía una carta dirigida al fiscal que contenía una pequeña cantidad de un polvo blanco, que luego se determinó inocuo, y un mensaje que decía en letras mayúsculas: "Alvin, ¡¡¡¡¡¡¡voy a matarte!!!!!!!".

Aunque los usuarios de su plataforma, Truth Social, son sobre todo conservadores, y aunque la repercusión general de los mensajes ahí es mucho menor que la de los de Twitter, con la virulencia del lenguaje Trump hizo prácticamente ineludible la cobertura mediática. Porque la resistencia a dar altavoz a sus provocaciones choca con los antecedentes de la traducción real en violencia de sus arengas, ya probados en el asalto al Capitolio, un episodio vinculado a cinco muertos y en el que resultaron heridos 140 policías. Y el dilema mediático acaba resolviéndose de una forma que, de una manera perversa que Trump explota a la perfección, le da la atención que es su savia política y vital.

Waco y la resistencia al Gobierno

Esa atención está garantizada también para el mitin en Waco, un escenario más que simbólico y provocador. Porque el lugar donde asentó su secta David Koresh y donde las autoridades acudieron para investigar presuntos abusos sexuales y posesión ilegal de armas antes del enfrentamiento que acabó en el sitio, el avance de tanques y el letal incendio final, es lugar de peregrinación y referencia para la extrema derecha y los movimientos conspiranoicos en general y para grupos armados de resistencia al Gobierno federal en particular.

Waco fue visitado durante el sitio, y citado como referencia, por Timothy McVeigh, autor del atentado contra un edificio federal en Oklahoma en 1993 que dejó 168 muertos. Allí financió también la construcción de una iglesia Alex Jones, estrella mediática que ha propagado teorías de la conspiración. Y sigue siendo una causa para milicias de extrema derecha como los Proud Boys y los Oath Keepers, algunos de cuyos líderes y miembros están procesados y condenados por el asalto al Capitolio.

El portavoz de Trump ha asegurado que se eligió como localización del mitin del sábado por su ubicación central en Texas, sus buenas comunicaciones y acceso y su infraestructura. Pero no cuesta ver que el antiguo mandatario está trazando paralelismos entre sus problemas legales con las tesis de que Waco hace 30 años encarnó los excesos cometidos por el Gobierno contra ciudadanos y su "libertad", otra de las palabras que Trump lanzó a gritos en mayúsculas en su mensaje de madrugada.

 Si el pasado es referente, además, las sutilezas no son el punto fuerte de decisiones como esta. Cuando era presidente, Trump también dijo que no debía haber doble lectura a su elección para un discurso en Tulsa, escenario de una de las peores masacres racistas de la historia del país, en Juneteenth, un día histórico que conmemora el fin de la esclavitud. Pero la máscara del racismo ya había caído hace tiempo, con momentos como el apoyo a los neonazis y supremacistas blancos en Charlottesville. Y era todo tan evidente que Trump acabó posponiendo el acto.