El continente deseado

La receta europea: 150.000 millones para contrarrestar la influencia china y rusa en África

La Unión Europea aspira a consolidarse como un socio preferente del contintente en el próximo quinquenio

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, junto al presidente de Senegal, Macky Sall; el de Francia, Emmanuel Macron, yel del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la cumbre UE-Unión Africana en Bruselas, en febrero de 2022. /

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, junto al presidente de Senegal, Macky Sall; el de Francia, Emmanuel Macron, yel del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la cumbre UE-Unión Africana en Bruselas, en febrero de 2022. / / REUTERS

Silvia Martínez

La mitad del plan de inversiones diseñado por la Unión Europea para neutralizar el poderío económico de China y situar a Europa como un "socio de confianza" en el mundo, la llamada Global Gateway lanzada hace año y medio, tiene a África como objetivo. De los 300.000 millones en inversiones público-privadas que aspira a movilizar la UE en esta estrategia,150.000 millones irán destinados a acelerar la transición ecológica y digital del continente, impulsar el crecimiento sostenible y la creación de empleo, reforzar los sistemas sanitarios y mejorar la educación y la formación por medio de proyectos que mejoren la conectividad en el transporte, la digitalización, la integración económica, la seguridad alimentaria, la lucha contra el cambio climático, la educación o el acceso a vacunas.

"África y Europa están unidas por la geografía y por un destino común. La renovada asociación UE-África, tal como se reafirmó en nuestra Cumbre de febrero, es de suma importancia para configurar nuestro futuro común y una señal de nuestra confianza en el potencial de nuestra relación, en particular en estos tiempos difíciles", recordaba a finales de noviembre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante la visita del presidente de la comisión de la Unión Africana, Moussa Faki, a Bruselas para hacer balance de los avances realizados desde la cumbre UE-Unión Africana celebrada, con dos años de retraso debido a la pandemia de covid19, en febrero del año pasado. 

Desde entonces y hasta ahora, ambos bloques se han comprometido a lanzar un programa de 750 millones de euros para el desarrollo de infraestructuras --incluidos corredores estratégicos-- de transporte, digital y energía, particularmente de energías renovables. También han puesto en marcha proyectos para garantizar el acceso y la fabricación de vacunas, medicinas y otras necesidades sanitarias en África --el objetivo de la UE es invertir más de 1.000 millones--, nuevas ayudas para luchar contra la desnutrición (570 millones más en 2022) que elevan el apoyo en alimentación hasta 2024 hasta los 4.500 millones y han creado (entre otras iniciativas) un grupo de diálogo de alto nivel para impulsar la integración económica con un continente que se ha convertido desde hace años en el objeto de deseo de Rusia y de China, que intentan ganar terreno a la UE a base de ayuda militar desinformación el primero, una estrategia que se ha visto reforzada desde la invasión de Ucrania hace un año, y de dinero el segundo. 

Tras la estela china

"Es, sin duda, un medio para intentar competir con China en el continente y, aunque se trata de una inversión importante, no puede compararse --al menos hasta ahora-- con la iniciativa Nueva Ruta de la Seda de China, que lleva 10 años en marcha, incluye a más de 40 Estados africanos y afecta a 1.000 millones de ciudadanos africanos", reconoce Nina Wilén, directora del programa África del Instituto Egmont de Bélgica y profesora asociada de la universidad de Lund, sobre la estrategia europea de inversiones. Aunque Pekín lleva la delantera en el terreno inversor, la experta recuerda que no hay que perder de vista que la política europea hacia África es global. 

"La UE sigue siendo el mayor socio comercial de África, con numerosas asociaciones económicas diferentes. También es el primer proveedor de Inversión Extranjera Directa (IED) a África, de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y de ayuda humanitaria, por lo que la UE en su conjunto sigue siendo sin duda un socio crucial para África", recalca recordando que la UE también está detrás de la "mayor operación de paz de la Unión Africana, en Somalia (AMISOM)", que ha financiado durante más de una década a través del Fondo de Paz para África. El continente africano es además el que más misiones de la política común de seguridad y defensa de la UE aglutina, destinadas a formación policial y militar o el refuerzo de las instituciones.

Enfoque integral para el continente

El problema, reconoce Wilén, es que su principal fortaleza es también su mayor problema: un enfoque integral, con una implicación en ámbitos diferentes, pero que resta visibilidad en un continente que, "por su peso diplomático, demográfico y por sus recursos naturales", seguirá ganando terreno e influencia a medida que aumente la competencia mundial por el poder. "La importancia de África no hará sino crecer. La UE debe seguir comprometida con África por todas estas razones, pero también por razones de seguridad", añade sobre uno de los ámbitos que generan creciente preocupación entre los gobiernos --también al otro lado del atlántico-- e instituciones europeas, particularmente por la influencia rusa en el ámbito militar y la presencia del grupo de mercenarios privado ruso Wagner en la zona del Sahel donde crece la crisis humanitaria y el sentimiento antieuropeo.

"Está claro que la guerra de Ucrania no ha disminuido el deseo de Rusia de actuar de forma oportunista, también en África. De hecho, la ruptura del régimen de Vladímir Putin con Occidente está potenciando el reciente acercamiento de Moscú a varias partes del continente", apunta Paul Stronski, experto en Rusia del think tank Carnegie Europe, que explica que los regímenes represivos de los países del Sahel han aprovechado el creciente resentimiento hacia el legado francés, que ha reducido su presencia militar en la zona, y europeo para asociarse con Moscú. "Rusia ha demostrado que sabe aprovechar las carencias de gobernanza, la inestabilidad y los vacíos de seguridad en África", asegura.

[object Object]

El presidente francés, Emmanuel Macron, pronunció el 27 de febrero un discurso sobre su estrategia para el continente africano. Aunque el dirigente centrista aseguró que no hay "una única realidad africana", su gabinete organizó ese acto pomposo para detallar la política de Francia respecto a "África". Su intervención tuvo lugar pocos días antes de empezar, el pasado miércoles, una gira diplomática por cuatro países de África Central: Gabón, Angola, el Congo y República Democrática del Congo (RDC). 

Su principal anuncio fue la voluntad de París de continuar con la retirada de tropas, pero sin cerrar las bases militares. Francia sufrió serios reveses con la marcha forzada de sus soldados presentes en Mali Burkina Faso. Ante el desgaste provocado por la operación Barkhane, que alimentó un sentimiento antifrancés en la inestable zona del Sahel, numerosas voces pidieron la retirada de todas las tropas francesas de sus excolonias. En cambio, otras reivindicaban una mayor implicación militar al constatar que una potencia rival como Rusia, a través de los mercenarios de Wagner, reemplazó el apoyo militar francés en Mali y podría hacer lo mismo en Burkina Faso. Al final, Macron optó por una opción intermedia.

El Gobierno no cerrará sus bases, pero "reducirá" el número de soldados desplegados. Francia dispone actualmente de unos 5.500 soldados en suelo africano, 3.000 de ellos en países del Sahel como Níger y Chad. El dirigente centrista aseguró que pretenden "desarrollar bases con una vocación regional" y centrarse en la "formación" y el "equipamiento" de los soldados africanos. "La idea subyacente es hacer olvidar a Francia como el gendarme de África", sostiene el periodista Antoine Glaser, autor del libro Le piège africain de Macron (La trampa africana de Macron), en una entrevista para el diario progresista Libération.

El discurso de Macron del pasado lunes tuvo grandes similitudes con otro pronunciado en noviembre de 2017 en Uagadugú, cuando prometió pasar página de las políticas neocoloniales la "Franciáfrica" —una promesa parecida ya la habían hecho sus predecesores François Hollande o Nicolas Sarkozy—. El dirigente centrista defendió sustituir esta presencia militar por puentes económicos y culturales. Una apuesta razonable en el plano teórico, aunque debilitada por la pérdida de influencia francesa. Esta no solo se ha visto lastrada por la presencia creciente de potencias rivales, como Rusia o China, sino también de teóricos aliados que actúan cada vez más como electrones libres de la geopolítica, como Turquía o Israel. Incluso Alemania superó a Francia como el principal exportador a los países de África. ENRIC BONET

Suscríbete para seguir leyendo