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Espacio aéreo

El espacio cercano, tierra de nadie

Ninguna norma internacional regula el espacio que va entre los 18 kilómetros de altura, que se considera el espacio aéreo de un país, y los 100 kilómetros, donde empieza el espacio exterior y orbitran los satélites.

Los militares estadounidenses retirando parte de un globo chino derribado.

La saga del globo chino derribado por Washington por presunto espionaje ha intensificado el escrutinio de la actividad en una zona de la atmósfera que es, legalmente, tierra de nadie: el espacio cercano.

Leyes y tratados internacionales gobiernan el espacio aéreo de un país, esa zona de unos 18 kilómetros sobre la superficie y las aguas territoriales, un área en la que entró el globo chino en lo que representa una violación de la soberanía estadounidense y por la que se movían los otros tres objetos no identificados derribados por misiles estadounidenses el pasado fin de semana.

Los pactos internacionales avanzan, lentamente y no sin dificultades y retos, para seguir dotando de normas la actividad más allá del Límite de Karmán, a 100 kilómetros de distancia de la Tierra, donde se considera que empieza el espacio exterior, aunque no hay un consenso ni una regulación universal. Ahí orbitan los satélites y, en virtud del Artículo IV del Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967, está prohibido colocar armas nucleares o cualquier otra de destrucción masiva tanto en órbita alrededor de la Tierra como en la Luna u otros cuerpos celestes.

Pero entre una y otra está esa tierra de nadie, el “espacio cercano” que llegó a alcanzar también el globo chino que sobrevoló EEUU. Y aunque varios países han seguido la estela de Nueva Zelanda, que en 2017 se convirtió en el primero en incluir en sus leyes del espacio controles para esa franja, esas normas no están avaladas por el reconocimiento del derecho internacional. Y los esfuerzos de la comunidad internacional para avanzar en un consenso topan con barreras.

Algunas las han puesto países con programas espaciales avanzados como EEUU y China, a los que ahora la crisis del globo vuelve a enfrentar. “Quieren poder explotar esa zona gris” y tener la libertad para seguir conduciendo actividades, le decía recientemente a Axios Brian Weeden, un experto de la Segure World Foundation.

Turismo estratosférico

El espacio cercano es terreno abonado para empresas comerciales, especialmente con los rápidos avances tecnológicos que por ejemplo hacen una realidad inminente el turismo estratosférico en globos y abren posibilidades sobre plataformas de comunicación y vigilancia especialmente útiles en zonas que escapan a coberturas satelitales. Y lo es también para la carrera militar. Y aunque lleva años labrándose, se ha acelerado.

EEUU le dio un impulso en el cambio de siglo pero como explicaba hace unos días a ‘The Wall Street Journal’ el general retirado de la Fuerza Aérea John Jumper, que lideró aquella campaña, el impacto de los atentados del 11-S dificultó capturar el interés público y “la atención burocrática”. Aún así el esfuerzo se recuperó. Y en la última década se han intensificado ensayos, ejercicios y proyectos como ‘Thunder Cloud’, que buscan hacer operativa la estratosfera. “Es simplemente fenomenal lo que podemos hacer con globos de elevada altitud”, le dijo en 2020 a Defense News Daniel Karbler, el militar al frente del mando de defensa espacial y de misiles del Ejército.

En China el empeño no va a la zaga, e incluso adelanta a EEUU. En la principal base de datos académica china se encuentras más de mil informes y documentos sobre el espacio cercano y en la Academia de Ciencias se ha establecido un centro de investigación para desarrollar globos y naves estratosféricas.

En un artículo de 2018 publicado en el diario oficial del Ejército Popular de Liberación chino se leía que “el espacio cercano se ha convertido en un nuevo campo de batalla en la guerra moderna y una parte importante del sistema de seguridad nacional”. Y expertos militares del país lo han tildado como “un nuevo frente de militarización” y un “área importante de competición para las potencias militares mundiales en el siglo XXI”.

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