"Hacía mucho tiempo que no veíamos a tanta gente en una manifestación". A Samia Elmars, militante de la CGT y responsable administrativa en una universidad, se le dibujaba una sonrisa en la cara al comentar la multitudinaria protesta en París. Los sindicatos franceses desbordaron las calles de Francia en la primera huelga general contra la reforma de las pensiones. Más de un millón y medio de personas, según los sindicatos, —y 1,12 millones, según el Ministerio del Interior— se manifestaron este jueves en todo el país contra la voluntad del Gobierno de Emmanuel Macron de aumentar de 62 a 64 años la edad mínima para jubilarse (con 42 o 43 años cotizados). 

"El tema de las jubilaciones canaliza todos los descontentos", aseguró el secretario general de la CGT, Philippe Martinez, en una entrevista para la cadena Public Senat. Por primera vez desde 2010, las organizaciones sindicales han compuesto un frente unitario —desde la moderada CFDT hasta las más combativas CGT y Sud-Solidaires— para oponerse a esta impopular medida. Hasta un 66% de los franceses la rechazan, según un sondeo reciente del instituto Elabe.

La unidad sindical sirvió como motor de la jornada de movilizaciones sociales más importante en el bullicioso país vecino desde 2010. El número de manifestantes superó el del 5 de diciembre de 2019, cuando empezó una oleada de protestas contra la primera reforma de las pensiones de Macron, finalmente abandonada por el covid-19. De hecho, reflejó una indignación más generalizada, ante el deterioro de los servicios públicos y de la situación económica por la inflación y la crisis energética, así como la voluntad del Ejecutivo macronista de mantener una agenda de reformas que recorten el avanzado modelo social galo, desde las pensiones hasta las ayudas a los desempleados.

"No es el buen momento para esta reforma"

"El Gobierno ha cometido una estupidez presentando la reforma ahora. No es el buen momento para impulsar una medida de este tipo", dijo a EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, del grupo Prensa Ibérica, Abdellah Chaouch, responsable de la CGT de los bomberos en el departamento de Val de Marne, en el sur de la región parisina. "No nos esperábamos que habría tanta gente, incluso hemos tenido que dividir la manifestación por dos bulevares distintos", destacó refiriéndose a la marcha en París, en que participaron entre 400.000, según los sindicatos, y 80.000 personas, según las autoridades.

La marcha empezó en la plaza de la República y transcurrió por las calles del este de la capital, los barrios antaño populares y ahora cada vez más gentrificados. "Es una reforma injusta, ya que afectará sobre todo a los más precarios y aquellos que empezaron a trabajar antes", critica Virginie Adam, 28 años, que empezó su carrera profesional trabajando como asistente de niños con discapacidad, "una de aquellas profesiones en que resulta complicado cotizar lo suficiente para recibir una pensión completa".

El texto, que será presentado el lunes que viene en el Consejo de Ministros, también exigirá haber cotizado 43 años a partir de 2027 para cobrar una pensión completa, en lugar de 2035 como está previsto en la legislación actual. Aquellos que no logren cotizar durante todo este periodo deberán jubilarse a los 67 años o bien aceptar una pensión bastante más baja. El Ejecutivo centrista defiende la necesidad de esta medida para equilibrar el sistema de pensiones. Actualmente, es excedentario, pero podría acumular un déficit de unos 13.000 millones de euros en 2030. Lo que representaría un 4% del gasto total en pensiones.

Más del 60% de profesores en huelga

En París, los tradicionales camiones, banderolas y globos sindicales predominaban en la marcha. También había numerosas pancartas caseras, con mensajes del estilo "La jubilación antes del cementerio", "Queremos jubilarnos antes de la artritis" o "Detengamos la regresión social". El ambiente resultó mayoritariamente festivo, pese algunos incidentes, sobre todo en la zona de la plaza de la Bastilla.

"Cuando veo a mis padres y mis tíos lo cansados que están, no me parece normal que tengan que trabajar aún más tiempo", explicaba Tany Levecque, de 20 años, una joven monitora y estudiante universitaria, que se desplazó junto con su padre desde una localidad de la 'banlieue' parisina. "Esta manifestación no es solo por las pensiones, sino contra el macronismo y la falta de democracia. (...) No me parece normal que en los últimos meses hayan aprobado 10 medidas por decreto y sin votación parlamentaria", añadía esta manifestante, que llevaba una pancarta en que había escrito: "¿Todo va bien por España?", en una referencia a la presencia en Barcelona del presidente y varios ministros coincidiendo con el día de la huelga general.

Además de la capital, hubo protestas muy concurridas en Marsella (145.000 manifestantes, según los organizadores), Toulouse (50.000) o Nantes (50.000), así como en numerosas localidades medianas y pequeñas. Los sindicatos habían convocado más de 200 marchas. Los efectos de la huelga se hicieron notar especialmente en los transportes, la educación, energía y en la función pública en su conjunto.

Como suele suceder con las huelgas nacionales en Francia, el apoyo varió de manera considerable en función de los sectores. Resultó multitudinario entre los agentes ferroviarios —apenas circularon trenes regionales y menos del 30% de los de alta velocidad— y los conductores de autobús y metro —solo funcionaron con normalidad dos líneas de metro (de un total de 16) robotizadas en París—, así como los trabajadores de las centrales eléctricas y las refinerías de combustible (un 70% de huelguistas, según los sindicatos). Según el SNUipp-FSU, principal organización en la educación primaria en Francia, al menos una tercera parte de las escuelas estuvieron cerradas. Y el 70% de los maestros (alrededor del 40% según el Ministerio de Educación) respaldaron la huelga.

En el sector privado, el seguimiento fue mucho más heterogéneo. No obstante, apoyaron la movilización sectores tradicionalmente poco contestatarios, desde el cuerpo diplomático hasta los asalariados de las empresas de videojuegos, pasando por los empleados de Amazon y las vendedoras y vendedores de Sephora. Incluso la Torre Eiffel optó por no abrir sus puertas.

Pese al golpe en la mesa dado por los sindicatos, Macron expresó desde Barcelona su voluntad de aprobar la reforma "con determinación y espíritu de responsabilidad". "Si el Gobierno se empeña en sacar adelante la medida, las protestas se endurecerán", advierte Chaouch, de la CGT. Los sindicatos preparan otra huelga general para el 31 de enero. En sectores como las refinerías ya están previstos paros de varios días, lo que podría provocar problemas de suministro en las gasolineras, como ya sucedió en octubre.

La batalla social por las pensiones acaba de empezar en Francia. Y tras haber visitado el museo Picasso en Barcelona, Macron deberá remar mucho si quiere convencer a sus conciudadanos de la necesidad de su impopular reforma.