Marruecos ha intensificado en los últimos años su política de armamento militar, con un volumen importante de adquisiciones de aparatos no tripulados como los drones, algunos incluso con la capacidad de realizar ataques, y de escudos de defensa aérea. Como zona de entreno y prueba de esta tecnología, las Fuerzas Aéreas marroquíes se están desplegando en escenarios reales del Sáhara Occidental, lo que ha supuesto avivar el conflicto con el Frente Polisario. 

En noviembre de 2020, tras denunciar que el ejército marroquí perpetró un ataque en el paso fronterizo de Guerguerat, el movimiento independentista saharaui anunció el fin del alto el fuego y se abrió así un nuevo episodio en la disputa por la soberanía de este territorio, con acusaciones cruzadas entre uno y otro bando y supuestos ataques a civiles. A principios de abril, la agencia Sahara Press Service informó sobre la muerte del jefe de la Guardia Nacional del Frente Polisario, Addah Al-Bendir, en un presunto ataque aéreo ordenado por Rabat, aunque nunca hubo confirmación oficial sobre esta actuación. Esta sería la primera vez que el ejército marroquí recurriría a un ataque con dron en el conflicto que le enfrenta al Frente Polisario desde hace casi medio siglo. 

El Polisario por su parte se apresuró entonces a fortalecerse y, para ello, recurrió a la República Islámica de Irán para introducir en el campo de batalla drones kamikaze, conocidos como «aviones suicidas». Esta decisión provocó una escalada de tensión, en la que Rabat advirtió de que el control de drones iraníes por parte de su enemigo sería una razón para cambiar de juego «a nivel militar», por lo que reaccionaría con «una respuesta apropiada».

Cruciales en Ucrania

En octubre, el ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, culpó a Teherán de «patrocinar el terrorismo» en el Sáhara Occidental, una acusación que la república del Golfo Pérsico no ha rechazado con rotundidad. Y Omar Mansour, ministro del Interior de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), ha apuntado que sus tropas podrían recurrir próximamente a drones armados para repeler a las fuerzas de ocupación marroquí posicionadas en el Sáhara Occidental.

Estas aeronaves no tripuladas están siendo un elemento fundamental en la guerra de Ucrania para frenar la invasión rusa. Kiev ha conseguido grandes avances gracias al uso del dron turco Bayraktar TB2, uno de los modelos que también maneja Rabat y en el que sus tropas tienen un alto grado de experiencia en combate.

Marruecos ha formalizado la compra de drones de fabricación turca, china, israelí y estadounidense y proyecta convertirse en el primer país africano en construir un modelo prototipo, gracias a los acuerdos de colaboración entre el Gobierno de Mohamed VI e Israel. Para la adquisición de estos aparatos no tripulados, Rabat podría contar con el apoyo financiero de monarquías procedentes del Golfo Pérsico, que estarían aportando ayudas económicas a la monarquía alauí.

Así, Marruecos toma la delantera a España en este tipo de armamento, pues el Gobierno estatal rechaza el uso de aeronaves no tripuladas al cuestionar la fiabilidad de este sistema, ya que puede ocasionar víctimas colaterales al errar en la localización de sus objetivos. Esta doctrina militar de no usar drones ofensivos surge a raíz de la guerra de Estados Unidos contra Al Qaeda. En este conflicto, varias operaciones de la CIA terminaron con una matanza de civiles. Entre otras, atacaron una reunión familiar en la que no había ningún terrorista y acabaron con la vida de cuarenta jornaleros al lanzar misiles desde un dron, programado para identificar como diana terrorista cualquier reunión de hombres llegados en camionetas.

Despliegue en Canarias

El Ejército español carece de adiestramiento y experiencia en el uso de drones municionados, pero está incorporando de forma progresiva modelos como el MQ-9 Predator B para realizar misiones de vigilancia y reconocimiento del territorio y aguas nacionales. Este aparato no tripulado es una de las aeronaves de mayor envergadura con las que cuenta España y tiene base en el Aeródromo Militar de Lanzarote, en San Bartolomé, y en la base de Talavera la Real, en Badajoz, donde se encuentra el Ala 23 del Ejército del Aire. Hasta ahora, se emplea en misiones aéreas defensivas como respuesta a incursiones y movimientos de aeronaves no identificadas. El Ejército español también dispone de unidades del Searcher III, un modelo de avión no tripulado en cuya actualización y modernización reciente ha empleado precisamente tecnología israelí. Estos dispositivos sí se han desplegado en labores de inteligencia y vigilancia en misiones españolas internacionales, pero nunca dispuestos con armamento.

En este contexto, Marruecos no solo ha intensificado su fortaleza militar sino también diplomática en el seno de la Unión Europea, donde ha desplegado su soft power y, en particular, con España, tras el golpe de timón del Gobierno de Pedro Sánchez respecto al Sáhara Occidental y la defensa pública de la propuesta marroquí de autonomía para el territorio saharaui por parte de personalidades ilustres españolas como el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero o José Bono, entre otros. Mientras, desde hace varias semanas, la prensa europea ha acuñado el término de Marruecosgate y señala a este país como uno de los implicados en la presunta compra de voluntades políticas en el Parlamento europeo para lograr decisiones geopolíticas de las instituciones comunitarias que resulten favorables a sus intereses, en temas sensibles como acuerdos comerciales y pesqueros, cooperación antiterrorista, control de flujos migratorios, la delimitación de la frontera marítima con Canarias o la propia resolución del conflicto con la antigua colonia española. Una supuesta trama de espionaje, sobornos y corrupción que ampliaría el conocido como Catargate, en el que se han visto implicados varios eurodiputados por defender los intereses cataríes en Europa.