"Ahora o nunca". Con esa consigna, Jair Bolsonaro intenta este miércoles dar una demostración de fuerza de cara a la primera vuelta electoral del 2 de octubre. El presidente busca transformar la conmemoración en Río de Janeiro por los 200 años de la Independencia de Brasil en algo más que un acto proselitista. El "capitán del pueblo", como lo define la publicidad, intenta asociar su figura del ultraderechista con los mismos destinos del país. Bolsonaro participará primero de los festejos en Brasilia, de carácter institucional, y llegará a Copacabana, uno de los barrios emblemáticos de la "ciudad maravillosa", al frente de una caravana de motociclistas. Lo acompañarán desde el mar buques de la Armada en desfile y, desde el aire, un escuadrón de la aviación militar. Según el diario 'Estado', este 7 de setiembre, el mandatario "se juega a todo o nada".

Una última encuesta de la consultora FSB da cuenta de que Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT) tiene una intención de voto del 42%. Su rival se encuentra a 12 puntos de distancia. El entorno de Bolsonaro cree que la ayuda social que brinda el Gobierno a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, así como los efectos de una mejora de la situación económica ayudarían a acortar diferencias. El mismo sondeo indica por el momento que Lula lo derrotaría en el ballotage de la última semana de octubre por 13 puntos.

"No tienen nada contra mí. ¿Cuál es el objetivo? ¿Elegir a Lula? ¿Decir que soy tan corrupto como él? ¿Es eso apropiado? ¿Sacaron al tipo de la cárcel, lo hicieron electo para hacerlo presidente a la fuerza? ", se quejó en las vísperas de la conmemoración. El bolsonarismo regaló miles de banderas nacionales y camisetas con el lema "Brasil por encima de todo, Dios por encima de todo", utilizado en la campaña electoral de 2018.

"El 7 de septiembre debe ser celebrado con alegría y unidad por todos los brasileños. Desgraciadamente, esto no es lo que ocurre hoy en día. Este Gobierno ha abandonado al pueblo y ha estado destruyendo el país. Utilizan nuestra bandera para mentir, predicar el odio y fomentar la venta de armas. Amenazan nuestra soberanía y nuestras riquezas", dijo Lula en su última publicidad.

Crece la tensión

En la manifestación de este miércoles se espera que Bolsonaro reitere su desconfianza frente al sistema electoral. Para el presidente, las urnas electrónicas, que funcionan desde los años noventa, no garantizan la transparencia de la contienda. Bolsonaro ganó los comicios en 2018 con las mismas reglas que ha intentado cambiar desde hace dos años.

A la vez, la ultraderecha intenta plantarle cara a las instituciones con las que el Gobierno acumula conflictos, en especial desde que se inició la pandemia. El principal blanco de la ira del bolsonarismo es el Tribunal Supremo Federal (STF) y, en particular, su principal autoridad, Alexandre de Moraes. Parte de sus ataques se dirigen también hacia el presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Edson Fachin, quien tuvo la reciente osadía de restringir la flexibilización del uso y compra de armas por el riesgo de violencia electoral. El TSE, a su vez, autorizó una investigación contra empresarios simpatizantes de Bolsonaro que, en un grupo privado de Whatsapp, dijeron preferir un golpe de Estado a un triunfo de Lula. El presidente los invitó a que lo acompañen en el acto de Río de Janeiro. "Son personas honorables. Dos de ellos tienen contacto conmigo".

Bolsonaro le hablará a Brasil desde Río de Janeiro subido en un camión que suele utilizarse para que los músicos toquen en los carnavales. Lo acompañará el pastor evangelista Silas Malafaia, así como otros representantes de las iglesias pentecostales cuya feligresía intenta ser seducida por Lula.

Los analistas se preguntan hasta qué punto las Fuerzas Armadas se han subordinado a los intereses del capitán retirado. "Entre los 16 generales del Alto Mando del Ejército, dos o tres se han mostrado ambiguos ante el discurso de Bolsonaro contra el sistema de voto electrónico, y el resto no ha dejado espacio en las conversaciones para la idea de una ruptura. Lo mismo se observa en las otras Fuerzas. En 1964 (el año del golpe de Estado), hubo un apoyo mayoritario por parte de las empresas, los medios de comunicación y los Estados Unidos al cambio de gobierno por parte de los uniformados", señala el diario paulista 'Folha'. A los uniformados, añade, no les gusta Lula, "pero nadie apoyaría una ruptura". De otro lado, una parte importante del empresariado y el mundo de la banda ha tomado distancia de Bolsonaro en los últimos meses y suscribió la carta en defensa de la democracia.