Alemania respira aliviada, al menos de momento. La reactivación del suministro de gas a través del Nord Stream 1 salva una bola de partido y evita por ahora el temido colapso industrial y la amenaza de racionamiento que prevén las autoridades alemanas si Rusia acaba cerrando el grifo del gas.

El director de la Agencia Federal de Redes -el órgano regulador del mercado energético alemán- ha confirmado este jueves que el gas vuelve a fluir a través del mayor gasoducto que conecta Rusia con la Unión Europea. "Si computamos las primeras cuatro horas de flujo de gas, estamos en 700 gigawatios a la hora, es decir, el nivel del 40% ya de antes de los trabajos de mantenimiento", ha escrito Klaus Müller en su cuenta de Twitter.

El responsable del regulador alemán advierte, por tanto, de que no hay motivos para el “cese de la alarma”. Expertos y autoridades coinciden en que ese nivel podría ser insuficiente para alcanzar el objetivo de llegar a finales de este año con unas reservas del 90% para afrontar con garantías el próximo invierno. Ese es el objetivo expreso que se ha autoimpuesto el Gobierno alemán. Actualmente, las reservas rondan el 65%.

Mensajes contradictorios

La cuestión que queda en el aire es si el nivel de suministro se mantendrá en el 40% o si Gazprom lo seguirá reduciendo, como viene haciendo desde que Occidente comenzase a aplicar sanciones contra la economía rusa. Esta semana, el presidente ruso, Vladímir Putin, ya dejó entrever que el nivel de suministro podría seguir reduciéndose porque una turbina procedente de Canadá todavía no ha llegado a Rusia. Moscú señala directamente a las sanciones de Occidente como principal razón de la demora. Berlín califica ese argumento de “pretexto”.

Mientras tanto, el Gobierno alemán lanza mensajes contradictorios: por una parte, da por sentado que Moscú cumplirá con sus obligaciones contractuales en las entregas de gas, y por otra, advierte de que el Kremlin ha dejado de ser un proveedor fiable de energía y prepara ya a la población para un posible cierre definitivo del gas ruso.

Figuras importantes del Gobierno alemán como el ministro federal de Economía, el verde Robert Habeck, y la ministra de Exteriores, la también verde Annalena Baerbock, han dicho repetidamente que Putin está usando el gas como arma política para ahogar lentamente la economía alemana y europea, y generar inestabilidad dentro de la UE. "Si no recibimos más gas, entonces tampoco podremos seguir ayudando a Ucrania porque estaremos ocupados con levantamientos populares", dijo el pasado miércoles Baerbock durante una conferencia de prensa. El canciller Olaf Scholz también ha advertido de que la situación social podría convertirse en explosiva en Alemania si los precios de la energía siguen aumentando.

Dependencia fósil

Mientras Alemania intenta reducir a marchas forzadas su dependencia del gas ruso -a través de importaciones procedentes de Noruega y Países Bajos, de gas licuado de EEUU/. y de medidas de ahorro en el consumo-, analistas apuntan que la reapertura del Nord Stream 1 también señaliza la dependencia que Rusia tiene de las exportaciones de energía fósil.

"Que Rusia vuelva a a suministrar gas, aunque sea de manera reducida, no sólo relaja el mercado alemán, sino que también es una prueba de que Rusia no puede tensar en exceso la cuerda”, ha dicho al diario 'Rheinischen Post' Claudia Kemfert, economista jefa del Instituto para la Investigación Económica (DIW). Kemfert está convencida de que si Alemania sigue encontrando alternativas energéticas y moderando el consumo, el país podría alcanzar el 90% de reservas de gas a finales del 2022.