El choque de puños entre los dirigentes saudí y estadounidense no ha podido eclipsar la discreta sonrisa en sus rostros. Antes de esquivar el apretón de manos, Joe Biden ha aterrizado en la costera Yeda, a orillas del mar Rojo, para ser recibido por el líder de los que él mismo llamó “paria” durante su campaña presidencial. Lejos quedan sus promesas de que los saudís “pagarían el precio” por el asesinato y desmembramiento del periodista Jamal Khashoggi aprobado por las autoridades saudís. En los tiempos que corren, la crisis energética aprieta y los derechos humanos se dejan a un lado. 

“Sé que hay muchos que no están de acuerdo con mi decisión de viajar a Arabia Saudí”, respondía así el presidente a las críticas en una columna en el diario donde publicada Khashoggi, en el Washington Post. “Mis opiniones sobre los derechos humanos son claras y de larga data, y las libertades fundamentales están siempre en la agenda cuando viajo al extranjero”, añadía. Con este viaje, el líder estadounidense busca alternativas al petróleo ruso y la subida de los precios de los hidrocarburos que asfixian a la población mundial.

Mohamed bin Salmán, el príncipe heredero que gobierna de facto el reino, le ha recibido en uno de sus palacios, y no en el aeropuerto, como sí hizo con Trump. Pero el levantamiento de la prohibición de que aviones israelís sobrevuelen su territorio unas horas antes del embarque de Biden ha sido un guiño de acercamiento hacia el líder demócrata. Y también un gesto a Israel, destino donde Biden ha pasado 48 horas ideando formas de expandir su influencia regional. Durante las horas previas a su vuelo, ha visitado la Cisjordania ocupada donde ha prometido ayuda económica pero no un plan de paz. 

Amenaza iraní

Desde Israel, Biden también ha hablado de Irán, amenaza que preocupa a los líderes saudí, estadounidense e israelí. A su vez, Arabia Saudí busca reforzar su relación de seguridad con Estados Unidos y atraer inversiones para que su economía dependa menos del bombeo de petróleo. “En realidad, es un retroceso muy grande, es desgarrador y decepcionante”, ha declarado la prometida de Khashoggi, Hatice Cengiz, en una entrevista a Associated Press. “Biden perderá su autoridad moral al anteponer el petróleo y la conveniencia a los principios y valores”, ha añadido.

“Nunca me he callado al hablar de derechos humanos”, insistía Biden hace un par de días en una conferencia de prensa junto al primer ministro israelí, Yair Lapid, en Jerusalén. “Sin embargo, la razón por la que voy a Arabia Saudí es mucho más amplia, es para promover los intereses de Estados Unidos; hay tantos asuntos en juego que quiero dejar en claro que podemos continuar liderando en la región y no crear un vacío, un vacío que será llenado por China y/o Rusia”, sentenciaba.

Victoria para MBS

Con esta visita, el príncipe heredero de 36 años, conocido popularmente por sus iniciales MBS, ya ha ganado. Las reuniones de este viernes y sábado buscan reparar una de las relaciones diplomáticas más importantes del mundo. En los encuentros, también participará su padre, el rey Salman, de delicada salud a sus 86 años. Pero es el heredero al trono en la treintena quién se enfrentará y tratará de camelar a un manso Biden de 79 años. Hablarán de la posibilidad de normalizar relaciones entre los dos grandes socios estadounidenses, Israel y Arabia Saudí. 

Pese a las acusaciones de violaciones de derechos humanos, MBS ha revolucionado el reino. Las mujeres han sido incorporadas al mercado laboral, aunque siguen en clara desventaja, y la economía saudí cada vez depende menos del petróleo mientras se construye una industria militar y armamentística propia. Sus actuaciones en el panorama internacional, pero, siguen siendo polémicas, sobretodo en Yemen donde lidera una coalición en la guerra civil que lleva más de un lustro asfixiando al país.