Soplan vientos de tímido cambio y fragmentación en el Líbano. Tras una jornada electoral emocionante, los resultados preliminares confirman un retroceso en los apoyos a Hizbulá y un Parlamento dividido. La derrota de la milicia chií y sus aliados se ha visto compensada por un más votos a sus opositores, sobretodo a las Fuerzas Libanesas que se convierte en el principal partido cristiano del hemiciclo. Los independientes, entre los que se cuentan aquellos grupos políticos surgidos de las protestas del 2019, celebran la decena de escaños conseguidos por ahora. 

Hizbulá se aleja de la mayoría parlamentaria. Pese a la baja participación electoral de este domingo, de apenas el 41%, el electorado ha votado a modo de sanción contra la milicia chií. A medida que se van conociendo nuevos resultados, Hizbulá se aleja de la mayoría parlamentaria que ostentaba hasta ahora con 71 escaños en su alianza desde las últimas elecciones en el 2018. Esta nueva tendencia augura un Parlamento muy polarizado con dos bloques prácticamente contrarios. Por un lado, Hizbulá y sus aliados y, por el otro, las Fuerzas Libanesas, junto a sus socios, presentarían un panorama parecido al del 2009. 

Las Fuerzas Libanesas, firmes opositoras de Hizbulá, están de doble celebración. Con unos 20 escaños presuntamente, frente a los 15 del 2018, superan al Movimiento Patriótico Libre (FPM), aliado de la formación chií. Este partido del presidente Michel Aoun ha ganado 16 escaños, dos menos que en los últimos comicios. Por ello, muchos ven estos resultados preliminares como un voto de sanción para los chiíes mientras la crisis económica les hace perder parte de su legitimidad basada en la resistencia contra Israel.

Revolución del 2019

Entre estos dos bloques, queda espacio para los candidatos independientes, entre los cuales destacan los nuevos grupos políticos surgidos tras el movimiento revolucionario de otoño del 2019. Nuevos nombres representan la esperanza de cambio y de poner fin al desgobierno que lleva años dominando al país. Han caído grandes personalidades que llevaban décadas instaladas en el poder, como el político druso aliado de Hizbulá, Talal Arsan, elegido por primera vez en 1992. También los nuevos rostros se han colado en el sur del Líbano, feudo de la milicia chií. Al menos una decena de perfiles independientes ocuparán el espacio dejado entre ambos bloques. 

"Las elecciones no son una salvación para el Líbano y no van a cambiar el sistema político", afirma el investigador Nadim El Kak a El Periódico, diario perteneciente al mismo grupo editorial que este medio. "Son un momento crítico para abandonar la confrontación y dedicarnos a plantear políticas", añade. Un hemiciclo tan fragmentado dificultará la tarea posterior de formación de gobierno, que puede alargarse meses, como suele ocurrir en la política libanesa. Además, este Parlamento que se está formando cuenta con el arduo encargo de elegir un nuevo presidente ya que Aoun se despedirá de su puesto el 31 de octubre. 

Población empobrecida

En un país en debacle económica, cualquier retraso en la formación de gobierno pospondría aún más las reformas que tienen que desbloquear el apoyo del Fondo Monetario Internacional y los países donantes. Tres de cada cuatro personas en el Líbano están bajo el umbral de la pobreza, según Naciones Unidas. Durante la campaña electoral, se han repetido los casos de sobornos y compra de votos. "Éste es el Líbano más empobrecido desde la hambruna de 1919", explica la profesora Carmen Geha a este diario. 

"Con una población empobrecida a propósito, crecen las redes de clientelismo entre la gente desesperada y los partidos tradicionales", añade. También se han registrado casos de fraude y manipulación de votos que están siendo investigados. Muchos distritos aún esperan que lleguen las urnas desde las embajadas y algunas se han dado por perdidas en un movimiento que favorece al establishment político. Gran parte de los apoyos de la diáspora, ampliada en los últimos dos años y medio por la crisis, van para las candidaturas independientes y antisectarias.