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Guerra en Ucrania

Nueve médicos y un aparato para tratar el cáncer: la desesperante lucha de los oncólogos de Járkov

La incesante guerra en el este de Ucrania vive otra cara trágica en los hospitales, que sobreviven en condiciones precarias mientras son objetivo de los ataques rusos

Nueve médicos y un aparato para tratar el cáncer: la desesperante lucha de los oncólogos de Járkov.

El doctor Víctor Starenkiy está obligado por su trabajo a vivir en un sótano que se usa como búnker y que comparte con niños y familias. Es allí que se refugian en las noches o cuando las bombas caen más cerca. El resto del tiempo Starenkiy no tiene otra opción que actuar como una especie de trapecista de la medicina. Pese a que él es un oncólogo, también trabaja como técnico de laboratorio, especialista en tomografías, y hace quimioterapias. La razón es que, en su hospital, el último en Járkov especializado en tratar el cáncer, el personal médico ahora se cuenta con los dedos de las manos. En total, hay cinco médicos y cuatro enfermeros.

“Muchos de nuestros trabajadores se fueron a otros ciudades y países, y algunos no pueden llegar al hospital porque sus ciudades están controladas por las tropas de Rusia”, lo interrumpe Serguéi Artiukh, el director del centro. “Mi casa también está en una zona en la que hay enfrentamientos y por eso desde el primer día de la guerra vivo y trabajo en nuestra clínica”, aclara. “Somos muchos los que vivimos aquí”, continúa.

No es el único problema de los doctores. “Otra complicación es que no tenemos un segundo acelerador lineal (un aparato que sirve para dar radioterapias a pacientes enfermos de cáncer), y el que tenemos es el único disponible para atender a toda la población del sureste de Ucrania”, cuenta Artiukh. “Además de ello, también tenemos dificultades para conseguir los fármacos para la quimioterapia, son caros, tienen que llegar del oeste de Ucrania, y por ello muchas veces los pacientes se los buscan por su cuenta, los compran ellos”, dice Starenkiy, al añadir que, por eso, de vez en cuando piden ayuda a las redes de la resistencia civil que operan en la ciudad.

"Necesitamos ayuda"

Aún así, en el hospital, antes de la guerra, se atendían unos 120 pacientes al día; ahora nunca son más de 50. “Es muy difícil”, cuenta Starenkiy. Pero “los primeros días fueron los más complicados. Tuvimos que salir a buscar comida porque no había. Eso fue lo primero”, explica. “Ahora estamos un poco mejor porque hemos logrado reactivar las máquinas que hacen las tomografías computarizadas y otras pruebas que hacíamos antes de la guerra. Pero necesitamos ayuda, cualquier ayuda”, dice, al contar que tiene pensado elaborar una lista de materiales que necesitan con la mayor urgencia para obtener ayuda de otras partes del país o del extranjero.

En el mientras, los doctores dicen que van a resistir como pueden. Poco a poco, se han ido acostumbrando a esta difícil realidad e intentan, en los ratos libres, matar el tiempo con actividades en la clínica que les ayudan a no pensar en lo que está ocurriendo, en las condiciones en las que trabajan y en el ruido constante de las bombas que caen todo el día y con más intensidad en las tardes y noches. “Hacemos cosas comunes. Limpiamos el parque, plantamos semillas, cocinamos, vamos por la ciudad y ayudamos a las personas que viven en Járkov”, cuenta Starenkiy, al distraerse con una ardilla que está mordisqueando una nuez.

Aleksey Rasuk tiene 72 años y, antes de ser jubilado, trabajaba en una de las plantas generadoras de electricidad de la ciudad. Explica que es muy difícil estar enfermo en medio de una guerra y agradece que los doctores no se hayan ido. Aún así, es una situación personal desesperante. “Es todo absurdo”, dice, bajando la mirada mientras una enfermera lo prepara para enfilarlo en el acelerador lineal en el que se hará su radioterapia.

No solo para Aleksey los médicos del hospital oncológico son sus salvadores. Al ver a Starenkiy pasear en el jardín del hospital una mujer se lanza a abrazarle y lo llena de cumplidos. “Es un médico muy bueno, me ha hecho los análisis de sangre que necesitaba, me ayudó mucho. Gracias a Dios tenemos los médicos como este. Gloria a Ucrania”, le dice, agitándose.

Y es que además en Ucrania los médicos libran una guerra en la que su labor no se respeta. A la hora de escribir este reportaje, se habían producido unos 180 ataques contra hospitales, personal sanitario, ambulancias y vehículos de transporte de productos médicos desde el comienzo de la guerra (en el pasado mes de febrero). Ataques en los que fallecieron unas 73 personas, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ni los hospitales infantiles y las maternidades han logrado librarse de estos peligros. En marzo fue el caso del hospital infantil de Mariúpol, un ataque en el que murieron y fueron heridos varios civiles, entre ellos también niños.

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