Solo la falta de pericia de Frank James con una pistola que además se le encasquilló evitó que el tiroteo el martes en un vagón del metro de Nueva York, que dejó 10 heridos de bala, acabara en masacre. El terror y el miedo, no obstante, no se miden únicamente con víctimas mortales.

El suceso, sin precedentes directos en la historia del metro neoyorquino, ha subrayado las ansiedades que la urbe está viviendo por el aumento del crimen violento y con armas de fuego. La tendencia se viene registrando desde el inicio de la pandemia en prácticamente todas las grandes ciudades de Estados Unidos y no es más aguda en Nueva York, pero en la más mediática de las metrópolis ha cobrado mayor dimensión por una serie de incidentes de alto perfil.

Los datos y, sobre todo, las percepciones, apuntan a que la seguridad descarrila en la urbe. Se está muy lejos de las cifras de violencia de los años 80 y 90 pero en una encuesta reciente de la Universidad Quinnipiac menos de la mitad de los neoyorquinos consultados dijeron sentirse seguros usando el metro. Tres cuartos de los sondeados dijeron también que el crimen es un problema muy serio, el porcentaje más alto desde que se incluyó la pregunta en la encuesta en 1999.

Recuperar la seguridad, real y percibida, es el objetivo principal que se ha marcado Eric Adams, el antiguo policía que con una campaña de “ley y orden” ganó las elecciones a la alcaldía. Pero las propuestas de Adams, nominal y financieramente centradas en intensificar la respuesta policial a los problemas, están lejos de generar consenso. De hecho, son objeto de intenso debate y críticas.

Los datos

En los primeros 100 días del mandato de Adams los crímenes han subido más de un 44% según los datos del Departamento de Policía de Nueva York: se han registrado casi un 50% más de robos que en el mismo periodo del año pasado, un 17% más de violaciones y un 8,4% más de incidentes con armas de fuego.

En el transporte público el deterioro es aún más acentuado y hasta el 10 de abril, dos días antes del tiroteo, los incidentes habían crecido ya más del 68%. Ninguno desató más ansiedad, antes del martes, que el caso de una mujer de 40 años que murió tras ser empujada a las vías por un hombre sin hogar con problemas mentales.

Las acciones del alcalde

Solo nueve días antes de ese incidente Adams y la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, habían presentado un plan para lograr la “omnipresencia” de policía en el metro, una de las arterias fundamentales para la vida neoyorquina donde el número de pasajeros sigue 40% por debajo de antes de la pandemia. Mil agentes se sumaron a los que ya patrullaban las 472 estaciones de la red, donde hay instaladas además cerca de 10.000 cámaras de seguridad (aunque precisamente en el tiroteo del martes algunas no funcionaron y de nada sirvió que agentes hubieran patrullado la estación de la calle 36 en Sunset Park, en Brooklyn).

En febrero Adams y Hochul presentaron además otro plan dirigido a sacar de estaciones y trenes a cerca de un millar de indigentes que se refugian allí. Y el primer edil ha puesto en marcha también unidades contra las armas (que se han incautado por ahora de 1.800) y ha relanzado la lucha contra pequeños delitos que afectan a la “calidad de vida” en una estrategia donde algunos ven ecos de la polémica política de “ventanas rotas” que aplicó en su era en la alcaldía Rudy Giuliani, que fue efectiva en la reducción de crimen pero estuvo lastrada por castigar o perseguir con abusos y discriminación especialmente a las minorías.

Críticas

Las campañas del alcalde logran el aplauso de gente como Richard Aborn, presidente de la Comisión Ciudadana de Crimen de la ciudad de Nueva York, que en una entrevista telefónica defiende que Adams está actuando “de forma inteligente”. Pero también han sido recibidas con profundo rechazo por progresistas, activistas y grupos que trabajan con las personas sin hogar.

Entre los críticos se cuenta Ángel Díaz, abogado especializado en la intersección de tecnología y derechos y libertades civiles y conferenciante en la Universidad de California en Los Ángeles. “Probablemente el alcalde y la policía van a usar la oportunidad para pedir más fondos pero la realidad es que Nueva York ya es la ciudad con más policía del país en términos de agentes y sistemas de vigilancia y nada de eso sirvió para detener este ataque”, señala en una entrevista telefónica Díaz. “Reforzarlos tendría un impacto bastante negativo en las comunidades que usan el metro a diario”.

Lo mismo denuncia Alex Vitale, profesor de sociología en Brooklyn College. “Tener más agentes va a resultar en más criminalización masiva de algunas de las poblaciones más vulnerables en la ciudad: los pobres que duermen en el metro, los que entran sin pagar o los jóvenes ruidosos”, advierte en otra entrevista telefónica el autor de “El final del control policial”, que asegura también que al unir en su discurso a indigentes y violencia “el alcalde sigue confundiendo temas”. “Los sin hogar en el metro no cometen la violencia con armas de fuego. Y lo que está haciendo Adams al pasar el problema a la policía es encubrir los fallos de la ciudad en sus responsabilidades respecto a la prestación de servicios sociales básicos”, dice.

El alcalde defiende que su plan combina el elemento policial con programas de base comunitaria pero Vitale y Díaz denuncian el abismal desequilibrio presupuestario entre ambos. “El 99% de los recursos va a la policía, que tiene un presupuesto de 11.000 millones de dólares, y solo el 1%, menos de 100 millones de dólares, a las estrategias comunitarias”, subraya Vitale.

Se ponen sobre la mesa propuestas como que sean civiles y no policías armados quienes compongan exclusivamente los equipos que darían respuesta a emergencias o crisis. Y ante quienes cuestionan que las soluciones comunitarias puedan funcionar, Díaz recuerda que “la realidad es que nunca se han probadonunca se han financiado de una forma real”.