En plenas Olimpiadas de China, Vladímir Putin se dirigió a Rusia y al mundo para defender la intervención militar. “La aspiración de entrar en la OTAN está dictada por la tentativa de arrastrar a otros países y otros pueblos a sus aventuras sangrientas”, dijo el entonces primer ministro ruso, que denunciaba un supuesto crimen cometido contra un pueblo prorruso. De esta forma consideraba como “legítima” la invasiónPero el presidente ruso no se refería a Ucrania en 2022, en plenas Olimpiadas de invierno, sino a la ocupación que realizó el Ejército ruso de Georgia en 2008.

Este país está situado en el Cáucaso y es independiente desde 1991, tras la disolución de la Unión Soviética. También en este caso había minorías de habla rusa en Abjasia y Osetia del Sur, a semejanza de Crimea y Dombás, en Ucrania. Y de forma mimética habían declarado su independencia, de forma unilateral, que fue reconocida por Rusia.

El 21 de enero de 2021 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó al Gobierno de Vladímir Putin por no impedir los actos de tortura que sufrieron militares y civiles georgianos que habían sido hechos prisioneros por los integrantes de las milicias de Osetia del Sur, que estaban bajo control ruso. El tribunal también consideró a Rusia responsable de que a muchos de los ciudadanos georgianos se les impidiera regresar a sus hogares de Osetia del Sur o Abjasia. Sin embargo, los magistrados no condenaron a Moscú por los supuestos crímenes cometidos por el Ejército ruso durante la guerra. La sentencia no atribuyó ninguna sanción para la Federación de Rusia.

Bombas de racimo

Al reaccionar en 2008 militarmente el Gobierno de Tiblisi contra los separatistas, Rusia lanzó su ejército para frenar la ocupación georgiana de las repúblicas rebeldes. Y también invadió con sus tanques, que contaron con el apoyo de la aviación y la flota del Mar Negro, una parte importante de Georgia. En la guerra Rusia también utilizó armamento prohibido; en concreto bombas de racimo contra la población civil, según la ONG Human Rights Watch.

La invasión no se limitó a las repúblicas que habían proclamado su independencia, sino que las tropas rusas se adentraron en terreno georgiano hasta escasos kilómetros de Tiflis, la capital del país.

Durante la ocupación de esta parte del país, que el Gobierno de Putin aprovechó para destruir las principales infraestructuras y, de paso, acabar con el arsenal militar. El ejército ruso y las milicias rebeldes asediaron las ciudades de Gori y Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, que fueron bombardeadas hasta su rendición, el 10 de agosto de 2008.

Imagen de una vivienda en Tibilisi (Georgia) tras los bombardeos rusos de 2008.

Denuncia de Georgia

El 11 de agosto de 2008 el Gobierno de Georgia interpuso una denuncia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo (Francia), contra la intervención rusa, que fue investigada hasta que se dictó sentencia el 21 de enero de 2021, condenando a Rusia por torturas.

Este fallo utilizó el testimonio de, entre otros testigos, “W15”, tal y como le identifica el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Presenció el “saqueo” y el “incendio” de las casas de su pueblo, Vanati, a dos horas en coche de la capital de Georgia. Fue bombardeada el 7 de agosto de 2008, según el testigo, desde un pueblo cercano. Y fue atacada pese a que no había fuerzas militares georgianas.

Entre el 7 y el 9 de agosto de 2008 las milicias prorrusas llegaron al pueblo y quemaron cinco edificios, algunos de ellos públicos, siempre según el relato del testigo. Durante ese periodo de ocupación fueron asesinadas varias personas. Sin embargo, decidió quedarse, aunque se escondió en un bosque cercano, a unos 150 metros del pueblo. El 9 o 10 de agosto las fuerzas rusas tomaron el control de Vanati, cerrando todas las entradas al pueblo. “Entonces comenzaron los saqueos y los incendios a gran escala”, indica la resolución judicial.

Según este testimonio, todas las mañanas las fuerzas rusas dejaban entrar en la aldea a las milicias osetias, que saqueaban y luego quemaban varias casas y se marchaban. El 21 de agosto de 2008 la mayor parte de las viviendas del pueblo habían sido saqueadas y después quemadas por las milicias prorrusas, que portaban bandas blancas en las mangas, y que solo respetaron algunos inmuebles que pertenecían a sus familiares.

Un antiguo integrante del Consejo de Europa

El testimonio del testigo "W30", un antiguo integrante del Consejo de Europa que visitó Georgia justo después de que finalizara la guerra, fue determinante para condenar a Rusia. En su declaración reiteró una frase que atribuyó al exministro de Asuntos Exteriores de Suecia Carl Bildt, que había comparado la actuación de Putin con Osetia del Sur con la de Adolf Hitler en los Sudetes (antigua Checoslovaquia): “Dado que Rusia primero había distribuido sus pasaportes a los osetios del sur y luego había invocado la protección de sus ciudadanos, como pretexto para su intervención en Georgia”.

Unos hechos que se han reproducido 14 años después en Ucrania. Según denunciaron las autoridades de Kiev días antes de la invasión rusa del 24 de febrero, más de 720.000 los ciudadanos originarios de las áreas controladas por los rebeldes secesionistas en el Dombás habían recibido el pasaporte y los documentos de ciudadanía proporcionados por Moscú.

Bancos saqueados

El diplomático también relató ante el tribunal que tras visitar la localidad de Gori, una de las más castigadas, durante los días en los que estuvo ocupada por Rusia, pudo ver que varios bancos habían sido saqueados y que en la plaza principal de la ciudad había numerosos edificios dañados.

También dijo que la limpieza étnica de las aldeas georgianas la habían cometido claramente las milicias y bandas osetias; si bien Rusia, la potencia ocupante, tenía el deber de prevenirla, algo que no hizo: “Llegó a esa conclusión sobre la base de muchos elementos, pero subrayó su reunión con un general ruso, cuyo nombre quizás era Popov, quien había reconocido que las fuerzas rusas habían logrado prevenir tales crímenes durante 24 horas, pero que luego no lo impidieron por razones políticas”, dice la sentencia.

Tras la rendición de Georgia, un país de 4,3 millones de habitantes, el Parlamento ruso ‘pidió’ a Vladímir Putin que reconociera la independencia de las repúblicas de Osetia del Sur y Abjasia, al igual que ocurrió en el caso del Dombás ucraniano días antes de la última invasión.