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La globalización se parte en dos

La invasión rusa ha reseteado el orden mundial. Los expertos coinciden en que volvemos a un mundo de dos bloques, como en la Guerra Fría. La pandemia, aún caliente, y la guerra en Ucrania nos han enseñado que no podemos dar nada por hecho. Que el mundo no es una máquina de engranajes fijos.

El presidente ruso, Vladimir Putin. EP

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha desencadenado una inesperada revisión del orden económico mundial. Se asumía que la globalización era un hecho consumado. Pero la guerra lo ha trastocado todo y ha abierto un panorama incierto. Los expertos coinciden en que los efectos del conflicto serán profundos y, probablemente, largos en el tiempo. Hablan de un futuro menos globalizado y más regionalizado. "Vamos hacia a un mundo de dos bloques. Es como un retorno a la Guerra Fría con dos bloques diferenciados. Lo político arrastra a lo económico", explica Antoni Cunyat, profesor titular del departamento de análisis económico de la Universitat de València y profesor colaborador de economía y empresa en la UOC.

Habrá un antes y un después de Ucrania. Si la caída del muro de Berlín supuso el final de los bloques y el comienzo de la era de la globalización, la guerra supone una recomposición del escenario geopolítico de la misma profundidad, pero en sentido inverso. Entre los dos bloques que vuelven a distanciarse, el occidental y el oriental, está por ver el papel de China. "Parece ser que se está formando un bloque con Rusia y China, que está como medio aliada, de forma que el comercio será más entre regiones amigas. Es evidente que será un comercio menos global y más entre bloques de países", afirma Cunyat, que cree que la guerra ha puesto de relieve "la debilidad de Europa". "Lo que ha hecho este conflicto es mostrar la lentitud del crecimiento de Europa, que está basado en energías fósiles que dependen de países con regímenes no democráticos no muy fiables, como es el caso de Rusia", añade. Cunyat cree que la historia ofrece una oportunidad a un cambio de patrones. De dejar de depender de una parte del mundo para poder abastecerse. "Esto es un ‘shock de oferta’ de manual, como la crisis del petróleo de 1973, pero ahora deberíamos aprovechar la oportunidad para cambiar hacia energías más sostenibles. No se trataría solo de reducir el CO2, sino de buscar supervivencia económica de Europa. Tenemos unos meses de margen, porque viene la primavera y se acaba el invierno, así que tenemos hasta septiembre u octubre para ir buscando alternativas. Es poco tiempo, pero hay que irse a las energías renovables ya", añade. "En España tenemos alternativas, porque nos abastecemos de gas de Argelia, pero si Rusia le corta el grifo a Alemania y a corto plazo no tiene ninguna alternativa, hay un grandísimo problema. Los países europeos deben acelerar su sostenibilidad con las renovables de forme urgente", añade.

El bloque de la OTAN, con sus fuertes lazos económicos y culturales a ambos lados del Atlántico, y otro liderado por Rusia-China, volverán a distanciarse, lo que supone un retroceso para la globalización. Una globalización que según el historiador Ismael Saz, "es irreversible, pero va a cambiar su dinámica". "La propia repercusión mundial que está teniendo la guerra es una demostración de que la globalización es irreversible. Pero por otra parte hay que tener en cuenta que el mundo no solo va en una dirección. Igual que se avanza en ampliación de libertades, de derechos y valores, que son fundamentales para la democracia y la paz, esto provoca la reacción contraria, también, de la extrema derecha. Putin es otra extrema derecha", explica Saz. "La globalización supone una serie de avances económicos, culturales, sociales, de valores, de libertad… pero sabemos que hay una reacción, que es la extrema derecha, que está en contra de la globalización, de la inmigración, de todas estas dinámicas que nos llevan a un mundo más interrelacionado. En Europa Occidental y en Rusia hay manifestaciones de la extrema derecha y el ejemplo es Putin", añade el historiador valenciano.

Saz habla de una globalización "de dos caras": "Una que es amable, que nos gusta, y otra mala. Sabemos que con la globalización no está todo solucionado. En principio es buena, pero no es una autopista de una sola dirección. Hay una dirección que implica progreso e igualdad, pero hay otra en sentido contrario, que es la que nos preocupa, nos amenaza, y el ejemplo es Rusia".

"No es que desaparezca la globalización", apostilla Cunyat. "Pero sí parece que va a haber una ralentización. Va a haber un cambio de tendencia respecto a los últimos años, en los que el crecimiento del comercio internacional ha sido exponencial. Eso en cuanto a la magnitud. También podemos esperar que haya un cambio en el patrón", explica.

"Lo que ha quedado claro es que Europa necesita ser más bloque, estar cada vez más unida. El problema de Rusia se venía arrastrando desde hacía tiempo y no estábamos preparados", añade el analista económico. "Tenemos que avanzar urgentemente en las energías renovables. En España solo un 20 % de la energía es renovable y en Suecia, sobre un 60 %. Nos falta mucho más", insiste .

La desconfianza

Francisco Alcalá, catedrático de Análisis Económico e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), habla de una desconfianza internacional provocada por la guerra. "Va a haber una reorientación de la globalización, porque nos vamos a fiar menos unos de los otros. Pero el que va a ganar seguro es China, porque las relaciones entre Rusia y Europa se limitan y eso va a provocar que los rusos se vuelquen en el comercio con China", explica. Ese acercamiento entre las dos grandes potencias, explica Alcalá, es como el de dos piezas de puzle que acoplan perfectamente. "Las necesidades de Rusia y de China son muy complementarias, porque la primera es muy rica en recursos naturales que necesita la segunda, con un déficit de materias primas, y al revés en productos industriales y en las cadenas de valor", explica. "Al menos -explica el analista-, Rusia no está integrada en las cadenas de valor".

La inflación en un mundo globalizado, asegura Alcalá, tendrá una repercusión, como es lógico, a gran escala. "Esto significa que todos vamos a perder nivel de vida, sobre todo en Rusia, y eso ocurre a través de la inflación: los precios suben y los ingresos, no tanto. La única manera de que esa inflación pare tras este primer golpe es que la gente lo asuma. Es el ‘pacto de rentas’ que decimos. Vamos a perder capacidad adquisitiva. El comercio internacional hace que todo el mundo pueda mejorar su nivel de vida y en la medida que parte de ese beneficio mutuo lo cortamos, todos salimos perdiendo. Nos sale más caro el gas, a los rusos les sale más caro lo que nos compra y los que tienen dinero ya no podrán irse de turismo a España", explica.

A quien menos le interesa que la globalización se vea amenazada, apunta Alcalá, es a China. "No le interesa distanciarse de Occidente, porque es a quien exporta sus cadenas de valor. Y para producir necesita importar materias primas de Rusia", añade.

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