El presidente Jair Bolsonaro comparó su visita a Moscú con la realizada por el último emperador brasileño en 1876. "Don Pedro II fue el primer estadista brasileño en visitar Rusia, 146 años después tengo la satisfacción de seguir el mismo camino". Horas antes de encontrarse a una distancia prudencial de Vladímir Putin, por su rechazo a vacunarse contra el covid-19, la ultraderecha aseguró que el capitán retirado contribuyó con su viaje al retiro de las tropas rusas en la frontera con Ucrania. "Bolsonaro evitó la guerra", hizo saber en las redes sociales el ex ministro y empresario Luciano Hang. Blanco de las investigaciones del Tribunal Supremo Electoral (TSE) por diseminar noticias falsas, la influencer Bárbara Destefani sostuvo en Twitter que, al entrar en el espacio aéreo ruso, el presidente "llamó a Putin desde el avión y le dijo que se olvidara" de un conflicto armado. El exministro de Medio Ambiente Ricardo Salles consideró por su parte que Bolsonaro debería recibir el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos de disuasión. Salles dijo luego que sus memes habían sido una broma y solo un "imbécil" podría haberlos tomado en serio. Pro esa no ha sido la creencia del bolsonarismo más radical, muchas veces imposibilitado a distinguir la diferencia entre un meme y la realidad política.

Al asumir el poder, a principios de 2019, el capitán retirado quiso reeditar la retórica de la Guerra Fría e hizo de su anticomunismo una profesión diaria de fe, tan importante como haberse bautizado en las aguas del río Jordán para congraciarse con los pastores evangelistas. Antes de subirse a un avión con destino a Rusia, Bolsonaro encontró una razón de afinidad con Putín: dijo que es tan conservador como él. Su exministro de Exteriores, Ernesto Araújo, un aliado en su momento de Steve Bannon, lamentó el viaje. "Creo que está mal en muchos sentidos".

Moscú está especialmente en ampliar sus mercados en América Latina y, en particular Brasil, su socio en el G20 y el BRICS, bloque que comparten con China, India y Sudáfrica. Por ahora, solo el 0,6% de sus exportaciones tienen como destino ese país. "Lo que pretendemos hacer es ampliar los negocios. El presidente no tuvo miedo de venir aquí, incluso porque no tiene por qué tener miedo", dijo Fernando Castro Marques, quien encabeza la delegación de empresarios brasileños.

Al aterrizar, Bolsonaro fue recibido por el vicecanciller ruso, Sergei Ryabkov, y por el director de Protocolo del Kremlin, Igor Bogdachev. Medios de prensa brasileños han consignado que el visitante se siente incómodo con la llamada "burbuja covid" del Kremlin con la cual Putin se blinda ante cualquier posible contacto. El presidente no solo rechazó inmunizarse. Su Gobierno no cumplió los acuerdos que había firmado con Rusia para la provisión de la vacuna Sputnik V.

Deriva diplomática

"Desairado por los líderes occidentales, el capitán retirado intenta encajar con Vladímir Putin. Es la única opción que le queda para disimular su aislamiento internacional. El presidente marcó el comienzo de la era de la antidiplomacia. Nombró a un canciller que no pasaría un examen psicotécnico, fabricó crisis con países amigos e invirtió en halagos a Donald Trump. Cuando el republicano fue derrotado, avaló la mentira del fraude electoral. Expuso a Brasil al ridículo y se convirtió en persona non grata en la Casa Blanca", señaló Bernardo Mello Franco, columnista del diario carioca O Globo.

Según The New York Times, Bolsonaro exigió a la diplomacia norteamericana una invitación para visitar Estados Unidos o al menos una llamada telefónica de su colega Joe Biden. De lo contrario, buscaría reunirse con un líder de otra gran potencia. "No sé qué estaba haciendo en Rusia. Cuando un presidente viajaba, se anunciaba con anticipación la agenda, lo que iba a hacer y con quién se iba a reunir. Hasta ahora, nada…”, dijo Luiz Inacio Lula da Silva, su seguro rival en las elecciones de octubre, en la que le lleva una considerable ventaja en las encuestas. “Espero que al menos al final de su mandato, haga algo útil y no vuelva aquí".