‘Fumata negra’ de nuevo. La tercera votación del Parlamento italiano (desde el lunes) para elegir al próximo presidente de la República ha cumplido este miércoles los augurios de los analistas políticos. La silla del Quirinal, el palacio romano en el que viven los presidente transalpinos, sigue vacante, y el elegido permanece un misterio que bien ejemplifica que los rituales de la democracia italiana siguen siendo incógnitas difíciles de predecir.

El resultado en sí de la última votación lo ha reflejado. Los 1009 diputados, senadores y delegados regionales convocados al voto (uno más que el primer día de elección, pues un miembro fallecido fue remplazado) volvieron a depositar un gran número de papeletas en blanco (412), dieron su apoyo al presidente saliente Sergio Mattarella (125), que ha repetido hasta el cansancio que no quiere repetir en el cargo, e incluso premiaron a Guido Crosetto (114), personaje indicado por el derechista Hermanos de Italia, partido de minoría y el único entre los principales que no es parte de la actual coalición que apoya al Gobierno de Mario Draghi.

Dos tercios

Ninguno de ellos, de hecho, alcanzó los dos tercios de los votos que se necesitaban hasta hoy para nombrar el próximo presidente de la República. Tampoco hubo plácet para los tres candidatos puestos sobre la mesa el día anterior por la coalición de centroderecha (además de Hermanos de Italia, Forza Italia de Silvio Berlusconi y la Liga de Matteo Salvini): el expresidente del Senado y filósofo Marcello Pera, el exjuez del Tribunal Constitucional, Carlo Nordio, y la exalcladesa de Milán Letizia Moratti. Tal y como previsto también sus nombres fueron mencionados para distraer de la falta de consenso. 

En verdad, los juegos políticos, útiles para alargar los tiempos de las negociaciones, ha sido una constante de estos días. Esto último, sin embargo, podría empezar a cambiar a partir de este jueves, cuando el quórum necesario para hacerse con el cargo de presidente de la República pasará a la mayoría.