El eventual "ascenso" del actual primer ministro italiano, Mario Draghi, a la presidencia de la República situaría al país en una de sus clásicas encrucijadas, dejando la jefatura de Gobierno vacante, aunque el escenario cambia cada día y el economista podría terminar "quemado". Como siempre en Italia, todo puede pasar.

Desde el próximo lunes, los parlamentarios tienen ante sí una responsabilidad que se repite cada siete años desde la proclamación de la República en 1946, la elección del jefe del Estado, al expirar el mandato del actual, Sergio Mattarella.

Esta cita suele implicar una dura pugna para poner a un candidato afín en el Palacio del Quirinal, pero deberá resolverse con consenso entre izquierda y derecha, pues ningún bloque suma solo.

De ahí la insistencia en buscar una figura más o menos imparcial y... ¿quién mejor que Draghi, durante el último año al frente del Gobierno apoyado por una coalición de "casi todos" y apreciado en el extranjero por sus años como presidente del Banco Central Europeo?.

Pero la posibilidad de que el tecnócrata cambie el Ejecutivo por el mayor cargo del país es solo una entre un abanico de opciones y abriría un escenario sin precedentes, pues nunca nadie emprendió antes ese salto.

Crisis de Gobierno

En caso de que los partidos elijan al economista, su primer deber como jefe de Estado será solucionar la crisis de Gobierno que se abriría tras su propia dimisión como primer ministro.

Entrarían entonces en funcionamiento los engranajes del sistema italiano, "perfectamente preparado" para todo escenario, explica a Efe la profesora de Derecho Público Cristina Fasone.

Mientras Draghi empieza consultas para buscar a su sustituto se aplicaría una ley de 1988 que encomienda el cargo al ministro más anciano, actualmente el de Administración Pública, Renato Brunetta, mano derecha de Silvio Berlusconi.

Una encrucijada

Las opciones que se abrirían son varias: la primera es hallar un nuevo Ejecutivo, preferiblemente apoyado por la actual coalición, en la que están todos los partidos excepto los ultraderechistas Hermanos de Italia.

La otra, en caso de fracasar las consultas, es un adelanto electoral, un extremo que todos los analistas consideran más que improbable por la pandemia y la voluntad de no entorpecer la recuperación, sazonada con la lluvia de millones europea del Plan de Recuperación.

Fasone apuesta por Draghi como nuevo inquilino del Quirinal y que la política respalde un nuevo primer ministro que lleve la legislatura a su término natural, 2023, ya sea técnico o político.

El politólogo Oreste Massari cree que la elección de Draghi "debería incluir un acuerdo entre partidos sobre quién debe guiar al nuevo Ejecutivo", pero lo ve "muy difícil" por la pugna de bloques y el año electoral que arranca, antesala de las generales.

Otros escenarios

El exministro italiano de Exteriores y profesor de Derecho de la Unión Europea, Enzo Moavero Milanesi, comenta que si no hay acuerdo para elegir a Draghi, las otras vías pasan por que el centroderecha, que tiene una mayoría relativa de electores, proponga un nombre.

Pero si éste no es aceptado por otros parlamentarios, para obtener la mayoría absoluta se tendrá que buscar un candidato dentro de un "mosaico" de personalidades de prestigio.

La baza en "última instancia" es que, ante una falta de cualquier acuerdo, Mattarella sea reelegido como su antecesor Giorgio Napolitano en 2013, pero sería como "situación muy excepcional", sostiene el exministro.

Ayer sábado Berlusconi anunció con pesar su renuncia a su sueño presidencial al no lograr apoyos pero al mismo tiempo exigió mantener al prestigioso economista donde está.

Si la derecha obedece, sus posibilidades se reducirían notablemente y quedaría en manos de la izquierda, del centro y del heterogéneo y poblado Grupo Mixto.

Unas eleccones que nadie quiere

Los analistas apuestan por Draghi como solución a este galimatías, pues su nombre pulula en los mentideros políticos desde que salió del Banco Central Europeo en 2019 con un enorme prestigio internacional como "salvador del euro".

Además ya tiene el apoyo de los partidos en el Gobierno y en la rueda de prensa de fin de año mostró su disponibilidad a ejercer el cargo de jefe de Estado. Entonces, ¿por qué buscar más?

Esto podría evitar una posible inestabilidad institucional que "se transformaría inmediatamente en inestabilidad económica, financiera, social", agrega Massari, subrayando que "sería una catástrofe".

Pero no lo tiene todo a favor. Si es elegido jefe de Estado, cabe la posibilidad de que el Gobierno caiga y casi nadie quiere un adelanto electoral, así que muchos electores se lo están pensando.

Y es que en los nuevos comicios entraría en vigor la reducción de escaños -de un tercio- en el Parlamento y muchos legisladores saben que perderían su puesto y presionarán a los partidos para evitarlo.

Mientras tanto, Draghi, siempre hermético, guarda silencio. En Italia todos saben que a estos cónclaves, quien entra papa, sale cardenal.