Los comercios en Almaty han reabierto sus puertas. En los puntos neurálgicos de la más populosa ciudad de Kazajistán, puestos de control vigilaban y chequeaban el paso de transeúntes y coches. Brigadas de limpieza retiraban de las calles los restos de la batalla campal vivida en los días anteriores, en la mayoría de los casos carrocerías carbonizadas de vehículos.

La vida cotidiana ha empezado a recobrar su pulso este lunes en la nación centroasiática tras sufrir, durante varios días, los peores disturbios registrados en el país desde la independencia, hace ya tres décadas. En una nueva intervención, el presidente kazajo, Kassim-Jobart Tokáyev, ha calificado los sucesos de "golpe de Estado" y ha prometido que las tropas rusas desplegadas en el país para ayudar a sofocar la revuelta pronto regresarían de vuelta a su país. "El principal golpe era contra Almaty; la caída de esta ciudad habría dado paso al colapso de todo el sur densamente poblado y en consecuencia, de todo el país", ha denunciado.

Tanto Tokáyev como el presidente ruso, Vladímir Putin, culpan a fuerzas extranjeras que no nombran de los incidentes, aunque sin ofrecer pruebas. Se trata de una agresión "del terrorismo internacional", ha acusado el líder del Kremlin. Eran "grupos armados que claramente tenían experiencia en el combate y habían sido entrenados en centros en el extranjero", ha acusado Putin, antes de advertir que no tolerará en el espacio postsoviético "revoluciones de colores". En el vocabulario del presidente ruso, estas protestas ciudadanas que han sacudido a numerosas repúblicas exsoviéticas en los últimos años, incluyendo Ucrania, son en realidad movimientos alentados desde Occidente para desestabilizar.

Periodo de permanencia

Los mandatarios kazajo y ruso han abordado en sus intervenciones de este lunes el periodo de permanencia de las tropas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OSTC) lideradas por Rusia, una cuestión fundamental para muchos observadores, considerada como termómetro del tipo de relaciones entre ambos estados que pudiera establecerse en el futuro. Según Putin, el contingente militar permanecerá en el país centroasiático "por un período de tiempo limitado, el que el presidente de Kazajistán decida". Las palabras del mandatario ruso parecían ser una respuesta a la advertencia del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, al mandatario Tokáyev, quien llegó a decir que una vez que los rusos entran en un país "es difícil sacarlos". Desde la independencia, Kazajistán había mantenido una política exterior calificada de "multivector". Conservando la estrecha alianza con Moscú por razones geográficas, mantenía buenas relaciones con EEUU y China.

Según Konstantin Eggert, comentarista de temas rusos, la presencia de tropas extranjeras corre el riesgo de azuzar el sentimiento nacionalista en un país que nunca ha existido antes de la fundación de la URSS y "que ha construido su identidad nacional" a partir del denominado Jeltoqsan, una revuelta que tuvo lugar en 1986 contra la decisión de Mijaíl Gorbachov de destituir al longevo primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán y nombrar en su lugar a un dirigente que jamás había vivido o trabajado en suelo kazajo.