En medio de una Roma blindadamiles de activistas han protestado este sábado contra las políticas económicas y medioambientales de las potencias del G-20, que representan más del 80% del PIB mundial y son responsables del 80% de las emisiones globales del CO2 (más del 42% producidas por Estados Unidos y China). Los manifestantes marcharon pacíficamente, en un ambiente festivo, ante la mirada de los centenares de agentes antidisturbios -son unos 8.000 los desplegados en estos días en la capital italiana- que están velando por la seguridad de las 35 delegaciones que se encuentran en la ciudad en ocasión de la cumbre.

La manifestación más numerosa fue la de los jóvenes ambientalistas de Friday for Future, el colectivo inspirado en la activista sueca Greta Thunberg, quienes, junto con el también ecologista grupo de Extinction Rebellion, partieron del barrio romano de Ostiense en dirección de la Boca de la Verdad, en pleno centro de Roma. "Ustedes el G-20, nosotros el futuro", escribieron en una de las pancartas más grandes. "No tenemos alternativas. Ustedes son el problema, nosotros, la solución, podía leerse en otras".

En un acto paralelo, otros jóvenes se pusieron máscaras con las caras de los líderes mundiales y, así vestidos, patearon varias veces una pelota con el dibujo del planeta. Mientras que menos jocosa y concurrida fue, en cambio, una protesta convocada por el Partido Comunista en la plaza de san Juan de Letrán, donde el principal objeto del malestar fue Mario Draghi, primer ministro italiano.

Controles en las fronteras

Este último goza de cierto respaldo en Italia, sobre todo por haber devuelto a Italia un papel de protagonismo en la política internacional. Pero la cumbre del G-20 también se celebra en un momento delicado para el país, con la crisis socioeconómica aún irresuelta y con una pequeña (aunque ruidosa) parte de la ciudadanía que se opone férreamente a las rígidas medidas adoptadas por Draghi para lograr alcanzar la meta del 90% de la población mayor de 12 años vacunada contra la Covid.

En este clima, el Gobierno italiano reforzó días atrás los controles en las fronteras para evitar la entrada de activistas antiglobalización e impuso una zona roja de acceso prohibido en el barrio donde se está llevando a cabo el G-20. Con ello, el único grupo de manifestantes que intentó, temprano en la mañana, cortar una calle cercana al evento fue rápidamente desalojado por la policía. El objetivo de las autoridades, de hecho, es que la ciudad no se convierta en un campo de batalla como pasó hace dos semanas, cuando la extrema derecha se infiltró en unas manifestaciones de grupos antivacunas e intentó asaltar el Palazzo Chigi, la sede del Gobierno italiano.