Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tras la pandemia

Los trabajadores de EEUU sacan músculo con la mayor ola de huelgas en décadas

Se suma a las protestas "la gran renuncia", la negativa de millones a regresar a trabajos y condiciones de antes de la crisis del coronavirus

Trabajadores de John Deere en huelga en un piquete a la entrada de una factoría en Davenport, este viernes.

Algo se ha hecho grande en Estados Unidos pero seguro que no es lo que tenía en mente Donald Trump cuando repetía su proclama de "Make America Great Again". En su salida de la crisis económica de la pandemia el país está viviendo en este otoño de 2021 lo que se tilda ya como "la gran huelga", una serie de protestas laborales que tienen movilizados o a punto de movilizarse a decenas de miles de trabajadores de numerosos sectores en lucha por lograr mejoras en horas de trabajo, sueldos y prestaciones.

10.000 trabajadores del fabricante de equipamiento agrícola John Deere, por ejemplo, se pusieron en huelga esta semana. Han aprobado autorizar la huelga 24.000 enfermeras y otros trabajadores médicos en California y Oregón de Kaiser Permanente y desde hace semanas ya han empezado sus paros más de 2.000 empleados de hospitales en Buffalo (Nueva York), 1.400 trabajadores de fábricas de los cereales Kellogg en cuatro estados, 500 trabajadores de destilerías en Kentucky y los miembros de la Orquesta Sinfónica de San Antonio (Tejas). Más de 1.000 mineros en Alabama llevan en huelga desde abril y a finales de septiembre volvieron al trabajo tras cinco semanas de protesta los cerca de 1.000 empleados del fabricante de galletas Nabisco que, con su huelga en cinco estados, lograron que su nuevo convenio colectivo recogiera muchas de sus demandas. Este sábado, a poco más de un día para que arrancase una huelga de 60.000 trabajadores de la industria audiovisual que habría paralizado prácticamente todos los rodajes de cine y televisión en el país, los líderes del sindicato IATSE anunciaron un acuerdo que satisface sus reclamaciones para sus afiliados en de Hollywood y la costa oeste.

A esa potente ola, que según una base de datos que mantiene la Universidad de Cornell refleja más de 160 huelgas y paros en lo que va de año en EEUU, se suma lo que se ha bautizado como "la gran renuncia", la negativa de millones de estadounidenses a retomar los empleos y condiciones laborales que tenían antes de que el coronavirus sacudiera el país (un récord de 4,3 millones en agosto, casi el 3% de la masa laboral).

En un momento en que se ha desequilibrado el mercado del empleo, con las empresas incapaces de encontrar trabajadores para todos los puestos que necesitan para reactivar lo que exige la reforzada demanda, los trabajadores, tanto afiliados a sindicatos como los de la "gran renuncia", sacan músculo.

Momento sísmico

"La gran huelga" y "la gran renuncia", que ponen en jaque a empresas que han seguido obteniendo grandes beneficios en la pandemia pero mantienen el reparto desigual, enlazan con la historia, como explica Jack Rasmus, doctor en economía política y profesor del St. Mary’s College de California, que señala que "es muy típico cuando empiezas a salir de una crisis que los trabajadores se sientan más confiados para ir a una huelga". Ya pasó tras otros acontecimientos sísmicos como la Gran Recesión y alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Y vuelve a suceder en la pandemia.

"Estamos viendo a trabajadores de toda la economía expresando que no están dispuestos a trabajar bajo condiciones intolerables y su creciente disposición a luchar por una vida mejor", ratifica Benjamin Sachs, profesor de Trabajo e Industria en Harvard. "Si fuera un gerente estaría muy preocupado de no responder a estas demandas".

"Las empresas tienen que ser conscientes de que los trabajadores en este momento están en una buena posición de influencia para hacer demandas sobre protecciones y salarios", coincide también Mark Gaston Pearce, el director del Instituto de los Derechos de los Trabajadores de la Universidad de Georgetown y presidente durante el mandato de Barack Obama de la Junta Nacional de Relaciones Laborales. "Las viejas nociones de que la empresa va a obligarte a aceptar un recorte en la cobertura sanitaria o reducirte las prestaciones de la pensión no van a funcionar ahora porque necesitan a estos trabajadores".

Apoyo a los sindicatos

Esta ola llega también cuando mejora la opinión que los estadounidenses tienen de los sindicatos y la fuerza de estos. Durante décadas debilitados por agresivas políticas de acoso y derribo de los republicanos y lastradas por sus propios errores y concesiones, las afiliaciones en el sector privado están en su nivel más bajo en un siglo, poco más del 6%. Pero ahora, en palabras de Pearce, "están siendo celebrados como la vanguardia y los protectores de los trabajadores" y las encuestas le corroboran. En julio, un sondeo de Gallup mostraba el índice de aprobación de los sindicatos en el 68%, su nivel más alto en 50 años. Crecen las afiliaciones entre los los jóvenes.

Tanto Sachs como Pearce ven también el auge de las protestas vinculado a la presencia en la Casa Blanca de Joe Biden, ampliamente considerado un presidente protrabajadores. Rasmus, que fue líder sindical, es mucho más crítico con el mandatario y y con lo que llama "el ala corporativa del Partido Demócrata".

Posible punto de inflexión

Unos y otros ven el momento como una oportunidad. "EEUU necesita desesperadamente un sistema de derecho laboral", dice Sachs. "Es una tragedia que no tengamos un sistema legal que apoye el derecho de los trabajadores a formar o afiliarse a sindicatos. Pero cuando los trabajadores hacen huelgas es a menudo cuando los cambios suceden, y quizá esta ola de huelgas es lo que necesitamos para mover este país hacia un sistema más justo de derecho laboral", dice.

También Rasmus opina que lo que está pasando, "podría ser un punto de inflexión, porque las condiciones han sido tan malas durante tanto tiempo que podría ser el principio de algo", pero él advierte de que "no se debe subestimar la capacidad de las empresas de golpear de vuelta" y frenar tanto las huelgas como los esfuerzos renovados de organización sindical. "Las leyes en EEUU son antisindicales y antitrabajo", recuerda. "La clase trabajadora está más desesperada y enfadada pero tienes las instituciones arriba, incluyendo los partidos, y la estructura legal, que son un gran instrumento para controlarlo todo".

Compartir el artículo

stats