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Aniversario bélico

15 años de la guerra que destrozó al Líbano, frustró a Israel y consolidó a Hizbulá

Durante 33 noches veraniegas del 2006, el Ejército israelí bombardeó el sur del Líbano y los barrios sureños de Beirut, lugares con presunta presencia de Hizbulá

Imagen de archivo de protestas en Beirut.

Joanna Ayoub tenía 16 años cuando cruzó tres países en taxi para escapar de la muerte. Era 2006 e Israel bombardeaba el Líbano desde los cielos. Ella, sin saberlo, era uno de los objetivos. Joanna había nacido en un barrio de Beirut con presencia de Hizbulá. “Cruzamos el puente de Tarshish (cerca de la frontera con Siria) y cinco minutos después, lo bombardearon”, recuerda desde su casa ya reconstruida. “Israel buscaba destruir todas las carreteras que nos llevaban a otros países”, apunta. Hace 15 años, los padres de Joanna, junto a sus tres hijos, invirtieron parte de sus ahorros en un taxi que les llevó hasta Jordania para volar hasta Dubái y así salvar sus vidas.

El barrio de Dahiya, en los suburbios de Beirut, se convirtió aquel verano del 2006 en una ciudad fantasma. “Las calles estaban vacías, todo el mundo huyó cuando recibimos la noticia de que Hizbulá había secuestrado a dos soldados israelís”, cuenta a El Periódico de CAtlunya. La respuesta del Estado hebreo llegó ese mismo 12 de julio con bombardeos sobre el sur del Líbano y los suburbios sureños de la capital. Allí, en las calles donde había crecido Joanna, Israel hizo nacer la doctrina Dahiya, una estrategia militar de guerra asimétrica que pretende destrozar la infraestructura civil del enemigo para evitar que sus combatientes la usen.

“Hizbulá inició esta guerra por el interés de Irán de demostrar que la milicia libanesa era una verdadera amenaza para Israel”, explica Hanin Ghaddar, experta en política chií en el levante Mediterráneo del Washington Institute. Ya no se trataba de una guerra de resistencia ni de liberación. Las tropas israelís se habían retirado del sur libanés en el 2000. “Hizbulá quería mandar el mensaje de que estaban aquí para quedarse, deseaban imponerse como los decisores en el Líbano tras la retirada de los sirios”, añade. A su vez, el Estado hebreo vio la provocación de Hizbulá como su gran oportunidad para acabar por fin con la milicia.

33 días de bombardeos

Durante 33 días con sus 33 noches cayeron las bombas sobre el Líbano. Más de 1.100 libaneses murieron, principalmente en las zonas con mayor comunidad chií. “En el resto de Beirut la gente vivía una vida normal, los beirutís estaban de fiesta mientras en Dahiya no cesaban los bombardeos”, rememora Ayoub. Un millón de libaneses tuvieron que desplazarse; también más de 300.000 israelís en el norte del país, donde murieron 43 civiles. El mayor perdedor de la guerra fue el Líbano ya que más allá de las pérdidas humanas, sufrió daños irreparables en su infraestructura civil.

“El Líbano no formó parte de esta guerra, fue un conflicto entre Israel e Irán en suelo libanés”, dice Ghaddar a este diario. Son los inocentes quienes pagan, hasta con su propia vida, las luchas de los poderosos. “Le costó al Líbano mucho más de lo que se podía permitir”, lamenta. Pero a su vez, para Israel esta guerra fue un duro golpe. Durante la ofensiva, las tropas israelís se sorprendieron de la capacidad de resistencia y ataque de Hizbulá. Desde la política y el Ejército, Israel se mostró abrumado y la población retiró su apoyo a una guerra que veían inútil y cara.

Bloqueo político

Hizbulá, en cambio, fue el gran vencedor del conflicto. Quince años después, su dirigente Hasán Nasrala, erigido como líder regional desde entonces, puede asegurar que el secuestro de aquellos dos soldados israelís fue mejor idea de lo que creyó. “Para Hizbulá, el resultado de la guerra se tradujo en mayor poder en el Líbano y dentro del sistema político”, analiza Ghaddar. Apenas un par de años después, en mayo del 2008, milicianos de Hizbulá ocuparon Beirut por la fuerza usando sus propias armas con total impunidad. “Poco a poco, empezaron a tomar el control de las instituciones, hasta el día de hoy”, remarca la analista. 

“El poder de Hizbulá ha aumentado durante los últimos 15 años hasta desestabilizar el Líbano; cuanto mayor poder tienen, más fallan las instituciones”, denuncia Ghaddar. Ahora, el país lleva casi un año sin Gobierno desde que el Ejecutivo de Hasán Diab dimitió tras la explosión en el puerto de Beirut el pasado 4 de agosto. Tres primeros ministros han asumido la tarea de formar gobierno y, por ahora, ninguno lo ha conseguido. Muchos apuntan a las manos invisibles de Hizbulá como culpables del bloqueo político. 

Aliado de la milicia chií, el presidente Michel Aoun, cristiano maronita, no ha puesto las cosas fáciles a los candidatos designados para lograrlo. “Hizbulá no quiere que se forme un gobierno que lleve a cabo reformas porque estas serán una amenaza para las instituciones que ellos controlan”, señala Ghaddar. Quince años después, el aniversario de una guerra que traumatizó al Líbano ha quedado opacado por las negociaciones para crear el gabinete. Mientras, los libaneses observan como sus vecinos árabes firman acuerdos de normalización con Israel.

Sin paz con Israel

“Si no fuera por Hizbulá, el Líbano ya habría firmado la paz con Israel hace muchos años pero no lo permitirán nunca ya que esta retórica contra el Estado hebreo es parte de la razón de su existencia”, observa Ghaddar. En el Líbano, cualquier persona que tenga contacto con israelís puede ser condenada y no existen relaciones oficiales entre ambos países. Sin tregua formal, Líbano e Israel siguen en guerra. El conflicto de hace tres lustros terminó con la resolución 1701 en el Consejo de Seguridad de la ONU, que contentó a ambas partes al estabilizar sus fronteras gracias al refuerzo de la Fuerza Provisional de la ONU en el Líbano (FPNUL) y del ejército libanés.

Pero desde Dahiya, desde un hogar que una vez fue partido en dos y saqueado, aún recuerdan esas 33 noches de sinvivir. Y no quieren saber nada de Israel. “La paz nunca llegará porque no tienen buenas intenciones”, dice Ayoub convencida. Con la mirada puesta en sus vecinos, esta joven abogada, que salvó la vida en aquel viaje en taxi, recuerda el maldito trauma que les une con los palestinos. “Si los israelís tuvieran buenas intenciones, no habrían matado a personas inocentes”, concluye.

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