Adam Toledo era un chico hispano de 13 años de Chicago. Estaba desarmado y con las manos en alto cuando un policía le disparó tras una persecución por un callejón en el barrio de Little Village en el South Side, un tiro que acabó con su vida. Era la madrugada del 29 de marzo pero el vídeo de ese encuentro fatal, grabado por la cámara del agente, se ha hecho público este jueves, tras semanas de protestas en la ciudad y demandas para su publicación.

La indignación, especialmente después de que algunas autoridades hayan pasado estas semanas propagando la idea falsa de que el menor estaba armado en el momento de recibir el disparo letal ha estallado de nuevo en la ciudad y en un país que estos días vive con tensión renovada mientras se produce el juicio al expolicía blanco Derek Chauvin por la muerte de George Floyd en Mineápolis, donde el pasado domingo otra policía blanca mató al joven negro Daunte Wright.

Además, el caso ha estado desde el principio marcado por las sombras de la ocultación, pues la edad de Toledo no se hizo pública hasta tres días después y también por críticas de algunos a la madre de la víctima, que no fue informada de la muerte de su hijo hasta dos días después del suceso y pensaba que estaba desaparecido, como había estado la semana anterior a su muerte. Elizabeth Toledo ha tenido que soportar comentarios en redes sociales que cuestionaban que su hijo estuviera en la calle de madrugada y envuelto en un incidente al que acudió la policía.

La alcaldesa, cuestionada

Antes de la publicación del vídeo de Toledo la alcaldesa, Lori Lightfoot, ha comparecido en una rueda de prensa en la que ha hecho una llamada a proceder con “profunda empatía y calma y, sobre todo, pacíficamente”. Es la misma alcaldesa que llegó al cargo en 2019 haciendo de la promesa de asegurar que la policía rindiera cuentas un eje de su campaña pero que hace dos semanas, en otra rueda de prensa, alimentaba la narrativa de que Toledo estaba armado, algo que podía ser verdad antes del disparo pero no en el momento del tiro fatal.

“Un adulto puso una pistola en manos de un niño, joven e impresionable, uno al que no debería habérsele dado fuerza letal, un arma que podía cambiar y cambió irreparablemente el curso de su vida”, dijo el 5 de abril Lightfoot, que señalaba indirectamente al problema de violencia de armas de fuego y de bandas en la ciudad, una realidad.

También un fiscal del condado había asegurado en un tribunal, que el menor estaba armado. “Tenía una pistola en su mano derecha”, aseguró en una vista referente a un joven de 21 años que la noche del día 29 estaba con Toledo y que fue arrestado y es el sospechoso de haber realizado los tiros por los que la policía fue llamada a la zona. Esa declaración intentó ser corregida por una portavoz de la fiscalía del condado.

La pistola tras la valla

Aunque otras imágenes que se han hecho públicas este jueves grabadas por la cámara de un aparcamiento muestran a Toledo moviendo el brazo detrás de una valla antes de levantar las manos vacías ante el policía que le disparó, lo que sugiere que sí tenía un arma de la que se deshizo y que sería la pistola encontrada en la escena, la abogada de la familia, Adeena Weiss-Ortiz, ha insistido repetidamente en una rueda de prensa que “en el momento en el que se disparó a Adam no tenía una pistola. Sea lo que fuera que tenía en su mano, se aproxima a la valla, lo tira, se vuelve y recibe el disparo”.

En otra serie de documentos hechos públicos se ha identificado al policía que disparó a Toledo como Eric Stillman, de 34 años, y al que se ha traspasado durante un mes a realizar tareas administrativas. En su informe táctico sobre lo sucedido el agente apuntó a supuestas acciones de Toledo que el vídeo no recoge. Por ejemplo, Stillman marcó casillas en las que dijo que el menor estaba armado con una pistola semiautomática, que presentaba una amenaza inminente y que usó fuerza, algo que siquiera parcialmente queda desmentido por el vídeo.

El caso de Laquan McDonald

El caso tiene paralelismos con la muerte de un adolescente negro en Chicago hace siete años. En 2014 un agente mató en la ciudad a Laquan McDonald, un chico de 17 años. Inicialmente la policía aseguró que el menor se comportaba de forma errática y estaba armado con un cuchillo. Cuando más de un año después se hicieron públicas por orden judicial las imágenes grabadas por una cámara de la policía en un coche se vio que McDonald estaba caminando alejándose de los agentes cuando recibió 16 disparos. El agente que disparó, Jason Van Dyke, fue inmediatamente imputado y luego condenado por asesinato en segundo grado.

Aquel caso impulsó una investigación del Departamento de Justicia sobre la policía de Chicago y en el informe resultante se describió la cultura de “excesiva violencia” de ese departamento, especialmente contra sospechosos de minorías raciales, y se señaló a problemas como la pobre formación y supervisión de los agentes.

En 2019 tres agentes que fueron juzgados por intentar ocultar lo ocurrido con McDonald fueron exonerados.