Para la Pequeña Habana, el castrismo continuará
Miami | Efe
El exilio cubano de Miami espera escasos cambios con la renuncia de Fidel Castro al poder y, por ello, las reacciones ayer en las calles de la Pequeña Habana se redujeron a expresiones de esperanza, pero carentes de júbilo.
En el café Versailles, epicentro de la vehemencia patriótica anticastrista, los habituales parroquianos coincidieron ayer en comentar que la jubilación de Castro significa el fin de una «era (la de Fidel) pero no el fin del castrismo».
«Muy poquito, demasiado tarde», apuntó el cubano Tony Alfonso, profesor jubilado de 70 años, para quien Raúl Castro, hermano menor de Fidel y actual presidente interino del país, intentará junto con su «camarilla» llevar a cabo «algunos cambios mínimos en la isla para tratar de mantenerse en el poder».
El popular Versalles se encuentra prácticamente desbordado de emisoras de televisión, tanto hispanas como de canales en inglés, que han montado sus parabólicas y convertido los alrededores, entre cables y cámaras, en improvisados estudios de televisión.
Mientras, un enjambre de periodistas desborda las afueras del local 'disputándose' los pocos parroquianos que comentan con escepticismo y calma desengañada los efectos que pudiera tener en el futuro de Cuba la renuncia de Castro.
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