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Vecinos del Brisol, días entre rabia y barro tras las inundaciones de Ibiza

Los residentes critican que no se mantuvieran limpias las canalizaciones porque achacan a ello y a la falta de desagües que las riadas anegasen viviendas, garajes y trasteros

El Brisol limpia entre barro y rabia

Sergio G. Cañizares

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ibiza

A veces parece que estar enfadado es mejor que estar triste o a veces simplemente se llega a la primera emoción después de haber sufrido la segunda. ¿Qué siente quien ha visto entrar el agua embarrada hasta alcanzar un metro de altura en su portal o en su hogar? Como se imaginarán, o no ha habido tiempo de llorar lo perdido, o éste ya ha pasado. Los recuerdos de quienes viven en las plantas bajas del edificio Brisol, en Vila, hoy son montones de residuos. Ahora no hay tiempo de lamentar lo que un día fue un sofá, una alfombra, un álbum de fotos... O todo lo que se acumula ya en el interior de bolsas de basura. Hace falta energía para seguir retirando la destrucción de dos días de riadas que han inundado casas, trasteros y aparcamientos. "¿Quién pagará por esto?" se pregunta Jesús Cantero, cuyo enfado tiene tanto que decir que hasta da el número de su DNI a esta periodista.

"Estamos muy mosqueados porque entendemos que ha sido una gran tormenta y una cosa excepcional, pero lo que no podemos comprender es que aquí venga el agua del torrente de sa Llavanera y los alrededores y no haya una salida de agua", indica, mientras, entre mangueras y cubos de fregona, trata de retirar barro en el garaje. Su rastro está en todo lo que queda en el interior. Los coches tienen el capó abierto y las manecillas de sus puertas muestran hasta dónde llegó el agua. Bajo los pies, aún hay una espesa capa de fango. "Al final ha tenido que venir la UME (Unidad Militar de Emergencias( a sacar el agua que debería haberse ido por sí sola", continúa Cantero.

Los propios militares trabajan esta mañana en el aparcamiento del edificio Los Girasoles, junto al Brisol. En su interior ya no queda agua, que se acumuló durante las lluvias del 30 de septiembre por el paso de la tormenta 'Ex Gabrielle' por Ibiza, y el pasado sábado por la dana 'Alice'. Aún así, los efectivos trabajan allí porque de una alcantarilla sigue saliendo agua. Creen que es un punto en el que hay muchos residuos acumulados.

"No había visto esto en 15 años"

Que esto cambie es el principal reclamo de los vecinos de la zona: "Se tiene que limpiar todo. Torrentes, bajantes, alcantarillas... Los recursos se tienen que destinar a limpiar las alcantarillas", insiste José Agudo, que apunta que en los 15 años que frecuenta la isla "no había visto esto nunca", en referencia a las inundaciones y los destrozos del día 30. Ahora, Agudo contempla el agujero que ha quedado en la parte del torrente de sa Llavanera, justo entre Los Girasoles y el Brisol, donde una excavadora retiró el lunes un paso que impedía la libre circulación del agua.

"No podemos comprender que aquí venga el agua del torrente de sa Llavanera y los alrededores y no haya una salida de agua"

Jesús Cantero

Un día después, los operarios que vienen a revisar el gas se preguntan cómo pasar de un lado a otro. "Esto es lo de menos", responde un vecino que se encuentra con el mismo problema: "Había que liberar esto de alguna manera". En esto también trabaja el Ayuntamiento de Ibiza esta mañana. Desde primera hora una excavadora trata de liberar otra bajada de sa Llavanera, derribando una arqueta obstruida por cañas, frente al edificio Brisol.

Operarios retirando la construcción que escondía una arqueta frente al edificio Brisol.

Operarios retirando la construcción que escondía una arqueta frente al edificio Brisol. / Toni Escobar

"Está todo entaponado, sucio, abandonado, sin limpiar, sin atender... Porque hay basura muy desagradable de todo tipo", continúa Cantero, que ha llegado a ver carritos de supermercado en la desembocadura del torrente. Este residente lamenta, además, que aunque las lluvias de 'Alice' no trajeron tanta agua como las de 'Ex Gabrielle', "el agua volvió a subir al metro de altura".

"Una mirada vale más que mil palabras"

Su marca también ha quedado a la mitad de las puertas que abren casas en la planta baja del edificio. En una de ellas vivía Ana Martínez Pujana, la mujer de 86 años a la que el agua le sorprendió el día 30 a las 10.30 de la mañana entrando con fuerza. Ésta le llegó a la altura del pecho antes de que un vecino pudiera socorrerla, como contaba hace dos semanas a Diario de Ibiza. Martínez aseguró que no pensaba volver a su casa y no cuesta imaginar el porqué de una decisión tan dura.

Sólo las entradas de las viviendas que hay a la altura de los garajes ya lo dicen todo. En el suelo caminan cucarachas embarradas. Éstas también trepan por la pared interna de lo que fue el ascensor, donde aún hay más de un metro de agua marrón. Hasta las cucarachas parecen agotadas de reproducirse en estas condiciones.

El agua en el interior del hueco del ascensor.

El agua en el interior del hueco del ascensor. / Toni Escobar

Del cansancio, o la rabia, o la frustración, o de un poco de todo ello, otro vecino que barre barro (valga la redundancia) dice que prefiere no hablar de lo que causaron las lluvias. Sus ojos lo hacen por él. Mira al suelo y coge la escoba antes de entrar cabizbajo a lo que espera que vuelva a ser su trastero. "Una mirada vale más que mil palabras", concluye Cantero.

La impotencia de no poder hacer nada

Elva Alonso, residente del Brisol, conoce la expresión que tienen los vecinos a los que más afectaron las riadas. En su caso vive en una de las plantas superiores del edificio, por lo que no tiene que lamentar daños, aunque sí lo hace por el resto de la comunidad. También con la mirada hacia el suelo, confiesa que hasta le da apuro decir que su casa no se vio afectada: "Sé que hay vecinos que lo han pasado muy mal", se apena.

"Siempre hemos tenido miedo porque todos los torrentes desembocan aquí"

Elva Alonso

A pesar de este sentimiento también tiene un hueco para transmitir su enojo: "Los bajos están destrozados porque están por debajo del nivel del mar y esto no debería ser así". "Siempre hemos tenido miedo porque todos los torrentes desembocan aquí", añade Alonso, que asegura que "en 35 años no había visto nada igual".

Pau Roig recuerda la sensación del pasado 30 "de ni siquiera poder entrar a tu propia casa y de ver que se está creando el caos y no poder hacer nada". Aunque su vivienda tampoco se viera afectada por las riadas, cuenta que el portal por el que accede fue uno de los más dañados. Calcula que ese último día de septiembre el agua superó el metro de altura y el pasado sábado no quedó muy lejos: "Juraría que esta vez se quedó en 80 centímetros, pero a los del bajo les ha afectado exactamente igual", afirma. Para dar una idea de ello, Roig muestra a Diario de Ibiza un vídeo en el que se ve una nevera flotando sobre el agua que se deslizaba a gran velocidad. También enseña imágenes en las que se ve la piscina marrón o el gran cúmulo de enseres apilados para dar al traste.

Los enseres apilados en el exterior.

Los enseres apilados en el exterior. / Toni Escobar

Una nevera flotando

Junto a ellos podrían estar los ascensores del edificio, que no funcionan desde hace dos semanas. Hasta hace pocos días tampoco lo hacía el suministro de gas: "Desde la primera riada y hasta la segunda estuvimos sin gas y hay gente que ni siquiera ha podido cocinar. Yo lo único que tenía que sufrir era ducharme con agua fría", apunta Roig.

"Desde la primera riada y hasta la segunda estuvimos sin gas y hay gente que ni siquiera ha podido cocinar"

Pau Roig

El joven cuenta que desde este lunes el gas vuelve a funcionar en el edificio, como notifican unos carteles colocados en la entrada de cada bloque: "Lo estuvieron posponiendo hasta ayer [por el lunes] porque, como había alerta [naranja otra vez], posiblemente no tenía mucho sentido hacerlo si se tenía que cortar de nuevo".

El aviso de que se ha reanudado el suministro de gas.

El aviso de que se ha reanudado el suministro de gas. / Toni Escobar

Aunque el gas haya vuelto, hay zonas del edificio que aún no tienen luz y otras en las que tendrá que pasar tiempo para considerar una mínima normalidad. Para colaborar en ello, tanto Alonso como Roig han puesto sus casas a disposición de los vecinos que lo necesiten y han colaborado como han podido: "Hemos ayudado a limpiar y, sobre todo, a tirar escombros, porque las cosas que tenía que ver el seguro, el perito y todo lo demás, lo tenían que conservar, aunque evidentemente apartado, porque tampoco iban a dejar que esté pudriéndose e incubando bacterias", explica Roig. Todo esto confirma el "sentimiento de rabia" que comparten los vecinos por "no sentirse escuchados".

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